_
_
_
_
_

Moody's contra el Banco de España

Las discrepancias entre el tamaño del agujero en la banca reavivan el pulso entre el supervisor y la agencia - Bruselas quiere acabar con el oligopolio de las calificadoras

Jueves 10 de marzo: día D para el sistema financiero. El Banco de España escoge esa fecha para dar un golpe de autoridad con la publicación de la cifra más buscada: los números del agujero en la banca. Pero a primera hora de la mañana la agencia Moody's baja un escalón la nota de solvencia de España. En contra de su procedimiento habitual, resuelve anticipadamente su decisión sobre la calificación. Y de paso, siembra dudas: las razones que guían esa rebaja son el limitado avance de la economía, las cuentas de las autonomías y, ante todo, el coste para el Estado de la capitalización de la banca, que cifra entre 40.000 y 50.000 millones. Moody's prefiere no esperar a los datos del Banco de España (se supone que la mejor información posible: la agencia audita al 90% del sistema y debe extrapolar el resto), omite deliberadamente esas cifras y acapara portadas. Horas después, el Banco de España reduce el agujero a 15.500 millones. Demasiado tarde: ese dato nace malherido por la jugada de Moody's. El pulso está en marcha.

La UE propone una Fundación Europea de calificación crediticia
Moody's, S&P y Fitch controlan el 94% del negocio en ese sector
Más información
Incentivos y Moody's
Las pruebas de esfuerzo congelan el interés de los inversores en las cajas

Moody's es un mal enemigo. "En el mundo hay dos superpotencias: EE UU y Moody's. EE UU puede destruirte arrojando bombas y Moody's degradando tu solvencia. No está claro quién tiene más peligro", según Thomas Friedman, columnista del New York Times. Esa cita, sin embargo, es de hace 15 años: desde entonces, Moody's y el resto de grandes agencias (S&P y Fitch) han perdido credibilidad, incapaces de anticipar las crisis. Las críticas han llegado hasta el extremo de que el FMI titulaba un capítulo de su informe de otoño Usos y abusos de las agencias de calificación.

Frente al activismo contra las agencias en círculos académicos o en Bruselas, el Banco de España no ha pasado de lanzar algún reproche velado "a algunos analistas", rehúye el enfrentamiento directo y declina hacer comentarios a este diario. La vicepresidenta Elena Salgado, en cambio, ha dado rienda suelta a su indignación: el pulso existe desde hace tiempo y la fecha elegida por Moody's para ese último capítulo es la gota que colma el vaso. Salgado ha expresado "dudas" sobre el análisis de Moody's y asegura que las discrepancias se hubieran resuelto "esperando a que el Banco de España hiciera su anuncio; a partir de ahí, quien muestre una cantidad distinta tiene que decir en qué entidad", algo a lo que la agencia se niega alegando confidencialidad. Tras una emisión de deuda posterior, Salgado fue tajante: "El mercado se fía más del Banco de España que de Moody's".

Moody's pensaba en diciembre que las cajas necesitaban 17.000 millones. De las críticas de Salgado se infiere que Economía (que tampoco quiso hacer comentarios para este reportaje) no ve justificable triplicar ahora la cifra, menos aún sin especificar los supuestos para llegar a 50.000 millones. Moody's replica: los vicepresidentes María Cabanyes y Alberto Postigo aseguran que los nuevos datos "son consecuencia de aplicar los nuevos requisitos que exige el Gobierno: al ser más estricta la definición de capital y al asumir de forma conservadora que todas las cajas van a necesitar un 10% de capital, las cifras suben". Además, afirman que ese cálculo se había publicado en un informe anterior, del 28 de febrero, que detalla todos los supuestos que reclamaba Salgado. Y no admiten presiones sobre las fechas: "Los tiempos de las acciones de rating dependen del seguimiento de la calidad crediticia de los emisores y de nuestra valoración sobre cuándo cambian las circunstancias".

En realidad, se trata de datos relativamente distintos. Los del Banco de España corresponden al capital necesario en este momento. Los de Moody's son un test de esfuerzo en el que afloran las pérdidas que esconden las cajas en sus balances. Los 50.000 millones "salen de inferir cuál sería el capital que las cajas necesitan para cubrir esas pérdidas a la vez que cumplen con los nuevos niveles de capital requeridos", según Cabanyes. Las pruebas de esfuerzo europeas dictarán sentencia, y puede que la partida acabe en tablas: "Saldrá una cifra superior a la del supervisor, que no ha hecho una prueba de estrés, e inferior a la de Moody's, cuyo ejercicio es demasiado abrupto", apunta Santiago Carbó, asesor de Funcas.

El Banco de España fue aplaudido al inicio de la crisis por su política de prudencia, y criticado después por un cierto negacionismo de la crisis. Pero en este pulso los economistas consultados disparan contra Moody's: para Luis Garicano, de la London School of Economics, "la arrogante pereza que supone no esperar a que el Banco de España saque sus números (no sea que haya que estudiarse los datos antes de opinar) es incomprensible en una entidad que, precisamente por no hacer los deberes, tuvo una importantísima parte de culpa con las subprime". "Todos nos equivocamos, pero las agencias un poco más", dice José Carlos Díez, de Intermoney.

Los ataques han llegado al plano institucional: la UE quiere acabar con el oligopolio de las tres grandes agencias, que concentran el 94% del negocio. La regulación actual es insuficiente y el Parlamento Europeo ha aprobado un informe con más mordiente que lamenta "las estructuras oligopolísticas del sector" y recuerda que las calificaciones pueden explicar hasta el 70% de los diferenciales de tipos de interés en la deuda, según el FMI. El malestar viene de lejos, pero las últimas rebajas a España, Portugal y Grecia provocaron indignación en el Ecofin. "Nos sublevamos contra las agencias", relató la ministra francesa, Christine Lagarde. Hasta el punto de que Bruselas quiere crear una "Fundación Europea de Calificación Crediticia completamente independiente", en un máximo de cinco años. Moody's, S&P y Fitch son anglosajonas, aunque la famosa Tripe A -la máxima nota que conservan EE UU y Reino Unido pese a sus problemas fiscales- y el contraste con algunas de sus decisiones en Europa no son una simple cuestión de nacionalidad. Pero Europa quiere tener voz propia en ese asunto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_