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Los triunfadores Bernard Hinault y Lucho Herrera acabaron con la cara ensangrentada y en ambulancia

Luis Gómez

Bernard Hinault estuvo a punto de pagar muy cara su confianza a causa de una caída a menos de 100 metros de la meta. El líder del Tour y Lucho Herrera, el héroe de la carrera de ayer, abandonaron la pequeña caravana del control antidroga para, con sus rostros medio cubiertos de sangre, montar en la misma ambulancia. Herrera ganó la tercera etapa para Colombia y demostró una clara superioridad en la montaña. Le quedan otras para lograr más triunfos. Pedro Delgado, aún resfriado, fue el mejor español y ganó cinco puestos en la clasificación general.

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El asfalto se derritió en algunos tramos de la carretera. La necesidad de bebida incrementó el trabajo de los automóviles de la mayoría de los equipos. Hinault tomó el día con el ánimo relajado: sus gregarios controlaban toda pequeña escapada y él mismo se encargaba de propiciar un intento a la bajada de un pequeño puerto.Cabestany había logrado antes ser segundo en un puerto de tercera categoría y Delgado primero en otro posterior. El recorrido era sinuoso, por carreteras estrechas, pero hacía demasiado calor. La teórica recuperación de Cabestany quedó en entredicho a mitad de carrera, cuando requirió la presencia del servicio médico.

Catarros en el pelotón

Cabestany llegó a poner pie en tierra y tanteó el abandono, pero decidió seguir aun a costa de una nueva sangría de minutos. Delgado, en principio, padece la misma dolencia. Ambos duermen en la misma habitación, por lo que no se desestimó un contagio. Pero Cabestany fue más allá: "Hay un virus en el pelotón", dijo. Parece que los catarros se extienden también por otros equipos.

La calma la rompió Herrera, que se lanzó en busca de cuatro corredores que iban adelantados. Tenía la doble estrategia de coronar un puerto de primera categoría y de llegar con más de dos minutos de adelanto sobre sus seguidores, renta suficiente para intentar aguantar los 30 kilómetros finales, superar un pequeño puerto más -de cuarta categoría- y lanzarse en 18 kilómetros de bajada a una nueva victoria de etapa, la segunda suya.

Herrera escapó con su acostumbrada facilidad, mientras las emisoras colombianas anticipaban su triunfo: "¡Ésta es una etapa para Colombia!", decían los comentaristas a falta de 40 kilómetros. Una emisora repetía una frase del veterano Zoetemelk: "En 20 años que llevo en el ciclismo nunca había visto un corredor con la facilidad de Herrera para subir". La otra comparación no tardó en llegar y los comentaristas enlazaron a Herrera y Federico Martín Bahamontes.

El pelotón no se inmutó ni siquiera cuando Lemond y otros siete corredores, entre ellos Delgado, escapaban también. Hinault hacía gala de flexibilidad, pero no sin una intención clara. Hinault llevaba su dominio tan alto como para permitir que Lemond adquiera seguridad y acabe el segundo de la general.

Herrera se defendió bien en el descenso, aun cuando su ventaja disminuyó hasta el minuto de diferencia. La situación se complicó con una caída, pero llegó a la meta con algo de ventaja. En medio, corredores como Millar, Lemond, Forest o Delgado aprovechaban para restar tiempo, mientras Hinault, descaradamente, no forzaba el ritmo del pelotón. Hinault mantenía una situación de control, mientras dos teóricos rivales como Anderson y Roche parecían imposibilitados para hacer algo. Más atrás todavía se encontraba Kelly con otro grupo de rezagados notables. Herrera había roto la carrera mientras Hinault mantenía su dominio. Todo parecía encajar en los intereses de un corredor y otro. Por eso también rimaba la escena final de los héroes accidentados.

Un sprint propició la caída de Hinault y Anderson. Como alcanzaron el suelo en los últimos 100 metros, el reglamento les concedió el mismo tiempo que al resto de quienes formaban el grupo. Por ello, no significó nada que Hinault rebasara la meta en bicicleta muchos minutos después.

Hinault, con el rostro ensangrentado, coincidió con el vencedor de la etapa en la caravana de control antidroga. Hinault confesó su exceso de confianza en los últimos kilómetros de carrera. "Iba distraído", le comentó con pena a un médico, "e hice algo que no acostumbro, disputar un sprint como ése". El director de La Vie Claire, Paul Koechli, levantó las sospechas de una simple caída del líder cuando dio a conocer la ver sión de Zoetemelk, según la cual Phil Anderson había empujado a Hinault. El español Fernández Úbeda era un improvisado testigo del acto. A él le había tocado pasar el control por sorteo.

Hinault sufre rotura de un hueso nasal, sin desviación del tabi que. Necesitó dos puntos de sutura en la cabeza. Herrera recibió cinco en el cuero cabelludo. "Ambos podrán tomar la salida", aclaró personalmente el director general de la Societé Tour de France, Levitan.

Algunos corredores españoles sacaron cierto beneficio de la etapa. Delgado recuperó posiciones y arregló el desaguisado que cometiera en la contra reloj pasada. "No quise seguir a Herrera por no arriesgar, ya que intento curarme el catarro. De todas formas, no renuncio a nada", afirmó.

Prieto pronostica cambios

Celestino Prieto sigue su continua ascensión y sube hasta el puesto 22º de la general, con aspiraciones de llegar hasta los 15 primeros. Prieto reconoció ayer que marchó con mucha comodidad al lado de Hinault, que anduvo sobrado de energías, y pronosticó vaivenes en la clasificación general con la llegada de los Pirineos. Álvaro Pino, en el puesto 25º, también sube puestos. Pino disculpó a todos sus compatriotas en la línea de meta: "A los españoles siempre nos va mal el día de descanso".

Hoy, entre Saint Etiènne y Aurillac, se disputa la decimoquinta etapa, con recorrido amplio -237,5 kilómetros-, previsible presencia de un fuerte calor y ausencia de especiales dificultades: un puerto de segunda, tres de cuarta y tres de tercera. En Francia es fiesta nacional y el Tour forma parte de los festejos.

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