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La primera crisis del euro | Las claves internas

Oposición y sindicatos cierran filas en Grecia en torno a Papandreu

La amenaza de suspensión de pagos hace de la crisis una cuestión de Estado

María Antonia Sánchez-Vallejo

El día que perdió las elecciones, el pasado 4 de octubre, el hasta entonces primer ministro, Kostas Karamanlis, de Nueva Democracia (ND, de centro derecha), atribuyó a las medidas de austeridad de su programa la derrota, la peor en la historia del partido. Su sustituto al frente del Gobierno, el socialista Yorgos Papandreu, que arrasó en las urnas con la propuesta de potenciar la economía mediante estímulos al consumo, se ha visto obligado, sólo cuatro meses después, a presentar en Bruselas un draconiano plan de ajuste. Este plan, en circunstancias normales, sería motivo más que suficiente para provocar una revolución popular, una algarada política o, como mínimo, los peores resultados posibles en las encuestas.

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Pero nada de eso ha sucedido, de momento: Papandreu sigue gozando del apoyo del 54% de los griegos, partidarios en un 65% de que se adopten medidas severas para salir de la crisis, y la plaza pública mantiene un perfil muy bajo para lo que es habitual, es decir, la retórica de la gresca. Sólo las movilizaciones laborales en marcha provocan cierto ruido callejero, pero dentro de unos límites razonables: los principales sindicatos son órganos afines al Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok, en el Gobierno).

La amenaza de suspensión de pagos -un tercio de los griegos cree que el país llegará a ella- ha hecho de la crisis económica una cuestión de Estado. Representantes de los dos bancos principales, el Banco de Grecia y el Banco Nacional, declinan hacer declaraciones sobre la coyuntura porque "la crisis es una cuestión de Estado que está en manos del Gobierno".

Semejante moderación no sorprende a los analistas. "Todos, absolutamente todos, apoyan a Papandreu. Incluso ND, aunque lo haga silenciosamente, pero también la izquierda y los mayores sindicatos, que además son parte del partido. Y los bancos muy especialmente, porque tienen miedo", señala Yannis Stournaras, director del think tank Instituto para la Investigación Económica e Industrial. "Además, Papandreu es el único hombre que puede sacar adelante esto", añade Stournaras.

Viniendo de alguien muy próximo a su rival político más notorio, el ex primer ministro Kostas Simitis (también del Pasok), la afirmación cobra especial relieve. Si a esto se añade el elogio que el sábado publicó el Financial Times de Papandreu -aireado por los medios de comunicación locales como una vaharada de incienso-, estaríamos a un paso de la hagiografía, aunque ya se sabe que en Grecia los ánimos pueden inflamarse en un solo segundo.

ND, pues, ha adoptado un perfil bajo en la crisis, aunque advierte al Gobierno contra la merma de soberanía que pueden suponer los mecanismos de control de la UE y, sobre todo, del FMI -algo en lo que concuerda el Ejecutivo-. A la vez critica que, en el triple paquete de reformas contra la crisis (fiscal, laboral y del sistema de pensiones, o "triple corsé", como lo llama la prensa local), "se pongan todos los huevos en la cesta de la fiscalidad", según Andonis Samaras, líder de ND.

Pero poco más, como si el partido, tras la derrota electoral de octubre -que provocó la renuncia al frente del mismo de Kostas Karamanlis-, no hubiera encontrado aún ni el camino de la oposición ni el liderazgo interno.

"A ninguno nos interesa que Grecia caiga, todos queremos garantizar nuestro chiringuito, políticos, banqueros, sindicalistas... Todos formamos parte del sistema o, mejor dicho, formamos el sistema", explica, con la condición del anonimato, una diputada izquierdista. "El clientelismo está tan arraigado que, por mucha reforma que se haga, las estructuras no van a variar. Claro que sería fantástico erradicar la corrupción, pero personalmente creo que eso no lo va a conseguir ni Papandreu con su reforma fiscal ni nadie. Ojalá me equivocara, pero creo que no. Por eso los principales sindicatos no van a llegar al límite, porque también se juegan su parte del pastel".

El mayor sindicato del país, la Confederación General de Trabajadores Griegos (un millón de afiliados, el 20% de la población activa), reconoce su adscripción al Pasok, pero insiste en marcar su autonomía. "Hacemos lo que consideramos oportuno, y una convocatoria de huelga general, en este momento, es obligada", dice Stazis Anestis, portavoz del sindicato. "El partido lo sabe, y nos deja hacer; hay una comunicación permanente y fluida".

Como si todos representaran su papel, la mayoría de las fuerzas políticas y los agentes sociales cierran filas, aun con retóricas disonantes, en torno al Gobierno. ¿Es posible que todo pueda resultar de repente tan perfecto en Grecia? Una cómoda mayoría absoluta (160 escaños de 300); un sentido del deber nacional y un Gobierno recién estrenado, sin tiempo aún para el desgaste... salvo por el efecto centrifugador de la crisis.

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