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Reportaje:PEKÍN 2008 | Natación

Perfección mágica

Phelps propicia la victoria de Estados Unidos en el 4x100 estilos más reñido de la historia

Diego Torres

La tecnología y la bioquímica ayudaron a Michael Phelps a superar el tránsito más audaz de la historia del olimpismo. Sólo los deportistas, algunos funcionarios y los técnicos autorizados pudieron ver lo que ocurría en el rincón que el equipo de Estados Unidos ocupó en el subsuelo del Cubo del Agua. Allí había médicos que constantemente tomaban muestras de sangre y orina, camillas con decenas de masajistas y compartimentos para uso exclusivo de cada nadador. En los compartimentos se ordenaban pastillas relajantes, píldoras reconstituyentes y varias botellas con líquidos sin etiquetar que cada uno ingería según su agenda. En un costado destacaba un grupo de bañeras cubiertas, como una especie de neveras circulares, alimentadas con un generador eléctrico independiente.

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En una de estas neveras permaneció Phelps muchas de las horas que pasó en Pekín. Como Walt Disney. Metido hasta el cuello en agua helada, encapsulado, sacando la cabeza por un orificio. El dolor del frío se compensó con el efecto regenerador en sus músculos. Phelps sobrellevó la extenuante rutina de competición (17 carreras en nueve días para totalizar 3.300 metros en 31m 14,3s) con una disciplina paralela de recuperación física. De este modo, y ayudado por un organismo privilegiado, fue capaz de nadar cada una de las pruebas sobrellevando los efectos del desgaste.

Ayer nadó por última vez, batió con Estados Unidos el récord mundial de 4x100 metros estilos y pasó su 40º control antidopaje desde junio. Dio por inauguradas sus vacaciones y no pasó por el hielo. Ayer, no. Dijo que ansiaba volver a Baltimore, a su barrio de Whiteford, a su pizza, con sus amigos de siempre, los del colegio. Lo hará con el cargamento de oro más grande de la historia olímpica.

Phelps se inscribió en ocho pruebas y ganó ocho oros dando a su epopeya una apariencia de sencillez y liberalidad. En su lucha contra el tiempo, encontró obstáculos que parecían insalvables y siempre los superó con clase. Le dio a cada carrera su ritmo. Hizo que lo inconcebible pareciera fácil. Al cabo de su jornada, los cronómetros, el agua y hasta los nadadores que le retaban dieron la impresión de plegarse a su mundo.

Hasta la última carrera, Phelps hizo que su objetivo pareciera inevitable. La realidad fue bien distinta. Estados Unidos nunca estuvo tan cerca de perder esta final. Desde que se instauró, en 1960, la carrera de los relevos de estilos examinó la excelencia de la natación de cada país poniendo a prueba a los mejores en las cuatro técnicas. Estados Unidos no perdió nunca. Ganó once veces con once récords mundiales. Siempre se impuso por más de un segundo de diferencia. Pero en Pekín el viejo monopolio no fue tan evidente.

Australia y Japón salieron a dar la batalla. En los primeros 100 metros, el mayor espaldista de todos los tiempos, Aaron Peirsol, hizo la mejor posta de su vida (53,16s) pero sólo pudo adelantarse por 60 centésimas de segundo al australiano Hayden Stoeckel. En el segundo parcial, las cosas se complicaron más. Brendan Hansen, la estrella de la braza, pasa por una fase de melancolía. Nadó muy bien (59,27s), pero no supo aguantar la embestida. Kitajima y Rickard le adelantaron. Japón pasó al frente, detrás marchó Australia y en tercer lugar Estados Unidos. El equipo norteamericano se vio en un problema grave y Phelps debió salir a resolverlo.

Diez centésimas por detrás de Lauterstein y 50 por detrás de Fiji. No sólo tenía que remontar. Además, necesitaba abrir hueco para que su compañero Jason Lezak partiera finalmente con ventaja frente al australiano Eamon Sullivan.

Si el hombre más rápido del mundo salía a la par que Lezak en la última posta, el octavo oro de Phelps estaría perdido. Phelps lo sabía y nadó la mariposa en 50,15s. La posta más rápida de la historia. Un fondo de garantía para Lezak, que se enfrentó a su contrincante australiano con la suficiente holgura para cerrar la prueba con victoria. En 3m 29,34s. Otro récord mundial. El séptimo de Phelps. El último de su excepcional botín pekinés.

Michael Phelps, durante su última carrera en los Juegos de Pekín.
Michael Phelps, durante su última carrera en los Juegos de Pekín.AFP

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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