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TOUR 2000 | TOUR 2000

Armstrong marca de nuevo el camino

Sorprendente triunfo del escocés Millar en una contrarreloj en la que Olano fue la gran decepción

Carlos Arribas

Lance Armstrong anda bien, Ullrich no tanto. Jalabert y Zülle, en su onda. Olano, mal. El Tour no tuvo prólogo. A los protagonistas ya se les exigió de entrada que se definieran, que hicieran su discurso en solitario. Un examen en el que cada uno hizo lo que pudo. Escalones entre los hombres completos. Y también entre los escaladores. Bien, Heras, Virenque y Escartín. No tan mal Jiménez. Peor Pantani. Y a todos les sorprendió un larguirucho escocés de 23 años llamado David Millar. Sangre nueva. No está mal para animar la primera discusión.Los segundos hablan y dicen muchas cosas. Quitemos un instante a Millar y a los demás especialistas (incluidos el fabuloso David Cañada, el responsable Joseba Beloki y el tímido Iván Gutiérrez) de la clasificación. Olvidemos también que Armstrong ganó el año pasado las tres contrarrelojs del Tour y que ayer quedó segundo. Sí, sí, Millar es otra historia. La contrarreloj de ayer, los casi 17 kilómetros llanos (excepto el repecho de recién salir) y ventosos (de cara en la primera mitad) tenía un valor excepcional de test. Tan importante que puede marcar tendencia para lo que queda. Por primera vez en la historia, Ullrich, el ganador del 97, el mejor contrarrelojista de su era en términos absolutos, se enfrentaba cara a cara a Armstrong, el ganador del 99, el llamado Tour del renacimiento y también de las ausencias. Por primera vez en el año, todos los grandes del mundo (Armstrong, Ullrich, Zülle, Olano, Vandenbroucke, Jalabert, Pantani, y más) se enfrentaban en plena disposición de sus medios, sin otro objetivo que hacerlo lo mejor posible. Se enfrentaban las diferentes personalidades, las distintas formas de preparación, las capacidades variadas.

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Ganó Armstrong.

En esos 16,5 kilómetros el estadounidense que lucha como símbolo de los supervivientes del cáncer y que ha llevado la aproximación al Tour más ortodoxa de entre los grandes, le ha sacado casi un segundo por kilómetro a Ullrich, el gordito hasta hace 15 días, el inventor de la primavera relajada y la preparación para el examen concentrada en los últimos días; a Zülle, el hombre que duda, gran capacidad y gran cabeza para comérsela, le sacó más de un segundo por kilómetro; y a Olano, que estrenaba nueva forma de preparación un año más, y ya tiene 30, dos segundo por kilómetro en números redondos. Le dejó al guipuzcoano casi a la altura de un escalador.

Pero le ganó David Millar.

1,92 metros de altura, más largo que Induráin. 76 kilos de peso. Más delgado que el navarro. Y, sin embargo, mientras pedaleaba, codos bien plegados por debajo del pecho elevado, mismo movimiento de riñones, brazos ligeramente abiertos; mientras doblaba al polaco Gwiazdowski, un misil visto y no visto, el joven que pese a ser escocés también y apellidarse también Millar no tiene nada que ver con aquel escalador vegetariano y menudo que se quedó dormido en una Vuelta para mayor gloria de Pedro Delgado, parecía mismamente el Induráin redivivo. Un buen bigardo. Escocés nacido en Malta, criado en Hong Kong, residente en Biarritz. Bon vivant y rockero. Parte del clan de Jeremy Hunt y otros ciclistas anglosajones que se han tenido que ir a vivir al sur de Francia. Especialista en contrarreloj por el momento. Bueno para todo en el futuro, siempre que se asiente en él la mentalidad del trabajo y el sacrificio que le llevó ayer a una altura que ni él mismo pensaba que pudiera existir. Primer líder del Tour. Una contrarreloj corta por delante de Armstrong, de Ullrich, de Zülle, de todos sus ídolos. En un año de revelaciones, uno más para la lista. La renovación del ciclismo. Las nuevas formas. Las que promete Cañada (quinto en su primera etapa en su primer Tour), las que anuncia Gutiérrez (17º en su primer día en una carrera importante, el Tour nada menos).

Pero el Tour es más todavía. Es, una vez más, la imposibilidad de que Olano, que empezó el año como una moto, que paró de competir hace un par de meses, que salió ayer hambriento de nuevo, nervioso como siempre, siempre al límite de su forma, pueda vestirse de amarillo, al menos en un inmediato futuro. Antes de la montaña, el terreno en el que más sufre, el guipuzcoano disfruta a su favor de la contrarreloj por equipos, pero aunque su equipo, el ONCE, la gane, otros compañeros (el serio Jalabert) tiene por delante que le cierran el paso. Y luego llega a la montaña, casi al nivel de los escaladores. El Tour es también el nerviosismo de Zülle. Temeroso la víspera porque le decían que la bicicleta de Ullrich, de Pinarello (el mismo fabricante que él), la habían diseñado en los talleres de Ferrari (el constructor de coches) y la suya no. Y rezongando andaba hasta que vio que eran iguales como dos gotas de agua. Y casi como Ullrich (sólo 6 segundos más) hizo la contrarreloj. Y casi como Olano (sólo 1 segundo más) la hizo su paisano Beloki. Otro debutante. Un hombre tranquilo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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