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Columna
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El legado de Rato

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Fue el propio ministro de Economía quien, al publicarse la contabilidad nacional, subrayó que la economía española había alcanzado en el segundo trimestre del año su mayor diferencial de crecimiento con los países europeos, y esto se ha considerado como un excelente legado para el sucesor de Aznar. Aunque la economía española ha alcanzado muchas veces un diferencial mayor con Europa y durante los años ochenta incluso creció por encima de la economía norteamericana durante varios años, es evidente que un crecimiento del 0,7% en el segundo trimestre cuando la economía europea no llega al 0% marca una diferencia importante.

Pero para juzgar la solidez del legado hay que preguntarse por qué crecemos más que los demás. ¿Acaso se debe a un mayor incremento de la productividad de la economía española frente a la europea? ¿Es que la competitividad de nuestras empresas en los mercados interiores y exteriores ha mejorado respecto a las europeas? Desgraciadamente, éstas no son las causas de nuestro mayor crecimiento en el corto plazo. Mientras las empresas de la zona euro están ganando cuota de mercado en sus mercados interiores y exteriores, nuestras empresas están perdiendo cuota en nuestro propio mercado, como muestra la creciente aportación negativa del sector exterior. Es, pues, exclusivamente la demanda interna, la expansión debida a los bajos tipos de interés del BCE y a la política fiscal expansiva, la que está generando ese mayor crecimiento. Pero aun así, si esa mayor demanda interna se debiera al aumento de la inversión, no habría que preocuparse. Lamentablemente, si se examinan con cuidado los datos de la contabilidad nacional, la inversión en bienes de equipo, que había empezado a mejorar el año pasado, ha vuelto a registrar crecimientos negativos tanto durante el primer trimestre como durante el segundo trimestre de 2003.

El legado de Rato es el de unos buenos resultados en el corto y problemas en el medio plazo. En el corto plazo, su política de estos años no le ha valido para ser el sucesor, pero le ha servido a Aznar para salir airoso de La Moncloa. Esta obsesión por los resultados a corto plazo también le dará una ventaja a Rajoy frente a Zapatero, y quien gane se encontrará con una primera parte de la legislatura en la que esa expansión de la demanda interna continuará e incluso se verá favorecida por la recuperación internacional. Cuando vemos el crédito hipotecario crecer al 22% y sabemos que la inyección de fondos europeos seguirá hasta el 2006, el diferencial de crecimiento, debido a la demanda interna y concentrado en la construcción, puede mantenerse algún tiempo. El problema es lo que sucederá cuando la droga de la demanda interna se agote. Entonces aflorará la parte negativa del legado de Rato. Aparecerán los efectos negativos sobre la demanda derivados de la acumulación del endeudamiento de las familias y del endeudamiento de las empresas públicas que hoy oculta el Gobierno. Por otra parte, al no haber mejorado nuestra productividad durante estos años, no podremos compensar esa futura reducción de la demanda interna con una mayor aportación del sector exterior.

Los actuales excesos de demanda interna no son nuevos en la historia económica española. Los hemos visto surgir periódicamente durante los últimos cincuenta años y, aun siendo más graves, hemos salido de todos ellos. El problema es que esta vez la salida tendrá que ser muy distinta, porque el sucesor de Rato no podrá recurrir a las devaluaciones para restablecer la competitividad y la política del PP no ha preparado a España para afrontar esa situación. Hubiera sido necesario centrar los esfuerzos en las políticas de productividad y competitividad, y esto es lo que no ha hecho Rato, y es lo que el sucesor descubrirá a mediados de la próxima legislatura. Si Zapatero es el próximo presidente, dirán que el problema se debe a los socialistas, pero, ¿y si es Rajoy?

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