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Peñarroya cierra la última fundición de plomo en España

El cierre de las minas de Peñarroya pondrá fin a la fundición de plomo en España. Ayer la propiedad de la fundición Santa Lucía de Peñarroya (Murcia) dio carpetazo al presentar en la Dirección Provincial de Trabajo el expediente de extinción de contrato de toda la plantilla. Con el despido de los 350 trabajadores acaba la actividad en España de una multinacional francesa, Peñarroya, que durante 35 años ha exprimido las últimas vetas del mineral en las milenarias explotaciones de] el sureste peninsular.

Peñarroya ha extraído cientos de toneladas de plata, piritas y plomo y creó, a su amparo, miles de puestos de trabajo. Uno de los motores del desarrollo industrial de Cartagena deja tras de sí un grave problema ecológico, con 50 kilómetros cuadrados de sierra triturada y una bahía -la de Portman- que se convirtió en el mayor foco de contaminación del Mediterráneo. Un final que, además, ha sido el detonante de la crisis industrial de Cartagena.Los franceses llegaron a Murcia a finales de los años 50. La Sociedad Minero-Metalúrgica Peñarroya España SA (SMMPE), propiedad de la banca parisina Rothschild, asociados con la empresa cartagenera Zapata-Portman, construyeron uno de los lavaderos de mineral más. grande del mundo, el Roberto. Los franceses trajeron nuevas técnicas, que básicamente consistían en la explotación a cielo abierto: se molía sierra tras sierra para sacar hasta el último gramo de mineral. Y los resultados durante los siguientes años no podían ser mejores: el 54% de la producción nacional de plata, el 42% de galena y el 33% de blenda, salían de las entrañas de la sierra de Cartagena.

La sociedad, entre cuyos accionistas aparecían. sólo dos españoles, Luis Figueroa y Pérez de Guzmán, conde de Romanones, y Carlos Figueroa y Castillejo, marqués de San Damián, consiguió sucesivas autorizaciones administrativas para realizar vertidos de estériles minerales en el mar. En tres décadas de vertidos desaparecieron 70 hectáreas de la bahía de Portman, sin que la empresa realizara ninguna regeneración. En esta época del desarrollismo español tampoco era costumbre, como cuenta un viejo minero, "mirar por esas cosas del medio ambiente". Y al amparo de la floreciente actividad minera se desarrolló en la comarca de Cartagena un nuevo tejido industrial. La galena iba a la fundición Santa Lucía, la blenda a la planta de electrolisis de Española del Zinc y la pirita a las plantas de ácido sulfúrico de Explosivos Ríotinto.

De la minería vivía directamente el pueblo de La Unión (20.000 habitantes), creado a finales del siglo pasado a partir de cuatro poblados mineros, y miles de puestos de trabajo de las industrias de Cartagena.

De la mina al golf

Peñarroya, integrada ya en el consorcio Metaleurop, cuyo paquete mayoritario de acciones pertenece al grupo alemán Preussag, decidió liquidar gran parte de su división española en 1989. Acuciada por las presiones medioambientales (cese de vertidos, regeneración de la sierra y de la bahía, querella de Greenpeace por delito ecológico además de la oposición vecinal) vendió la división minera, material y terrenos incluidos, a una empresa recién creada por varios empresarios de Cartagena, Portman Golf, que se comprometió a mantener los puestos de trabajo durante seis años, siempre que la Administración -paralelamente- iniciara la recalificación de 30 millones de metros cuadrados, para construir en la zona una urbanización turística, en un punto virgen del litoral mediterráneo, situado entre la Manga del Mar Menor y Cartagena. Los cálculos del proyecto elevaron la cifra de inversión global a unos 500.000 millones de pesetas. El proyecto nunca llegó a iniciarse. Los 350 mineros empleados fueron despedidos a finales de 1991. Los chalés de los principales promotores de Portman Golf fueron incendiados.Peñarroya se va y los trabajadores lamentan el cierre. Se quejan de que el Gobierno "el de Madrid o el de Murcia" no haya comprado la fábrica y que ellos se han dejado la salud en el horno (la plantilla, para demostrarlo, intentó donar sangre pero no pudieron hacerlo por la alta concentración de plomo que llevan en sus venas). Los ecologistas lamentan los 50 millones de toneladas de estériles tóxicos vertidos en el Mediterráneo, que la sierra esté arrasada y que la querella por delito ecológico siga anclada en los tribunales.

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