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Entrevista:JORGE HERRALDE | Editor

"Sólo me jubilará la biología"

Jorge Herralde estudió Ingeniería Industrial por presión familiar, aunque su pasión por los libros era previa. Su padre tenía una empresa del ramo con un socio alemán. Tuvo varias tentaciones durante la carrera. En el último año ya intentó "montar algo" con Jordi Argente, marido de Esther Tusquets. El matrimonio se rompió y el proyecto también. En 1967 "quemó naves", para disgusto de su padre (lo "encajó estoicamente"), y puso en marcha su sueño.

Regresó más convencido, pero hasta 1969 no obtuvo el "permiso gubernamental" para editar libros. A trancas y barrancas nació Anagrama hace 40 años, en un pequeño piso de la zona alta de Barcelona, y allí sigue, aunque en un local más grande. Jorge Herralde (Barcelona, 1935) lleva meses celebrándolo. En la Feria de Guadalajara (México); en Nueva York con el PEN Club; con Biblioteca Anagrama, 100 títulos para quiosco; con la colección Otra Vuelta de Tuerca; con una muestra en Barcelona; con una fiesta hoy...

El fundador de Anagrama celebra hoy los 40 años del sello

Anagrama tiene un fondo de casi 3.000 títulos y nueve colecciones, entre las que Panorama de Narrativas (a la que el viejo patriarca de Planeta, José Manuel Lara Hernández, calificó de "peste amarilla") y Narrativas Hispánicas van como un tiro. Herralde ha impuesto modas: los franceses, los italianos, los anglosajones y desde hace unos años los latinoamericanos. Tiene también dos premios, el Anagrama de ensayo y el Herralde de novela. "Los dos son muy veteranos y sirven para descubrir nuevos autores".

El 40% de la facturación de Anagrama corresponde a libros de fondo. "Hemos tenido algunos best sellers, como El dios de las pequeñas cosas y Los girasoles ciegos. Pero lo nuestro son los long sellers, como Nabokov, Capote o Kerouac". "Una de las características de los editores independientes es que apostamos por el fracaso, aunque a veces nos llevamos sorpresas. A mí me ha pasado con Patrick Modiano. Fue publicado por buenas editoriales y tuvo buenas críticas, pero pasó sin pena ni gloria. Leí Un pedigrí y me gustó mucho y lo publiqué aun sabiendo que no vendería. De la siguiente, En el café de la juventud perdida, vendimos 12.000".

¿Cuál ha sido la mayor sorpresa? "Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez. Me lo entregó con gran inseguridad y humildad. Me pareció buenísimo. A finales de 2008 habíamos vendido 250.000 copias. Ganó el Premio de la Crítica y el Nacional de narrativa, a título póstumo".

¿Y Bolaño? "Tanto Méndez como Bolaño han salido en The New Yorker y esto es insólito en un país hostil a la literatura extranjera. Se ha convertido en un autor de culto. Es excepcional, un poeta maldito, que en 8 o 10 años escribió un corpus increíble. La demostración de que el triunfo de la literatura de calidad es posible".

Herralde, a quien no le preocupa en exceso el libro electrónico, sigue atentamente el panorama mundial de la edición. "Lo que profetizó André Schiffrin está sucediendo. Los inversores, editores o no, buscan una rentabilidad que no es posible".

Anagrama ha perdido a algunos autores, el último Enrique Vila-Matas. "El número de los que se han ido es minúsculo. Unos, porque han recibido mejores ofertas y otros, porque lo ha decidido el editor, para dejar sitio a otros. Es humano que oigan los cantos de sirena de los grandes grupos azuzados por determinados agentes literarios. Se ofrecen anticipos que no son reales. A veces se paga el doble de lo que se venderá. Es dumping, vender algo a precio inferior a su precio de coste".

Con 75 novedades al año (auténtico numerus clausus), más otros 40 en bolsillo, Herralde ve con tranquilidad a Anagrama. "Sólo me jubilará la biología y de momento no está por la labor. La sucesión editorial es particularmente difícil, pero puede ocurrir, como en Planeta, Gallimard o Feltrinelli. Mi futuro lo veo muy bien. Estoy desde hace 30 años con Lali Gubern y ella lleva 20 trabajando conmigo. Cuando yo no esté ella se hará cargo de Anagrama y decidirá sobre las posibles opciones: venta, alianza...".

Jorge Herralde, en su casa de Barcelona.
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