_
_
_
_
_
TOUR 2000 Cuarta etapa

El gran día de Manolo Saiz

El director del ONCE sintió buenas sensaciones desde que le permitieron vestir de amarillo a sus corredores

"Marcos, levanta el culo"

Más información
Un día duro, exigente
Triunfo devastador del ONCE
ETAPA
GENERAL
EQUIPOS
JÓVENES
El 'sprint' y los 'sprinters'
OPORTUNIDAD PARA LA ESCAPADA.

"La felicidad no se mide". La sentencia es de Manolo Saiz, ayer a las cinco y media de la tarde. "No se puede estar más feliz o menos feliz". Él así lo entiende, pero diga lo que diga se le veía radiante como nunca. Era la victoria del ONCE, sí. Pero por encima de todo era su victoria. La de Manolo Saiz. La de un hombre firme en sus convicciones, meticuloso hasta la médula y polémico de cuando en cuando.Dice que ayer no era más feliz que en otras contrarreloj por equipos del Tour, en las que por una u otra causa siempre había fracasado. Sin embargo, sus ojos le contradecían. Y también su mente. Apoyado en la puerta trasera del autobús del equipo, con los pelos de la frente pegados por el sudor ya enfriado, con sus canas en la región occipital, y el bolígrafo cruzado entre los botones de su polo blanco, Manolo Saiz hizo un repaso a su vida como director, a sus historias en el Tour, a sus muchas desilusiones y a los pasajes más críticos. Era como si narrara su propia carrera en el Tour. Ayer entró el primero en la meta y se vistió de amarillo. ¿Jalabert? Sí, él es quien se pone el maillot, pero para Saiz es algo casi propio. Al fin y al cabo era en una contrarreloj por equipos. Su especialidad. Su niña bonita. Y su gran espina. Porque, a pesar de su espíritu detallista y escrupuloso y de haber dejado media vida en la preparación de las anteriores contrarreloj por equipos, nunca había ganado en el Tour.

Saiz siempre ha achacado las derrotas pasadas a jugarretas de la mala suerte. Ayer, en cambio, el día amaneció distinto. La organización del Tour, la misma con la que ha mantenido en los últimos años una guerrilla soterrada, permitió por primera vez que el ONCE vistiera de amarillo. ¿Una premonición? ¿Un anticipo? Seguro. Y también un anuncio de un cambio en la relación Saiz-Leblanc. "Es un signo de amistad entre el Tour y el ONCE". "Las fotos perduran mucho tiempo. Es la primera vez. No está mal. Habrá que pedir más veces en el futuro".

El caso es que el director pensaba que de todos los equipos que había traído al Tour en los años anteriores "éste era el menos claro para ganar la contrarreloj". Y, aun así, todo le marchó sobre ruedas. Laurent Jalabert se vistió de líder y el francés lo agradeció: "Manolo siempre nos da mucha confianza". "Estoy muy satisfecho, pero todavía", añadió, "es el cuarto día y no hemos hecho nada de nada". Y no sólo eso. Para más gloria de Saiz, el segundo clasificado es del ONCE, David Cañada, uno de los hombres clave de la etapa. Y también el cuarto, Abraham Olano. Y el sexto, y el séptimo...

Por supuesto, no faltó la anécdota de los fardos -que se cayeron delante de los corredores poco después de la salida, aunque sin consecuencias-, que le hizo refrescar viejos fantasmas. "Habrá sido un desalmado", comentó el director, entre bromas. Y la penalización de 20 segundos por decisión de los jueces. Pero al margen de estos detalles, ayer menores, nada privó a Saiz de su gran día. Él, como siempre, lo tenía todo bajo control. Siempre hay algo que le distingue del resto. Esta vez, repartió auriculares a los nueve corredores y dio instrucciones personalizadas a todos y cada uno. No calló. "Todavía no me han dicho nada, pero en el hotel seguro que me echan la bronca".

Por si fuera poco, también usó el altavoz para hacerse oír en casos extremos, como cuando Serrano se quedaba descolgado en el puente. Al director no le valían deserciones. "¡Marcos, levanta el culo!", gritó al corredor, entre otras frases.Tensión, como siempre. Manolo Saiz puso nervioso hasta al serenísimo Marino Lejarreta, que iba en el mismo coche. No calmó el nervio ni al terminar la etapa, con la victoria ya en la mano. Desoyó el alto que le dio un gendarme y por poco lo atropella para llegar cuanto antes al autobús del equipo. El policía le persiguió cien metros a pie, dio varios golpes al coche, rabió un rato y cuando vio que una marea humana se abalanzó sobre Manolo Saiz le pareció suficiente escarmiento.

Llegó entonces el bendito agobio que buscan todos los directores en el Tour. Iván Gutiérrez, el chaval, que se había encontrado allí con su novia, Alicia, no daba crédito. "¡Que hemos ganado una etapa en el Tour!", repetía el joven ciclista.

Tras hablar largo rato por teléfono con el presidente del ONCE dentro del autobús, Manolo Saiz se dejó interrogar. Y dijo lo que tenía guardado desde mucho tiempo atrás. "Llevo 12 años demostrando cosas y la gente me sigue criticando. ¿Qué es eso? ¿Idiotez personal de algunos?", respondió a las primeras de cambio. Y siguió reivindicándose: "Hemos ganado demasiadas cosas en la vida. Con otro nombre dirían que somos la gloria de la década. Hay que tener en cuenta que hemos convivido con la era Induráin, y hemos sobrevivido a ella".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_