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FERIA DE SAN ISIDRO

Rafael de la Viña: "Pasé un desierto moral, pero nunca he renunciado"

Rafael de la Viña, de 29 años, intenta descubrir la diferencia entre una cueva y un túnel. Hace seis años, cuando cumplió su última cita en San Isidro y de repente empezaron a escasear los contratos, se introdujo en un camino oscuro. A medida que fue pasando el tiempo, la carrera que empezara de brillante novillero (en 1987 salió por la puerta grande de Madrid) se fue sepultando en toneladas de silencio. «He pasado un desierto moral que sólo he podido combatir con espíritu de sacrificio. Pese a todo, nunca he renunciado», dice con convicción Rafael de la Viña.

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A media altura

Ahora, a tientas, Rafael de la Viña se esfuerza en averiguar si la corrida de hoy en la feria madrileña es la salida o la tumba. Se lo juega, apuesta todo a esta carta. Por el camino, han ido quedando deseos y esperanzas de repente rotas, También han quedado, dice el torero, «muchas amarguras». Y ha desaparecido aquel Rafi dicharachero y con sonrisa perenne. En su lugar, aparece ahora el gesto reposado de quien ya luce 11 años de alternativa. «Empiezan a faltar los contratos y ves que alrededor no hay nada. Se hace duro contemplar, después de saborear el triunfo, que caes abajo, muy abajo. ¿Que cómo se sale de aquí? Pues eso, no puedo hacer otra cosa que recurrir a los tópicos: a base de voluntad, moral y ganas de estar ahí te vas recuperando», relata corajudo.El año pasado consiguió asomarse en cuatro carteles. Entre ellos, su Albacete natal y Madrid. De Las Ventas queda el aliento de saberse vivo: «Fueron dos toros malísimos. El primero de ellos tenía seis años. Fue imposible hacer nada, pero se estuvo ahí, delante de ese cuarto de entrada de entendidos», recuerda. En la ciudad manchega, el signo cambió. Ante victorinos consiguió atravesar la plaza por su lugar de honor. «Fue importante porque noté que volvían a creer en mí. Y lo mejor, que yo mismo me vi capaz de creer en mí», dice. Los toros que en 1992 le asestaban una cornada muy grave se encargaban de devolverle la vida.

De la Viña declara que durante todo este tiempo nunca ha pensado en la retirada. «He conseguido ir sobreviviendo (no especifica cómo) y nunca he dejado de pensar en mi vuelta», dice. Esta temporada ha participado en Zaragoza, al lado de Joselito y Ponce, y en «un pueblo de Alicante», afirma sin más precisiones. «Pero bueno, lo importante toca ahora. Me juego el todo por el todo. El resto del año depende de lo que consiga en San Isidro, con toda la plaza llena, como gusta torear. Éste es el eje alrededor del cual se estructura la temporada. Si sale bien, pues bien, si no...», reflexiona dejando caer las palabras con todo su peso. La cita, hoy con los pablorromero.

Sobre lo que hará en el futuro, el diestro no alcanza a ver más allá de la tarde, su tarde. «Uno se imagina a veces una faena de 20 o 30 muletazos perfectos», dice. «Sin embargo, en Madrid, eso no es suficiente. Tienen que ser vibrantes y con emoción. Tiene que ser importante».

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