_
_
_
_
_

Cinco alpinistas españoles mueren en su primera expedición al Himalaya

Los jóvenes, tres navarros y dos guipuzcoanos, perdieron la vida en el monte Pumori a causa de un alud

Los cinco montañeros españoles -tres navarros y dos guipuzcoanos- desaparecidos en la madrugada del miércoles en el monte Pumori (7.161 metros, Nepal) fueron dados ayer por fallecidos, probablemente a causa de un alud de nieve cuando intentaban alcanzar la cumbre. Los jóvenes, de entre 22 y 27 años, realizaban su primera expedición a la cordillera del Himalaya, pero disponían de experiencia suficiente en otras cordilleras. Cinco víctimas que se añaden a una larga lista de accidentes en el alpinismo español. Otros cuatro españoles murieron en el mismo sitio en 1989.

Más información
accidente
35 muertos en los últimos diez años
Pepe Garcés muere en el Dhaulagiri
Dos montañeros mueren al tratar de escalar el Naranjo de Bulnes
Hallan el cadáver de otro de los montañeros perdidos en los Pirineos

Los navarros Aritz Artieda, Javier Arkauz y César Nieto y los guipuzcoanos Beñat Arrue e Iñaki Ayerza salieron del campamento hacia la una de la madrugada con intención de alcanzar la cumbre. Habían pactado ponerse en contacto con los otros cinco miembros de la expedición a las cuatro.

Llegada la hora y ante la falta de noticias, se solicitó a una agencia local un helicóptero de rescate que sobrevoló la zona y descubrió unas mochilas y algunas prendas de vestir. Ante los indicios de que se hubiera producido un accidente, el jefe de la expedición, Benantzio Irureta, decidió ascender al punto previsto, en el que avistó dos cuerpos sin vida que, por las dificultades de la zona, no pudo identificar, junto a enseres de montaña.

El hecho de que ambos cadáveres se encontraran en el área conocida como El escupidero, a 5.500 metros de altura, donde suelen finalizar los aludes de nieve, habituales en el monte Pumori, hizo pensar que los cinco jóvenes alpinistas podrían haber sido arrastrados por un alud cuando intentaban hollar la cima.

El accidente de estos jóvenes alpinistas, que disponían de una beca de la Federación Vasca de Montaña, se convierte en uno de los más graves producidos en los últimos años y culmina una semana negra para el alpinismo español. El pasado sábado fallecía en el Dhaulagiri (8.172 metros, Nepal), Pepe Garcés, un montañero zaragozano con ocho ochomiles en su haber, que murió al desprenderse un bloque de hielo cuando procedía al descenso.

El 28 de julio de 2000, Félix Iñurrategi, un joven montañero vasco, acreditado por su seguridad y experiencia, dejaba la vida en el Gasherbrum II (8.035 metros, Pakistán) tras un fatídico resbalón. En enero de 2001, 11 montañeros perdían la vida en el Pirineo catalán a causa de una tormenta de viento y nieve en pleno temporal. Más atrás en el tiempo, en los años 70, nueve montañeros fallecieron en la misma zona, por fatiga y congelación, cuando realizaban una travesía.

La montaña es un cúmulo de noticias felices y luctuosas. Éxito y fracaso, como únicos argumentos aunque los alpinistas más románticos, sin embargo, repitan que 'lo importante es el camino', subir las montañas, porque están ahí, sin más. Aludes, desprendimientos, congelación y caídas son las principales causas de fallecimientos en la montaña, una actividad cada vez más comercial y masiva.

Una especie de 'postal ilustrada', en expresión de Reinhold Messner -el primer hombre que holló los 14 ochomiles del planeta-, que se corresponde con algunos datos recientes: en abril de este año, al menos 15 expediciones coincidían en la vertiente sur del monte Everest, sin contar las comerciales que comparten permiso para abaratar costes. La montaña más alta del mundo aúna su imagen de culto, para los montañeros, con la de lugar turístico, para los excursionistas.

La tragedia, sin embargo, sigue asociada a la montaña como una realidad inevitable. Messner propuso en 1997 una conferencia europea de alpinistas para estudiar los errores que se cometen en la montaña. Hacía aquella petición a raíz de que los Alpes se hubieran cobrado en apenas dos semanas casi 50 víctimas mortales.

La juventud de los cinco montañeros vascos fallecidos no explica la causa del accidente. Los alpinistas Mari Abrego y Josu Bereziartua, portavoces de las familias en Pamplona y Azpeitia, han insistido en que actuaron correctamente, tanto en la hora elegida como en la forma del ascenso. No obstante, el Pumori, a pesar de ser un sietemil, es de una dificultad técnica reconocida por todos los alpinistas y convergen muchos riesgos de avalanchas en esta época del año. Sin embargo, las noticias aún no son muy concretas como para definir las circunstancias del accidente.

Lo cierto es que el himalayismo se ha cobrado, en los últimos 25 años, 18 víctimas entre los montañeros del País Vasco, una comunidad en la que se sublima la montaña por encima del deporte y se multiplican los aficionados y las expediciones. En cierto modo, el Himalaya se ha convertido en un cementerio de ilusiones, donde se pierde la vida o se destroza la imagen de una zona mítica.

Los jovenes navarros y guipuzcoanos apuraban la temporada posmonzónica tras llegar a Nepal el 27 de septiembre, algo más tarde de lo normal para una expedición. También se apuntan estrategias diferentes en el intento de hacer cumbre. Según algunos expertos, la arista sureste acumula riesgos de avalanchas, sobre todo tras el monzón, cuando hay más nieve en la montaña. Así, se recomienda pasar sólo una vez, por lo que extraña que los expedicionarios pretendieran instalar un campo a 6.600 metros de altitud. En 1989, cuatro miembros de una cordada extremeña perdieron también la vida en esa zona: los hermanos Pablo y José de Miguel, Francisco Salgado y Antonio Luis Galea.

El Pumori no tiene el glamour del Himalaya, demasiado vencido al mundo de los ochomiles, pero se antoja un monte peligroso y de extrema dificultad.

Casi al mismo tiempo que se conocía la noticia de la desaparición de los cinco montañeros vascos, las agencias anunciaban el éxito de ocho de Granollers (Barcelona) que habían conquistado la cima del Mera Peak (6.476 metros) cuando realizaban una ruta de aproximación previa a la ascensión del Baruntse (7.129 metros).

Las dos caras de la montaña: el éxito ocasional y el fracaso definitivo. La ilusión y la tragedia. La primera incursión en el Himalaya de estos cinco jóvenes, de una expedición de diez, se saldó con la cara más desagradable del alpinismo: una tragedia más a añadir a su larguísimo bloc de notas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_