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Reportaje:

Ex concejala y cofrade de la misericordia

Con la familia recluida, vecinos y autoridades cierran filas en torno a Marta Domínguez

"Marta Domínguez no se va a marchar a ninguna otra parte", concluye la Guardia Civil el jueves por la noche, cuando permite que la atleta duerma en casa tras comunicarle que queda en libertad con cargos por su presunta participación en una red de tráfico de sustancias dopantes.

¿Por qué le dejan ir tras ocho horas entre las paredes de la Comandancia de la Guardia Civil en Palencia? Porque la vida de la atleta está tan ensamblada con la de Palencia, "arraigo" es el concepto jurídico, que ha sido concejala de Deportes y es cofrade del Cristo de la Misericordia, al que reza antes de las carreras. Porque en Palencia, señalan fuentes jurídicas, le retiene la familia, saber que ahí viven sus padres y su marido, que se reúnen también casi una decena de tíos, y que con cruzar una acera puede verse con sus tres hermanos: Nuria, Noelia y Agus. Y porque en Palencia, añaden quienes conocen de cabo a rabo la instrucción del caso, gentes que subrayan que una persona "tan conocida" no podría pasar desapercibida en ningún lado, la atleta debe guardar reposo. Es por su embarazo, dicen. Entonces, ¿qué sucede desde que la Guardia Civil permite su salida?

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Sucede que el clan de los Domínguez resiste unido. Uno tras otro, incluso a horas intempestivas, cuando muerde el frío, los familiares de la fondista llegan el jueves por la noche hasta el número siete de la calle Alvarado. A ningún visitante parece impresionarle que haya cuatro unidades móviles de televisión. A nadie le para los pies que haya cámaras ya a las dos de la mañana. A todos les espera el mismo rito: antes de entrar, timbrazo, flashes y ladridos.

Es imposible calcular cuánta gente se aloja dentro, entre padres, hermanos, suegro, amigos y vecinos, sin contar, además, a los que pasan por delante de la casa y gritan: "¡Aúpa Marta, estamos contigo!". Es imposible sumar la cantidad de gente que entra y sale, constante el flujo y excepcional algún chillido y varios insultos venidos de fuera de los muros: "¡Periodistas! ¡Manipuladores! ¡Dejad ya en paz a la chavala!". Noelia, hermana de la fondista, maneja la noche del jueves la entrada del hogar paterno mientras sostiene a su perro. Agus, su hermano, compra el viernes tantas barras de pan, tantos huevos y tantas botellas de leche como para resistir un asedio. Y Agustín, el padre, de profesión metalúrgico, es el que sale el viernes antes de las 8.00 y se marcha con paso quedo.

Así están las cosas para el clan de los Domínguez: solo un exhorto del juzgado madrileño que dirige la Operación Galgo llevará a que Marta preste declaración hoy o mañana ante el juzgado número cinco de Palencia, presidido por el juez Gregorio Galindo. Si la situación no cambia, la fondista acudiría a las dependencias madrileñas de Plaza de Castilla.

Dicen que Domínguez quería ser bombero o policía cuando niña. Se sabe que luego mezcló dos profesiones bien distintas: atleta y política. De ese maridaje, traducido en una calle y un pabellón palentinos con su nombre, nació un tumulto de reacciones que superaron lo deportivo.

José María Odriozola, el presidente de la Federación de atletismo, la suspendió "cautelarmente" como vicepresidenta: "Dado que saliste por la noche de la Comandancia de la Guardia Civil en libertad provisional con cargos por tráfico y distribución de productos dopantes, lo cual daña de forma importante la imagen del atletismo (...)", le razonó por carta el despido. Enrique Marín, presidente de la Diputación, fue claro: "Marta cuenta con mi cariño, además de con el de la institución y la provincia". Y Heliodoro Gallego, el alcalde, recordó sus méritos: "Ha tenido una trayectoria ejemplar".

La ciudad palentina levantó un escudo mientras seguía consternada por la caída de su heroína. Ayer se premió al mejor deportista regional en 2010. No fue la campeona mundial de 3.000 obstáculos. Para sus vecinos debió ser raro: había logrado la distinción en siete ocasiones. Para los Domínguez puede que pasara de extraño: fue, quizás, una señal de las dificultades que vienen.

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