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La crisis del euro

Alemania allana el camino para que el BCE compre deuda a gran escala

Berlín y París negocian grandes cambios en la integración fiscal de la eurozona.- Los asesores alertan a Merkel del "desastre" si el Eurobanco no actúa. -'Die Welt' afirma que estudian eurobonos de los países triple A

Cambios radicales para poner en marcha una mayor integración fiscal y, por fin, la posibilidad de que el Banco Central Europeo (BCE) compre deuda a gran escala para suavizar la crisis fiscal. Aún no hay una sola decisión firme, pero Berlín y París han lanzado este domingo varios mensajes para que en la próxima cumbre, a principios de diciembre, se empiece a perfilar un modelo de reforma del Pacto de Estabilidad que estreche los lazos políticos y fiscales del euro. Alemania y Francia negocian modificaciones contundentes en la estructura de la eurozona, según han confirmado fuentes oficiales de la UE, explorando vías para una mayor integración que podrían valer para una decena de países en el corazón de la eurozona. Eso supondría poner en marcha una Europa de varias velocidades.

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"Se están barajando varias opciones y las cosas se mueven con mucha rapidez", dijo un portavoz de la Comisión a Reuters. Pese a que las líneas de maestras aún no están claras, el acuerdo tendría un efecto indirecto fundamental para el devenir de la crisis de la eurozona: allana el camino para que el BCE compre deuda de forma masiva, algo a lo que hasta ahora se han resistido tanto el Eurobanco como Berlín.

Para que pueda aplicarse cuanto antes ese Pacto de Estabilidad reforzado, Berlín y París barajan aprobar el plan de forma bilateral entre los Estados, solución que evitaría las largas negociaciones necesarias para cambiar los Tratados de forma vinculante. La legislación europea permite este tipo de acuerdos bilaterales, descritos como de "cooperación reforzada", siempre que cuenten con el apoyo de al menos ocho socios. Un proceso parecido se aplicó para anular los controles fronterizos en los acuerdos de Schengen de 1985. Los nuevos planes no se han concretado, pero se espera que la canciller alemana Angela Merkel y el presidente de Francia Nicolas Sarkozy los presenten en la cumbre del 9 de diciembre. Su aplicación supondría la entrada en vigor de una Europa de varias velocidades: por un lado, los países capaces de aceptar las duras condiciones que reclama Alemania para imponer un estricto control presupuestario. Y los demás, por otro: Grecia, Irlanda y Portugal tendrían serias dificultades para acceder a esa zona euro reforzada, aunque Reuters cita también otros casos, como los de Eslovaquia, Italia y España, que podrían quedarse fuera del vagón de cabeza que capitanea Berlín.

Está por ver qué papel se reserva al BCE, pero las especulaciones ya se han desatado: en Alemania se habla de la posibilidad de que se abra la puerta, por fin, a la compra de deuda a gran escala. Uno de los sabios que aconseja al Ejecutivo alemán, Peter Bofinger, ha asegurado que hay serios riesgos de un "desastre real" si el BCE no actúa de inmediato. Durante los últimos meses, Merkel y el banco central alemán (Bundesbank) han insistido en que el mandato del BCE le impide ampliar el programa de compra de deuda. El propio BCE no deja de mostrar reticencias. Pero fuera de Berlín y Fráncfort, pocos dudan de que eso contendría la espiral en la que se han metido los bonos europeos, a la que ya ni siquiera Alemania es inmune.

Otra posibilidad muy debatida es la emisión de deuda conjunta de la eurozona, los llamados eurobonos. Encuentra enormes resistencias en Alemania, que vería encarecer su deuda en beneficio de la de sus socios. No está claro si las medidas de refuerzo del pacto de estabilidad serían suficientes para justificar la emisión de eurobonos, pero el jefe del Bundesbank, Jens Weidmann, dejaba una puerta abierta a esa posibilidad en una entrevista reciente. Eso sí, "una vez culminado el proceso de integración".

Sobre esta opción, aunque matizada, hoy Die Welt afirma que el gobierno alemán estudia la posibilidad de adquirir conjuntamente bonos con otros cinco países de alta solvencia crediticia -la llamada triple A- para protegerse ante los mercados y, además, reforzarse en caso de tener que salir en ayuda de países como Italia y España. Junto a Alemania, también gozan de esta especie de matrícula de honor de la solvencia Francia, Finlandia, Holanda, Luxemburgo y Austria. Sin embargo, estos bonos no serían deuda compartida entre los 17 miembros de la zona euro, es decir, eurobonos, fórmula que Merkel rechaza, sino una suerte de bonos de élite o bonos de la triple A.

Esa es la clave de bóveda de todo el proceso: Alemania quiere imponer ese modelo de Europa, que deja en el alero el rol de la tercera y la cuarta economías del euro, Italia y España. El Elíseo ha lanzado este domingo un mensaje al respecto hacia Roma: París se ha visto obligado a matizar el recordatorio que Sarkozy y Merkel hicieron a Mario Monti durante la cumbre en Estrasburgo, cuando le dijeron que si Italia se hunde "eso supondrá inevitablemente el final del euro y provocará una parada del proceso de integración europea de consecuencias imprevisibles". París recuerda que Roma tiene deberes por hacer, según ha explicado un portavoz del Elíseo. Pero la presencia de Monti en las reuniones con Merkel y Sarkozy da a Italia una posibilidad de influir en las negociaciones sobre el refuerzo de la eurozona: "Alemania, Francia e Italia quieren ser el motor de una Europa mucho más integrada", ha dicho la ministra Valérie Pécresse.

Angela Merkel saluda a Mario Draghi en la despedida de Jean Claude Trichet, en octubre.
Angela Merkel saluda a Mario Draghi en la despedida de Jean Claude Trichet, en octubre.EFE (ARNE DEDERT)

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