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VUELTA 97

"No voy ni en el llano, es imposible"

Abraham Olano abandona en el kilómetro 83, vacío de fuerzas

Carlos Arribas

Lo peor no es quizás el infierno que pasó en los primeros 83 kilómetros, en el puerto de la Ragua y en el Alto de Berchules. No, seguramente no fue lo peor para Abraham Olano ver cómo se descolgaba de un pelotón de 140 corredores, ver cómo se "abría dos veces"; ver cómo tampoco en el llano aguantaba el ritmo -"no voy ni sentado ni de pie, no voy en el llano, es imposible", decía, desesperado, a su director Eusebio Unzue; tampoco encontrarse "con las mismas sensaciones que en el Tour, o incluso peores". Aunque sea la primera vez que abandona una carrera por imposibilidad de seguir, vacío de fuerzas -"no me ha costado mucho tomar esta decisión, me ha costado demasiado", dijo-, lo peor tampoco fue bajarse del coche en el avituallamiento, en el kilómetro 83. Quizás lo peor de esta Vuelta de la ilusión había llegado la víspera, cuando se quedó en la Cabra Montés inesperadamente y revivió lo que más quería olvidar, el Tour de sufrimiento. Después de eso, el abandono era una salida lógica, aunque dura. Seguir sufriendo dos semanas más no tenía ningún sentido, y más cuando la recompensa sólo podría ser mínima. Era un castigo sin sentido.Lo peor, así, son las dudas. Olano no quiso hacerlas públicas, tampoco las posibles respuestas a los porqués. En su equipo tampoco encontraban explicación, todo seguían siendo preguntas. ¿Cómo es posible que Olano esté así? Sólo una pregunta. "No podemos engañarnos y salir con lo típico de que ha sido un virus raro o algo así", dicen sus directores. "Nosotros también necesitamos saber lo que pasa". Nadie cree, ni siquiera se atreve a sospechar, que Olano sea un bluff. Nadie duda de que hay algún problema, nacido antes del Tour, y no solucionado aún.

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Enigmáticamente, Olano, a iniciativa propia, citó toda la mañana el nombre de su médico hasta el Tour, Michele Ferrari. Era una pista que había que seguir. El controvertido entrenador italiano ha negado toda la temporada ser el preparador de Olano. Antes del Tour lo decía sin lógica, después, con razón. A finales de julio dejó de enviarle planes de entrenamiento y de llamarle por teléfono para enterarse por su estado. Olano se dedicó en agosto a recuperar y mantener, con sólo cuatro entrenamientos de calidad, y llegó a la Vuelta con unos resultados excelentes en las analíticas. Sin embargo, a las primeras de cambio, peor que nunca.

Unzue dice que su buen estado en el mes de agosto no fue más que un gesto de agradecimiento de su cuerpo por haberle dejado descansar después del Tour. Sin embargo, Olano, como Rominger, pertenece a la escuela del entrenamiento como única verdad absoluta. Cualquier problema se resuelve entrenando más. Las carreras llegan a ser para él un periodo de menor trabajo; lo más duro lo hace machacándose en solitario. Olano lleva ese régimen desde hace años.

Mañana mismo, Olano, después de hacerse analíticas, volverá a subir a la bicicleta. El Mundial contrarreloj se corre en su casa, en San Sebastián, y una mejor recuperación moral que un éxito allí no halará nunca.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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