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Tribuna:Feria de San Isidro
Tribuna
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El reto del momento

Ya lo dijo Bergamín, "el toreo es juego vivo de inteligencia". Un juego, porque tiene unas reglas que conocen sus jugadores, aunque estén escritas. Un juego en el que unos, los toreros, quieren jugarse la vida, y en el que se juega la vida de los toros. Un juego que, a pesar de la rigidez de sus normas, es vivo: nadie sabe lo que pasará una vez haya sonado el clarín. Todo por hacer -como en la vida- en este juego vivo: a vida o muerte, al límite. Y aquí está su inteligencia: en el límite de su juego, que es esperar para ver, para templar y mandar. La inteligencia del que consigue ponerse delante de un toro, aunque fuera de la plaza parezca una locura.

Si coges la carretera que va de Ávila a Salamanca, pasado Peñaranda, antes de llegar a Babilafuente, al rape del canal de Villoria, verás uno de los pocos toros de Osborne que quedan por la zona. Como un Don Tancredo, estandarte sobre tierra de labor. En esta parte de la tierra de la provincia, arcillosa, se siembra. Más abajo se cría. Con mayor o menor fortuna. Pero ese toro negro, prendido en la ladera, es el anuncio de un imposible realizable: la cría en tierra de labor. O del imposible que es el toreo mismo, que aquí se cuida y cría en la Sierra, a lo largo del Yeltes y del Huebra. Porque el toreo es, sobre todo, el toro. El único que no habla -don José de nuevo- en esto que llaman los toros; pero que da que hablar, después de muerto, marcando el ritmo de la que quizá sea la última poesía épica que nos queda: la poesía de contar toreando lo que se creyó ver sobre la arena. La poesía de contar a viva voz lo imprevisible.

Porque, como el melón, el toro es imprevisible. Claro que suenan los hierros en los oídos de los que saben ver los toros, de los que tanto se aprende. Claro que se saben las sangres. Claro que se recuerdan y transmiten leyendas ganaderas, grandes toros y maneras de embestir. Claro que toda ganadería que lo sea es la búsqueda de una manera de embestir, un ideal de trapío y embestida que se busca todos los inviernos. Pero el resultado es siempre el mismo, dos, tres o cuatro años después: el vano en sombra de la puerta de toriles, por la que sale, con la verdad por delante, un misterio galopando. Un misterio a descifrar: "El toreo es un puro juego inteligible", nos dejó dicho don José.

La "música callada" del que espera a ver cómo galopa, cómo mete la cara y la da el que acaba de salir al ruedo. Ningún torero que lo sea viene con la faena hecha. La faena se hace. En el ruedo, porque es cosa de dos: sin el toro no hay toros. Y sin el toreo no hay toro: porque es el arte entre el toro y el torero. Un arte que se enseña en las escuelas y que se hace tarde a tarde sobre el albero de las plazas. Un arte que conserva ecosistemas en los que se hacen los toros que luego se enseñarán en la lidia de la tarde que les llegue.

El toreo, hacer y enseñar lo justo: prestidigitación. Juego de hacer lo que no se ve. Nadie como un torero puede ver y enseñar al toro tal y como es. Nadie como un toro puede dejarnos ver cómo es un torero, que se hace tarde a tarde, toro a toro.

Prestidigitación, agilidad y escalofrío. Tiembla el torero cuando lo anuncian, cuando lo visten, antes de empezar el paseíllo, antes de salir al ruedo. Tiemblan el capote y la muleta. Tiemblan el toro y quien lo cría. Tiembla el público al que le pone de pie una faena. Faena: la suma del toro y el torero. Toreo: tauromaquia. Tauromaquia: el arte del temblor y escalofrío.

El toreo: temblar. Juego vivo e inteligente. Hacer y enseñar: Plataforma para la Defensa de la Fiesta. Quizá sea ahora el momento de ver lo que tenemos para mirar para afuera. Quizá sea ahora el momento de pelear, de torear por lo que temblamos. Quizá no se haya tenido ocasión hasta ahora. No lo sabremos. Lo que sí sabemos es que está claro: ahora el momento es reto. Es el reto y el momento de una cultura que haga honor a su nombre: una Cultura que cultive lo que tiene.

es poeta y filólogo.

Javier Sánchez-Arjona Voser, hijo del ganadero Javier Sánchez-Arjona

El toro de Osborne.
El toro de Osborne.EFE
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