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Reportaje:SUDÁFRICA 2010

Sudáfrica gana el primer partido

El país se vuelca con el inicio mañana del Mundial y miles de seguidores llenan las calles de color y del sonido de las vuvuzelas para acompañar a sus jugadores - En la selección española, Iniesta es duda para el debut

José Sámano

Sudáfrica es una verbena mundial. El fútbol, su Mundial , impregna todo Johanesburgo. Su calado es extraordinario. Para lo bueno y lo malo. No hay valla publicitaria que no aluda al evento (Todos unidos, dicen algunas referentes a los bafana bafana) y en los claustrofóbicos atascos pestañean sin cesar los colores de la bandera nacional, ya sea adherida a las ventanas de los coches o enfundadas en los retrovisores. Al amanecer, no hace falta despertador alguno. Máxime, si se tiene enfrente un colegio infantil en el que se han repartido vuvuzelas, unas trompetas de plástico cuyo ensordecedor eco es una lapa en el oído de cualquiera.

Ayer, desde primeras horas de la mañana, la festiva matraca se extendía por gran parte de la ciudad. Los jugadores sudafricanos eran paseados por las calles en un autobús descubierto, entre miles de aficionados, pese a que el seleccionador, el brasileño Carlos Alberto Parreira, se quejó de tanta euforia cuando aún no ha echado a rodar el balón. Para ellos, para los bafana bafana, era imposible recibir mayores vibraciones que las de la gente. Su onda expansiva alcanzará todos los rincones del país. Esa es la idea, al menos, lanzada ayer por el departamento para el Desarrollo Rural y la Reforma de la Tierra, que ha promovido 45 zonas comunes para dar cobertura televisiva a casi 600.000 residentes rurales. Según este organismo, las transmisiones se podrán seguir en los 11 idiomas oficiales a través de la cadena pública SABC.

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En Johanesburgo, en medio de sus mayúsculos contrastes sociales, todo gira en torno al Mundial. No hay atajos para aquel al que el fútbol le haga sentirse un marciano. No hay camarero, chófer o taxista que evite el interrogatorio: "Spanish...? Torres, Fernando Torres". El ariete del Liverpool tiene gancho, mucho gancho. El fútbol español tiene un gran seguimiento en Sudáfrica y la Premier League, aún más. La selección tiene tirón y, tras el 6-0 a Polonia, ha aumentado la admiración entre los sudafricanos, por más que, como los seguidores españoles, lamenten la posible baja de Iniesta para el estreno, ante Suiza, el día 16.

En la plaza Nelson Mandela, camuflada entre los hoteles de mayor enjundia y refugio nocturno de la prensa internacional, bajo el decorado futbolero predomina el amarillo, el color local. Y así será durante todo el campeonato no solo por el papel anfitrión de Sudáfrica, sino también porque los aficionados de todo el planeta han emigrado menos que nunca hacia un Mundial, condicionados por las distancias y los precios.

A un día del estreno, con Sudáfrica y México como lanzaderas del torneo, las infraestructuras y la seguridad son los temas capitales en todo corrillo mediático. En los aledaños del Soccer City, el flamante estadio construido en las afueras de Johanesburgo, los accesos y las zonas de aparcamiento aún son de tierra, con lo que puede suponer si arrecian las lluvias en esta época invernal al pie de África. El pasado martes, en hora de sobremesa, desde el barrio de Sandton, principal foco financiero de la ciudad, hasta el estadio inaugural, a unos 20 kilómetros, el trayecto suponía cerca de 90 minutos. Ya en el Centro de Acreditaciones, la incondicional amabilidad del voluntariado aliviaba los sofocos previos.

Johanesburgo no tiene la exclusividad del tráfico empachoso y Sudáfrica tampoco es el único país con problemas de seguridad, pero corre el riesgo de que se atice la hoguera. Bastan unas horas en la capital para escuchar un listado de sucesos: desde un periodista chileno llevado hasta su hotel a punta de navaja para ser desvalijado hasta un asalto en la madrugada del miércoles a un hotel de Magaliesburgo, a 100 kilómetros de Johanesburgo, donde se alojaban principalmente periodistas portugueses. Hubo robos en las habitaciones y algunos fueron reducidos a punta de pistola. Con fundamento o sin él, la psicosis es generalizada, por más que en otros grandes eventos deportivos en otras puntas del globo también hubiera incidentes. Sobre Sudáfrica, sobre África, pesa, y mucho, el escepticismo general. Con un Mundial o unos Juegos Olímpicos a cuestas, no hay país que se libre del escrutinio universal. Sudáfrica no será una excepción. "El Gobierno no tolerará ningún comportamiento inseguro, perjudicial o revoltoso que afecte negativamente a aquellos que acudan al evento. Todos tenemos la responsabilidad de garantizar un Mundial seguro", subrayó ayer en un comunicado el Ejecutivo sudafricano.

El fútbol, como ya lo fue el rugby a mediados de los noventa, se ha convertido, más si cabe, en otro gran escaparate para un país que, pese a sus muchas tensiones internas, busca el reto de convertirse en un gigante emergente. El camino ha sido espantoso, tortuoso como pocos. Mañana se levantará el telón del fútbol con Mandela al frente. Justamente 46 años antes, el 11 de junio de 1964, siete camaradas y él fueron condenados a cadena perpetua por sabotaje en el juicio de Rivonia.

Mientras tanto, Sudáfrica juega otro partido. Ayer, con su baño de masas, ya ganó el primero.

Miles de seguidores acompañan a los jugadores sudafricanos por  las calles de Johanesburgo.
Miles de seguidores acompañan a los jugadores sudafricanos por las calles de Johanesburgo.GETTY IMAGES
Fiesta en Ciudad del Cabo.
Fiesta en Ciudad del Cabo.REUTERS

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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