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Entrevista:JOSÉ EDUARDO MARCELINO CARVALHO | Dirigente empresarial portugués (AIP-CCI)

"Cumplir los compromisos es la obsesión de todo Portugal"

Antonio Jiménez Barca

José Eduardo Marcelino Carvalho (Vila Cha de Ourique, Cartaxo, 1957) es desde hace cinco meses presidente de la Asociación Industrial Portuguesa-Cámara de Comercio e Industria (AIP-CCI), la más antigua asociación empresarial de Portugal. Recibe a EL PAÍS en su despacho lisboeta, a un paso del impresionante puente 25 de Abril, unos días después de que el primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, anunciara, entre otras duras medidas que alberga el presupuesto para el año que viene, la supresión de las pagas extraordinarias de Navidad y verano para todos los funcionarios y pensionistas que ganen más de 1.000 euros al mes. Es parte de los grandes sacrificios que aguardan al pueblo portugués, cuyo Gobierno, en mayo -por entonces dirigido por el socialista José Sócrates-, se rindió y pidió el auxilio de 78.000 millones de euros a la troika formada por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional para no abocarse a la bancarrota. Carvalho aplaude estas medidas de austeridad y prevé otras, como la rebaja de sueldos.

"Es momento de que bajen los sueldos, aunque sea temporalmente"
"Hay que privatizar como forma de inyectar dinero en la economía"
"El 10% de la población activa cualificada se marcha del país"
"Por primera vez en la historia, no tenemos déficit comercial"
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Pregunta. ¿Ha llegado la situación económica de Portugal al límite?

Respuesta. No. La sociedad entera en Portugal está empeñada en encontrar una solución. El presupuesto para el próximo año prevé medidas muy difíciles, pero ese es el camino. Se va a conseguir. Ya en 1983 vivimos una situación parecida, aunque con contextos económicos diferentes. Y conseguimos superar la crisis.

P. ¿Cómo?

R. También se llevó a cabo un presupuesto muy austero. También se congelaron los salarios y se suprimieron las pagas extra. Aunque entonces, es cierto, se ganó productividad gracias a la devaluación del escudo.

P. Ahora eso no es posible.

R. No, ahora no es posible. Y, por tanto, tenemos que encontrar y aplicar medidas que logren el mismo efecto. Una de ellas, que será aprobada por el Gobierno, es la de permitir a las empresas alargar en media hora al día el horario de trabajo.

P. Los sindicatos están en contra. Y también algunas asociaciones empresariales.

R. Todas estas asociaciones empresariales están de acuerdo con el espíritu que anima la medida. Pero vemos que no es suficiente. Hacen falta más propuestas en este sentido. Mire, en Portugal, el asalariado que no se ausente a lo largo del año de su trabajo tiene un premio de tres días libres. Es decir, que un trabajador que cumple escrupulosamente su horario, en vez de 22 días útiles de vacaciones, tiene 25. Hay asociaciones empresariales que proponen que se supriman esos tres días. Y yo estoy de acuerdo. Y si estas medidas no funcionan, no veo otra solución que la de bajar los sueldos.

P. Los sindicatos consideran que ampliar media hora el horario de trabajo simplemente no es ni operativo ni eficaz.

R. Para todas las empresas es positivo. Entre otras cosas, porque dejan de pagar horas extra. Y todo esto repercute en una reducción de costes salariares.

P. Con tantas medidas de recorte, ¿no se corre el riesgo de estrangular el consumo y, a la larga, a la economía portuguesa?

R. Tenemos que adecuar nuestra capacidad de consumo a nuestra capacidad de producción. En Portugal, la capacidad de consumo es superior en un 10% a nuestra capacidad de producción. Cuanto más consumimos, más importamos. Y crece la deuda. Tenemos que reducir el consumo.

P. Muchos reconocen que Portugal ha estado viviendo por encima de sus capacidades, pero que buena parte de la culpa recae en los bancos, que prestaron alegremente el dinero.

R. Hubo una tendencia general al consumo, es cierto. Pero el responsable último es el que firma el contrato de préstamo.

P. ¿Qué ha arrastrado a Portugal al lugar peligroso en el que se encuentra ahora?

R. Un descontrol total del gasto público. Y un insuficiente crecimiento del sector de las exportaciones en tiempos en los que las empresas no portuguesas que no exportaban absorbieron buena parte de la financiación.

P. El Gobierno considera que el año que viene será decisivo para la economía portuguesa, que se juega el todo o nada. ¿Está usted de acuerdo?

R. Sí, y para eso el Gobierno ha arbitrado las medidas citadas en el presupuesto para 2012. Mire: los sueldos y las prestaciones sociales constituyen el 85% de todo lo que se recauda en impuestos. Es demasiado.

P. ¿Será necesaria una reestructuración de la deuda portuguesa? ¿Seguirá Portugal los pasos de Grecia?

R. El cumplimiento de las condiciones de la troika es una obsesión para el país entero. Tenemos capacidad para cumplir los compromisos.

P. No todos están de acuerdo en pagar. Hace dos semanas, Lisboa acogió una multitudinaria manifestación de indignados que coreaban lemas como el de dejar de pagar.

R. No cumplir los compromisos adquiridos sería simplemente trágico. Pero déjeme que le diga una cosa. A mí me preocupan más otro tipo de indignados que los que salen a la calle: los emigrantes que se van del país. El 10% de la población activa portuguesa cualificada abandona Portugal en busca de un porvenir. Es gente que no se resigna, muy preparada, emprendedora, valiente, que quiere cumplir sus aspiraciones vitales, capaz de dejarlo todo. Se van a Angola, Mozambique, Brasil, EE UU, Inglaterra, Italia... Entre otras cosas, porque el mercado de trabajo portugués no ayuda a retenerlos.

P. ¿Por qué?

R. Le pondré un ejemplo: hace unos meses convocamos un concurso para un joven de menos de 25 años a fin de cubrir una plaza de secretario y recepcionista. Se presentaron 187 candidatos: gente altamente cualificada. Por otro lado, tengo empleados con más de 65 años que se niegan a trabajar con el sistema operativo del ordenador. Y no me está permitido despedir a estas personas. La rigidez del mercado de trabajo es una de las causas para que los jóvenes no encuentren un empleo.

P. ¿Qué problemas encuentran además las empresas portuguesas para superar la crisis?

R. La economía no encuentra financiación. Es un problema europeo, pero aquí es aún mayor. Aunque hay un dato positivo: el sector de las exportaciones está mejor de lo que se esperaba. Por primera vez en la historia económica portuguesa, no hay déficit comercial. Pero hay problemas de financiación: hay empresas portuguesas que ganan concursos en el extranjero, pero que no consiguen garantías bancarias para invertir en estos proyectos.

P. ¿Qué tienen que hacer los empresarios?

R. El mercado nacional no basta. Hay que exportar. De dos años a esta parte ha crecido el número de empresas que exportan. Pero hay sectores con futuro, como el turismo, el calzado o el agroalimentario, el de los minerales no metálicos, el del papel o el de las nuevas tecnologías... Hay que mejorar la productividad. Y aunque esta no dependa solo de los sueldos, creo que ha llegado el momento de que se bajen, aunque sea temporalmente. Esto debería complementarse, claro, con una subida de los impuestos al rendimiento de capital.

P. ¿Se lo ha propuesto ya al Gobierno?

R. Es algo que se discutirá, tarde o temprano. Porque las medidas aprobadas para el presupuesto de 2012, como le he dicho, no bastarán. También habrá que privatizar como forma de inyectar dinero en la economía. Las empresas del Estado además mantienen un conjunto de privilegios absurdos. En Correos, por ejemplo, aún existe un subsidio para comprar zapatos a los carteros. -

José Eduardo Marcelino Carvalho posa en la sede de la AIP en Lisboa.
José Eduardo Marcelino Carvalho posa en la sede de la AIP en Lisboa.FRANCISCO SECO

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.
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