_
_
_
_
_
Tribuna:Economi$mo
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La tasa Tobin no es la solución

Mucho ruido y pocas nueces. Así vienen a calificar los expertos de Economismo la propuesta que defiende ahora el presidente francés, Nicolás Sarkozy, de lanzar una tasa sobre transacciones financieras. Hay unanimidad en el debate en que la llamada tasa Tobin goza de buena imagen y puede ser una medida muy populista, pero su puesta en marcha tendría más inconvenientes que ventajas y, por tanto, no sería la solución para los problemas financieros y económicos que sufre la Unión Europea.

Las principales razones para oponerse a esta tasa están basadas en que solo tendría efectos positivos (y no siempre) si fuera una medida global. Si fuera adoptada solamente por los países de la Eurozona, los bancos trasladarían sus sedes sociales a Londres, Nueva York, Singapur o a otras plazas donde no tuvieran que tributar por sus operaciones. Además, se da por hecho que los bancos trasladarían el importe del nuevo impuesto a sus clientes, por lo que el efecto recaudatorio esperado recaería sobre los ciudadanos y no sobre las entidades financieras.

Santiago Fernández de Lis: "La tasa incentivaría el sistema bancario en la sombra, que no olvidemos que ha estado en el origen de la crisis"
José García Solanes: "La reflexión acaba devolviendo la tasa al baúl de la buena conciencia social. Desgraciadamente, no resulta aplicable en la UE"
Santiago Carbó: "La tasa solo complicaría más un panorama financiero ya demasiado incierto. Parece más una respuesta a la indignación"
Mauro Guillén: "Hay que evitar las medidas populistas y los efectos secundarios de este tipo de tasas. Europa no puede adoptarla unilateralmente"

Por el contrario, el debate concluye en que la Unión Europea debe incidir en la independencia y la eficacia de los reguladores y supervisores financieros.

Santiago Carbó lo ve muy claro. "Establecer una tasa sobre las transacciones financieras del modo que se está planteando no parece lo más adecuado en estos momentos. El primer problema es que es una tasa que solo complicaría más un panorama financiero bastante incierto. Parece más una respuesta a la indignación popular y un castigo al sector bancario que un instrumento fundamentado y razonable de recaudación. El segundo problema es que el establecimiento de esta tasa de forma unilateral en Europa (o parte de Europa) generaría diferencias sustanciales con otras plazas financieras (saldrían flujos financieros de Londres y Frankfurt para ir a Singapur y Nueva York) y posibilidades de arbitraje que derivarían en una canalización de transacciones financieras hacia otras localizaciones geográficas. Más distorsión. No es de extrañar que el propio Tobin renegara hace años de la explotación e interpretación de una idea que no nació para estos propósitos".

En su opinión, sería más eficaz que las autoridades europeas "se preocuparan más de establecer los mecanismos de supervisión y control adecuados que de gravar las transacciones financieras".

En la misma línea se expresa Mauro Guillén. "Antes de decidir si conviene o no establecer una tasa Tobin sobre las transacciones financieras hay que definir qué se pretende conseguir con ella y cómo se pondría en práctica. Si el objetivo es crear un fondo de estabilidad financiera, me parece más adecuado que si el objetivo es recaudatorio. Eso sí, ya se ha apuntado que Europa no puede de ningún modo adoptar la tasa unilateralmente, puesto que distorsionaría los mercados internacionales y, además, crearía un incentivo para que inversores y bancos se trasladen fuera de la Unión. Tenemos que evitar las medidas populistas y los efectos secundarios de este tipo de tasa. Lo que necesitamos es una regulación y una supervisión bancarias realmente independientes y efectivas".

Desde el propio sector bancario, las posiciones son todavía más duras. José Luis Martínez, de Citibank, se pregunta: "¿A quién se pretende castigar con un impuesto de estas características? Creo, realmente, que al trasladarse al consumidor final se convertiría simplemente en una mayor penalización por utilizar los servicios de la banca. Pero es que si el objetivo es castigar a la banca, tampoco entiendo el razonamiento. Castigarla, ¿por qué? Llevamos tres años responsabilizando de forma injusta la mayoría de las veces a la banca de todos los males habidos y por haber. Un impuesto de estas características sería interesante si buscase un mayor control de las operaciones financieras o, incluso, limitar sus excesos".

Santiago Fernández de Lis, del BBVA, aporta otra razón en contra de la tasa. "Es un impuesto a la intermediación financiera por canales formales, que incentivaría el sistema bancario en la sombra, que, no lo olvidemos, ha estado en el origen de esta crisis. Si lo que se pretende es crear un fondo de resolución de crisis bancarias, ya existen mecanismos para ello, como el fondo de garantía de depósitos, que no deja de ser un impuesto sobre la captación de recursos de los bancos. América Latina tiene una dilatada experiencia en este tipo de impuestos, cuyo atractivo reside en la facilidad de recaudación. Pero los países que lo han adoptado han pagado un precio muy alto en función de una menor penetración del sistema financiero y auge de los canales informales de intermediación financiera. Un sistema bancario ágil, con un bajo coste de intermediación, es un componente imprescindible de una economía eficiente. Si se pretende recaudar, existen formulas menos distorsionadoras. Y si se pretende desincentivar los flujos de capitales más especulativos, también".

Por último, José García Solanes defiende las buenas intenciones de la propuesta, pero plantea una larga lista de inconvenientes para su puesta en marcha. "El viraje reciente de Nicolas Sarkozy a favor de la tasa Tobin (renegando de lo que declaró en 1999) busca vías recaudatorias, pero también el favor de sus ciudadanos a las puertas de unas elecciones con grises perspectivas. Conviene desvelar buenas intenciones sociales en unos momentos en los que la especulación destructiva, la corrupción y las ingentes ayudas a quienes causaron la crisis sacuden las bases del sistema. Pero, como siempre, la reflexión serena que sigue a los primeros impulsos acaba ratificando la lógica económica y devolviendo la tasa al baúl de la buena conciencia social. Hasta que alguien la despierte otra vez".

En su opinión, la tasa Tobin tiene dos grandes problemas: "Primero, para ser viable y eficaz, tendría que aplicarse en todos los países del planeta que disponen de mercados de capitales bien desarrollados, algo totalmente impensable. Segundo, los bancos y las empresas multinacionales pueden sortearla, en gran parte, con la ayuda de prácticas financieras cada vez más sofisticadas e ingeniosas. Por consiguiente, la tasa Tobin, por desgracia, no resulta aplicable en la UE".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_