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La crisis del euro
Columna
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Fráncfort nos cocina un disgusto o un mazazo

Xavier Vidal-Folch

Si va regular, será un disgusto. Si va fatal, será un mazazo.

El Banco Central Europeo (BCE) decidirá hoy en Fráncfort, si un maremoto no lo impide, un alza del tipo de interés del euro: ¿de 25 cents, o un cuartillo? ¿de 50 cents, o dos cuartillos?

El perjuicio de una decisión así, tras dos años al 1%, será sensible: encarecerá el dinero.

Desglosemos. Primero, encarecerá las hipotecas (y pues, disminuirá la renta familiar disponible y el ahorro), que están referenciadas al euríbor (European Interbank Offered Rate). Ese es el tipo interbancario europeo, promedio del de 42 bancos, al que se prestan dinero las entidades de la eurozona, que va paralelo al tipo del euro.

Segundo, encarecerá a los bancos y cajas su materia prima, el dinero: lo comprarán más caro, pero como solo podrían repercutir parcialmente ese aumento a su anémico cliente final, prestándoselo también más caro, se reducirá su margen de intermediación. Esa reducción agravará la situación de las entidades ya en dificultades, presionando a la larga sobre los FROB y los Estados.

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Tercero, encarecerá la deuda embalsada, pública y privada.

Cuarto, encarecerá el dinero a empresas y familias, perjudicando la reactivación de Alemania y Francia, y retrasando la recuperación de España e Italia, que crecerán menos que los líderes este año, en torno al 1%.

En suma: dinero más caro, menos renta, menos consumo y/o ahorro, menos comercio, menos crédito, menos inversión, menos empleo.

¿Por qué pues subir los tipos? Para atajar otro mal, la inflación, de cuyo control se cuida el BCE. Su presidente, Jean-Claude Trichet, preanunció la subida el 3 de marzo, al hablar de los "riesgos al alza" de los precios. "La posición del Consejo", añadió, "es que es posible una subida de tipos en la próxima reunión": o sea, hoy. Nunca fue tan claro manejando el opaco lenguaje de los banqueros centrales.

Pero el astuto zorro plateado juega con la ventaja del árbitro. Trichet ha aportado a Fráncfort una sibilina táctica militar, la alerta o amenaza creíble: la sola sugerencia de que recetará purgas de aceite de ricino, ya provoca resultados en los agentes económicos, que evitarán la ingestión alimentaria excesiva para sortear la cura. En parte logrados. En un año, el euríbor ha pasado del 1,21% al 1,96%.

Pero mientras en España angustia el paro, en el cogollo de eurolandia preocupa la inflación. La eurozona acabó 2.010 con un alza del 2,2% (por el 3,7% en Reino Unido), y la alemana subió al 2% en enero, la cifra más alta en dos años.

No es un capricho. El estertor de las nucleares japonesas y el disparo del crudo por Libia y compañía inauguran la quinta fase de la crisis, la energética, entremezclada con las anteriores: las hipotecas basura; la explosión de la banca; la recesión de la economía real; y el estallido de la deuda soberana.

El barril de petróleo supera los 120 dólares, triplica los mínimos de diciembre de 2008, y se ha encarecido casi un tercio este año. Quizá esta escalada -también de alimentos y otras materias primas- será temporal. Así lo cree la OCDE, pues la inflación del área euro en 2008 fue del 3,3%, con un petróleo a 150 dólares. Será temporal. Pero es.

Por eso el 21 de marzo, Trichet atornilló: "Es esencial en este momento evitar que el reciente aumento de la inflación se traduzca en una segunda ronda de efectos", en precios y salarios. ¡Parece resucitar el viejo encono inflación-empleo!

Ahora bien, entre capricho e histeria hay distancia, Un alza de tipos de un 0,25% mellará el crecimiento, aunque quizá no lo saje: añadirá drama, sin allegar tragedia. Pero si es el heraldo de una secuencia de subidas, como es marca de la casa, entonces el disgusto se convertirá en mazazo. Y el último gesto de Trichet redoblará el error al que los talibanes le indujeron en julio de 2008: subir tipos al inicio de la recesión y a semanas del cataclismo de Lehman Brothers.

Porque los talibanes siguen echando gasolina al incendio. Así, el economista-jefe Jürgen Stark (FT, 31 de marzo) se opone "enérgicamente" a que "la difícil situación económica de algunos de los países de la eurozona" se considere "como factor que (...) debería influir en las decisiones sobre política monetaria del BCE", que debe "adecuarse a todos". Pues claro, a todos, no solo a los mejores. Pues claro, también a quienes pasan apuros: si no los superan, todos sufrirán.

Y no pesa argüir otra vez, como hace, que el BCE solo debe domeñar la inflación y no salvar el crecimiento. Stark sigue sin aprenderse el artículo 3 del Tratado de Lisboa y los 119 y 122 del TFUE. No vale sumar sin leer.

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