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Salvador Fuentes: "Creía que estaba preparado para esta corrida, y no era así"

Alberto Revesado, que abría ayer cartel y por quien la empresa había apostado fuerte, incluyéndolo un poco con calzador, justificó, sin embargo, la confianza en él depositada. Al menos es al único al que se le vieron cosas, a veces muy buenas, haciéndolo todo despacio y dando muestras de toreo de calidad. El pero, el de siempre: esta vez, los jandillitas de Ortega Cano, que no salieron cumplidos de fuerza precisamente. Menos mal que habían sido trufados con dos novillos de lo que tiene de Pedrajas, con lo que se aliviaron unas protestas que habrían cobrado una fuerza preocupante. Parecía extrañarse el fino novillero salmantino de la falta de eco de su primera faena. "Ha sido una pena, porque le pegaba un poco al novillo y se caía. Quizá yo tenía que haber estado mejor", comenta con una modestia no muy convincente. "Sólo sé que el toro tenía dos orejas y se va con ellas". La novillada coge algo de seriedad con el primer Pedrajas que sale al ruedo. Revesado se siente con él, pero los novillos anteriores hacen que el público se haya enfadado lo suficiente y minimice su labor: "Yo creo que le he dado la distancia y a veces he estado a gusto con él. La pena es que no ha llegado al público".

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Decepción

Desastres

El enfado va a más con el primer novillo de Luque, prácticamente un inválido. Parece mentira que, sin tan siquiera haber tomado la alternativa, estos novilleros se encuentren inmersos ya en desastres propios de las figuras. Daniel Luque parecía silbar y mirar al techo, tras su primero, como si la cosa no fuera con él: "Yo creo que el novillo se ha hecho daño. Lo he cuidado con el capote porque parecía que tenía transmisión para la muleta, pero no ha sido así. Con la espada lo tengo muy claro. Si no embiste un toro, lo que hay que hacer, al menos, es matarlo bien". Luque apostó por su segundo novillo y brindó su muerte en la convicción de obtener el triunfo. Pero entre que no humillaba y él no se acoplaba, la cosa acabó en fiasco: "Cuando obligaba al toro, se echaba siempre para atrás. Qué pena. Yo venía a triunfar y a echar la moneda, pero el toro echaba la cara a las nubes".

Borreguito se llamaba el primer toro de Fuentes. Con tal nombre había intención de explicar, sin duda, su comportamiento. Parece también explicarse el comportamiento de Salvador Fuentes, que a la vista estuvo que no venía preparado para esto, tras su grave cornada. Por no estar, no estaba ni para hablar tras la lidia de su primero. Al finalizar la corrida, tras pasar un Getsemaní durante la faena y un auténtico calvario atravesando el ruedo en medio de increpaciones y almohadillas, sus palabras no pueden ser más conmovedoras: "Quiero pedir perdón al público por mi actuación. Creía que estaba preparado para esta novillada y no era así". Al entrar en el automóvil lloraba como un niño, de pura hombría.

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