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Alan García

CUANDO REGRESÓ A PERÚ A FINALES DE ENERO, EL 80% DE LA GENTE CREÍA QUE ERA UN DELINCUENTE

El candidato a la presidencia del Perú, que competirá con Alejandro Toledo en una segunda vuelta, trata de borrar la imagen de haber sido uno de los peores gobernantes en la historia del país.

Tras dar a luz en la maternidad de Lima, el 23 de mayo de 1949, la primera visita que realizó Nytha Pérez con su bebé fue a la cárcel, donde el padre de la criatura, Carlos García, cumplía condena por pertenecer a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el histórico partido político peruano. El pequeño Alán siguió los pasos de su padre, a quien conoció cuando ya había cumplido los cinco años. A los 12 ya pertenecía al partido, como toda su familia, y un año después pronunció su primer discurso. Aquel chico tenía madera de político. Su carrera llegó a lo más alto: presidente de la República a los 36 años.

INSCRIBIÓ SU CANDIDATURA EN EL ÚLTIMO MOMENTO, EN CONTRA DE DIRIGENTES DEL APRA QUE APOYABAN A TOLEDO

Previamente, Alán García Pérez había estudiado Derecho en la Universidad Católica y en la Universidad de San Marcos, y había pasado por la Sorbona de París y la Complutense de Madrid, donde Manuel Fraga Iribarne dirigió su tesis doctoral sobre Derecho Constitucional Comparado latinoamericano. Padre de cinco hijos, uno del primer matrimonio y cuatro del actual con la argentina Pilar Nores, sus principales aficiones son la lectura, la escritura, la gimnasia y cantar boleros.

Alán García recibió la banda presidencial en julio de 1985 después de una rotunda victoria en las elecciones. Su índice de popularidad superaba el 90%. Perú venía de fracasar consecutivamente en varios programas de estabilización con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el país sentía todavía la resaca de la crisis de la deuda de 1982. Su primer paso fue anunciar que Perú reduciría el pago de la deuda al 10% de los ingresos por exportaciones. García creyó que otros gobiernos latinoamericanos le seguirían, pero se quedó solo contra el FMI.

En el frente interno puso en marcha un programa de emergencia para reactivar la demanda e impulsar el consumo. El plan funcionó el primer año y después empezó a agotarse. El déficit fiscal iba en aumento (consecuencia de la política de subsidios en la Banca de Fomento en todos los sectores) y las reservas internacionales descendían de manera alarmante. Se imponía un ajuste.

El presidente acusó a los empresarios de no cumplir sus compromisos de inversión y optó por una huida hacia delante. En julio de 1987 decidió nacionalizar la banca, las empresas financieras y las compañías de seguros. Fue un golpe mortal. El nivel de aceptación popular de García, que estaba todavía en niveles récord, cayó en picado. El empresariado reaccionó en bloque contra el Gobierno. La ley de nacionalización de la banca fue aprobada en la Cámara de Diputados, pero el Senado no dio la luz verde. La clase media se levantó contra García que, a su vez, contraatacó convocando a los peruanos a la movilización popular. En el Gobierno, el único ministro que rechazó el plan de nacionalización fue el ministro de Industria, Manuel Romero Caro, que dimitió.

Finalmente, la medida se paralizó porque un juez de primera instancia falló en contra. El Gobierno respetó el fallo judicial. 'Se rompió el encanto y terminó la luna de miel con García. Empezó la fuga de capitales, se acentuó la desconfianza, las expectativas se tornaron negativas, y la inversión se desplomó', recuerda Romero Caro, actual director del diario Gestión. En septiembre de 1988 había que hacer otro ajuste que tampoco funcionó y se desató la hiperinflación, mal que en aquellos tiempos aquejaba a varios países de la región.

Cuando García llegó a la Presidencia la organización Sendero Luminoso ya era una amenaza. Desde la sierra andina trasladó la violencia a la capital, que vivió el terror de los coches bomba y los paros armados. Los militares respondían con la misma moneda. En 1986, los presos senderistas se amotinaron en tres penales de Lima. La brutal represión dejó 248 reclusos muertos, muchos de ellos rematados en el suelo.

García fue acusado de enriquecimiento ilícito y corrupción en tres causas penales que la Corte Suprema, en sus tres instancias, archivó en 1991 por falta de pruebas. Tras el autogolpe del presidente Alberto Fujimori, en abril de 1992, García tuvo que huir de Perú y se exilió en Colombia. La justicia reabrió las causas que habían sido cerradas y para evitar su regreso, el Congreso aprobó la llamada ley de la contumacia (las causas no prescriben mientras el acusado esté fuera del país), y la ley anti-impunidad, conocida como ley anti-Alán (una persona con procesos abiertos no puede ser candidato).

En enero, la Corte Suprema falló que las causas habían prescrito, lo que coincidió con una recomendación en el mismo sentido de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Alán García inscribió su candidatura presidencial en el último momento, en contra de la opinión de muchos dirigentes apristas que preferían apoyar al candidato de Perú Posible, Alejandro Toledo. El APRA apenas había logrado el 3% en las elecciones de hace un año. 'Cuando regresó a Perú a finales de enero, el 80% de la gente creía que era un delincuente después de 10 años de campaña en su contra', dice un colaborador suyo.

Sesenta días, la campaña más corta de todos los candidatos, bastaron para colocar a García en segundo lugar en los comicios del 8 de abril, con más del 25% de los votos, y abriéndole el paso a la segunda vuelta, junto a Toledo. Diez años después de dejar el poder, mantiene su extraordinario poder de seducción, con un carisma y una oratoria fuera de lo común. Nadie discute que ha hecho la mejor campaña. Pero otra cosa muy distinta es gobernar, y en este terreno la falta de credibilidad del candidato del APRA despierta tremendos recelos. Uno de sus colaboradores asegura que Alán García quiere quedar bien ante la historia y borrar la imagen de que fue uno de los peores gobernantes que ha tenido Perú. La historia dirá si el nuevo Alán García ha aprendido de sus errores del pasado.

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