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Reportaje:FÚTBOL | Veinte años del acta de nacimiento de la mejor generación de jugadores españoles

La Quinta cumple 40

Un artículo periodístico de noviembre de 1983 dio origen a la aparición de Pardeza, Sanchis, Martín Vázquez, Butragueño y Michel

Santiago Segurola

Todavía hoy mantienen los rasgos esenciales que les convirtieron en la gran referencia generacional del fútbol español. Delgados y saludables, con 40 años cumplidos o a punto de cumplir, llegan por separado a la cita. Se sienten cómodos en el encuentro. Evidentemente son amigos, no la clase de amigos que se ven todos los días. Probablemente pasen días y semanas sin hablarse. Posiblemente les ocurría lo mismo cuando estaban en la cima de sus carreras. Se entrenaban juntos, jugaban como dioses y apenas intimaban. No, al menos, como grupo. Con ellos se dio la particularidad de verles como iguales cuando eran muy distintos, en el campo y en la vida. Podían tener caracteres muy diferentes, pero funcionaban en la misma onda y defendían una causa que fue básica en el cambio del fútbol español. Quizá no eran conscientes de ello, no al menos al principio, cuando la Quinta del Buitre apareció de la nada y se convirtió en uno de los signos de la modernidad española, cinco muchachos que trasladaron el fútbol del territorio popular al universo de los fenómenos sociológicos. El fútbol se hizo definitivamente aceptable con ellos, como si la transición también necesitara una formidable excusa en el capítulo futbolístico. No fueron pocos los intelectuales que salieron del armario y abandonaron sus prejuicios con la Quinta como coartada. En realidad, era una coartada perfecta. Aquellos chicos eran los representantes de la cambiante sociedad española. Eran muy jóvenes, se correspondían generacionalmente con la democracia estrenada apenas siete años antes y rompían con el dañino tópico del furioso fútbol español. Ellos pretendían otro objetivo: el juego como un acto de belleza. Pero todo eso ocurrió después, en el fervor que se produjo alrededor del Madrid que dominó el fútbol español en la segunda mitad de los ochenta. Antes necesitaron de un cronista que les alumbrara, como es de ley en las grandes generaciones. El cronista fue Julio César Iglesias, el hombre que adivinó el potencial de aquellos muchachos y lo definió en un reportaje inolvidable, el más impactante en la historia del fútbol español.

Eran jugadores de gran clase y defendían un hermoso modo de entender el fútbol
No fueron pocos los intelectuales que salieron del armario con la Quinta como coartada
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Hace 20 años, concretamente el 14 de noviembre de 1983, nació la Quinta del Buitre. Se sabe de la fecha porque así quedaron proclamados Butragueño, Michel, Martín Vázquez, Pardeza y Sanchis en la página que publicó EL PAÍS con la firma de Julio César Iglesias. Amancio y la quinta del Buitre se titulaba el artículo, 90 líneas de 65 caracteres que cambiaron el paisaje del fútbol español. El título original era simplemente La quinta del Buitre, y así quedó en la memoria de los lectores y en la leyenda que siguió a su publicación. "Se añadió el nombre de Amancio porque a alguien le pareció excesivo dedicar una página a unos mocosos desconocidos", recuerda el periodista. Con la perspectiva del tiempo, los cinco admiten que no fueron conscientes de la trascendencia del momento -"quién lo puede ser con 18 años", comenta Sanchis-, pero no ocultan su gratitud con Julio César Iglesias. Se han reunido con él 20 años después. Una fotografía de aquel tiempo, firmada por Raúl Cancio, les recoge junto al resto de la plantilla del Castilla que ganó el campeonato de Segunda. Sólo Michel completó la temporada en el segundo equipo del Madrid. Los otros cuatro ascendieron inmediatamente, tal y como lo exigía el periodista en su reportaje. "Me sentía harto del juego rutinario del Madrid y comencé a explorar la cantera. Poco a poco, encajaron las piezas", dice Julio César Iglesias.

El más precoz fue Pardeza, que había llegado con 14 años de la Palma del Condado (Huelva). "Con 15 años había desarrollado el físico completamente. A esa edad, era imparable. Recuerdo que en un partido de la Copa juvenil marcó dos goles y le hicieron dos penaltis en un partido que el Madrid ganó 8-1 al Barça". Pardeza, actual director deportivo del Zaragoza, asiente al comentario. Recuerda perfectamente aquel encuentro y la fama que alcanzó como extremo juvenil. De hecho, antes que la Quinta fue Pardeza. Debutó con el primer equipo con 17 años, una temporada antes que Sanchis, Martín Vázquez y Butragueño. Sería el primero en abandonar el Real Madrid. "No puedo luchar contra un mito", dijo al fichar por el Zaragoza, donde viviría años formidables. El mito era Butragueño, emblema generacional y el menos previsto como jugador del Real Madrid. Se integró en el club a una edad tardía, casi con 19 años, procedente de los Calasancios. Al ojo de Julio César Iglesias no se le escapó la extraña figura de aquel chico rubio. Tenía los brazos largos, las piernas cortas, un extraño corte de pelo y una acusada tendencia a causar perplejidad en los defensas. Le llamaban Buitre. El resto es historia.

Julio César tiene una memoria prodigiosa. Si le falla, es el mejor fabulador posible. Apenas hay discrepancias con los protagonistas en los relatos de sus descubrimientos. Sitúa a Martín Vázquez en el equipo infantil del Madrid que conquistó el tercer puesto en el Mundialito de Buenos Aires. "Me quedé con un suelto de El Gráfico -la legendaria revista de deportes argentina- que citaba a un tal Martín como uno de los tres mejores de la competición". Durante las siguientes semanas dedicó sus mejores esfuerzos a buscar a Martín en las categorías inferiores del Madrid. "Cuando le veamos jugar, sabremos quién es", le comentó a Alfredo Relaño, por aquel entonces periodista de EL PAÍS y actual director del As. "Así fue. En un partido nos dio al ojo un centrocampista rubio que manejaba la pelota como quería, con las dos piernas. Era el tal Martín de El Gráfico, Martín Vázquez en su equipo". A Sanchis lo asocia a las frías tardes de invierno en la Ciudad Deportiva. "Una tarde estaba viendo un partido, no más de siete espectadores allí, uno de ellos Paco Gento, que comía pipas durante el encuentro. Sin más, me dijo: 'El cinco es el hijo de Sanchis (lateral del Madrid y de la selección en los años 60) y juega mucho mejor que su padre'. Me fijé bien y era verdad: mejor que su padre".

Michel fue el último en incorporarse al primer equipo del Madrid, no por falta de talento precisamente. "Creo que el primer Michel no encajaba bien en el ambiente jesuítico que presidía el club", apunta Julio César Iglesias. Futbolista de convicciones muy tempranas, era una estrella de la selección juvenil española y, junto a Martín Vázquez, el más exquisito entre las jóvenes promesas del Madrid. "Subieron todos y yo me quedé en el Castilla. Había cumplido 20 años. Pensé que tendría que dejar el club. Estuve a un paso de fichar por el Málaga". Pero cuando subió al primer equipo del Madrid, el éxito de Michel fue instantáneo. Con él se cerró el círculo que profetizó Julio César Iglesias: en 1985, la Quinta era definitivamente la referencia del Madrid. Tenían en común una clase impagable para jugar al fútbol. Además eran complementarios: Sanchis era defensa central, aunque su deseo pasaba por jugar de centrocampista; Michel se adaptó enseguida al puesto de interior derecho, posición que gobernó durante diez años; Martín Vázquez oficiaba de 10, quizá porque al entender de los entrenadores y de sus compañeros era el mejor de todos; Butragueño era El Buitre, ni más ni menos, un delantero atípico, de escaso trapío, con una sorprendente capacidad para relajarse en el área, justo donde delanteros y defensas están atacados por el miedo, y también con una capacidad poco valorada para tirar paredes y elegir la suerte correcta en cada jugada. Sólo Pardeza, pequeño y compacto, con una velocidad endiablada, tuvo dificultades para encontrar sitio. Dio pruebas más que suficientes de su categoría, mereció la llamada a la selección, pero delante tenía al mito.

A la Quinta del Buitre corresponde muy principalmente la transformación que ha sufrido el fútbol español. Eran jugadores de gran clase y lo hacían saber clamorosamente. En un país donde el fútbol alcanzaba el rango de pasión nacional, no había un cuerpo ideológico que definiera el estilo del fútbol. Eso de la furia era la sublimación de la nada con sifón. El carácter generacional de la Quinta, su irrenunciable defensa de un hermoso modo de entender el fútbol, sirvió para ampliar la mirada a una nueva generación de aficionados. Si el juego en España tiene algo que ver con el fútbol de ataque, con una cierta estética que valora primordialmente los recursos técnicos, con la generosidad frente a la racanería, se debe en primer lugar al efecto de la Quinta del Buitre y a la consagración del Dream Team que creó Cruyff en el Barça. Durante diez años esos dos equipos dominaron el fútbol español con autoridad y gran juego, además de crear algo parecido a una escuela de estilo, para desconsuelo de los sectores más reaccionarios del periodismo y del fútbol. No podían presagiarlo aquel 14 de noviembre de 1983, fecha de publicación del reportaje de Julio César Iglesias y acta de nacimiento de la mejor generación española.

Martín Vázquez, Butragueño, Pardeza, Sanchis y Michel, cada uno con una foto de su carrera futbolística, el pasado viernes en Madrid.
Martín Vázquez, Butragueño, Pardeza, Sanchis y Michel, cada uno con una foto de su carrera futbolística, el pasado viernes en Madrid.RAÚL CANCIO

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