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Reportaje:

Los particulares reciben cada mes intereses del 10% por sus préstamos a la llamada 'banquera del pueblo' portuguesa

El ministro de Finanzas, interpelado, ordenó a la Inspección de Finanzas que investigue las verdaderas actividades de doña Branca, y el interés oficial hizo que la fama de la banquera del pueblo supere las fronteras de Portugal: del Figaro Magazine al Guardian, del Newsweek al Frankfurter Runsdchau, la prensa internacional se interesa por el fenómeno que provoca el desasosiego del Gobierno luso. Las informaciones son todas idénticas y no muy reveladoras del secreto, que permite a la única banca privada portuguesa pagar intereses cinco veces superiores a los de la banca estatal, que todos los sectores económicos consideran, sin embargo, "insoportablemente elevados".Los testimonios citados son unánimes: doña Branca paga puntualmente, cada mes, el 10% prometido sobre los pequeños capitales prestados por particulares, a cambio de un simple recibo, sin valor legal, que lleva apenas la firma de doña María Branca dos Santos.

Algunos prefieren aumentar su capital dejando acumular los intereses, pero muchos los cobran mensualmente: en estos días de crisis la renta que paga doña Branca es fácilmente igual o superior al sueldo de los empleados y obreros, que constituyen, aparentemente, la mayor parte de la clientela de la banquera del pueblo.

'Nada que esconder'

La publicidad del caso no parece haber provocado desconfianza y no se registró ninguna corrida de los depositantes para levantar sus haberes de la oficina de doña Branca, en una céntrica avenida de la ciudad de Lisboa, adonde se trasladó hace unos meses desde otro local, en la calle de Luciano Cordeiro. Porque doña Branca, que dice "no tener nada para esconder porque no hace nada ilegal", trabaja a la luz del día y su número de teléfono "se encuentra en la lista".Los clientes habituales se limitan a observar que doña Branca, que sigue recibiendo personalmente a los candidatos a prestamistas, ya no se contenta con una simple recomendación: los nuevos depósitos deben ser hechos a través de personas que ya son clientes.

'Los negocios de la banquera'

Nadie está dispuesto a creerse el cuento de la gallina de los huevos de oro y todo el mundo especula sobre cuál será el negocio que permite, en Portugal, realizar lucros de más del 120% al año.Para los más escépticos, la simpática solterona de 73 años, con su pelo cano y su sonrisa maternal y burlona, es una estafadora o el agente de una cuadrilla que tima a los depositantes pagando los intereses con el dinero de los nuevos depósitos, hasta un buen día en que desaparecerá doña Branca con los capitales de los incautos aprendices de usureros.

La banquera se ríe de estas acusaciones, oponiendo a estas insinuaciones malévolas un pasado intachable, de más de 20 años de actividades bancarias sin problemas, y su fe de buena católica que le manda "hacer el bien" ayudando a "los ricos a ser más ricos y a los pobres a ser menos pobres, pero sin meterse en negocios que la moral cristiana reprueba", como prostitución, drogas o usura.

En su larga entrevista al semanario 0 Jornal, doña Branca, sin revelar "el secreto, que es el alma de los negocios", levanta una pista que los técnicos piensan puede llevar a la verdadera explicación del caso: insinúa que en tiempo de crisis prolongada, como la que vive Portugal, disponer de una liquidez de varios millones de escudos por mes permite realizar negocios perfectamente legales que aseguran beneficios abultados.

Para los especialistas, la banquera del pueblo sería, de hecho, la banca de la famosa economía sumergida, cuyo desarrollo es reconocido por los gobernantes portugueses y que se calcula actualmente en cerca de un 30% del volumen de las actividades económicas del país.

Hace tiempo que los técnicos del Banco de Portugal denuncian el nivel anormal de capitales circulantes como el principal indicador de la importancia de la economía sumergida o paralela. Ilegales, o simplemente inexistentes en términos jurídicos, las empresas que se dedican a estas actividades no pueden recurrir al crédito oficial, muy restringido, además, por la política de estabilización.

Esta enorme demanda, aliada a la rapidez de rotación de estos capitales clandestinos, sería la más lógica e inocente explicación para el negoción de doña Branca.

'Ni cheques ni divisas'

Una vez creada la red que hace afluir a las cajas de doña Branca los millones de escudos en dinero liquido -no acepta cheques ni divisas- de miles de pequeños depositantes (que la buena señora prefiere llamar mutualistas o incluso sus asociados, para evitar infringir, en palabras, la ley que prohíbe la actividad bancaria privada en Portugal), nada impide que estos capitales sean invertidos en negocios altamente lucrativos.Algunos serán limpios, como algunas formas de especulación inmobiliaria, y otros menos; pero la experiencia de otros países muestra que instituciones bancarias muy honorables no resisten siempre a la codicia cuando se trata de reciclar el dinero sucio o de financiar el gran contrabando.

No sin humor, Branca dos Santos afirma que, lejos de competir con la banca estatal portuguesa, su actividad constituye una especie de complemento del sistema crediticio nacional, ya que ella realiza todas sus operaciones a través de la banca oficial, donde las autoridades competentes pueden controlar todos sus movimientos de fondos.

Entre tanto, todo Portugal está siguiendo con interés apasionado las peripecias del caso doña Branca, y ya están abiertas las apuestas acerca de cuánto tiempo la buena señora conseguirá burlar a los esbirros del ministro de Finanzas, o la fecha del crac de la banquera del pueblo.

Miles de humildes clientes de doña Branca se resisten a dar crédito a las previsiones de mal agüero: "Ya no se puede ser bueno sin que las malas lenguas se desaten... Ella es una bienhechora... En vez de perseguirla, debían darle el Ministerio de Hacienda: tal vez así Portugal conseguiría salir de la crisis".

Pero doña Branca no quiere ser ministra: se define como "una solterona empedernida de 73 años que no ha perdido la capacidad de amar" y asegura que, en el lugar del actual ministro de Hacienda, "lo primero que haría sería dimitir".

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