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La misión española en Afganistán

Estados Unidos reprendió al Gobierno por no enviar más tropas a Afganistán

La embajada comunicó que la decisión era "muy grave" y "ponía en cuestión el compromiso de España".- José Antonio Alonso se desligó de Zapatero y dijo que estaba desanimado .- EE UU decidió "seguir presionando duramente"

La presión para que España aumentase sus tropas en Afganistán ha sido una constante de la Embajada de EE UU en Madrid en los últimos años. A través de sus múltiples contactos, a todos los niveles de la Administración española, los diplomáticos estadounidenses han intentado vencer la inicial renuencia del presidente Zapatero a comprometerse más con una misión que goza de escasa popularidad en la opinión pública española. "Mientras los militares españoles están claramente ansiosos por tomar un papel más importante, sus líderes políticos son mucho más cautos. Seguiremos presionando duramente al Gobierno español en este asunto, pero reconocemos que su fuerte aversión a operaciones que puedan provocar bajas militares es un obstáculo muy significativo. Los colaboradores de Zapatero son conscientes de que la popularidad del Gobierno se basa principalmente en su rectificación de la impopular decisión del antiguo presidente Aznar de desplegar tropas en Irak y no quieren darle a la oposición una oportunidad similar", se lee en un cable del número dos de la embajada, Robert Manzanares, de 12 de enero de 2005.

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Los diplomáticos estadounidenses saben de sobra cuál es su principal baza para superar las reticencias de Zapatero. En una reunión celebrada en Madrid con el embajador Maureen Quinn, coordinador para Afganistán, el 26 de enero de 2005, el director general de Política Exterior del Ministerio de Asuntos Exteriores, Rafael Dezcallar, "dejó claro que un factor importante en la decisión española de hacerse cargo de un PRT [Equipo de Reconstrucción Provincial en Badghis, al oeste del país] fue la idea de que podría ayudar a poner fin a las tensiones bilaterales entre Madrid y Washington. Dezcallar dijo que sabía que el Gobierno estadounidense apreciaba más los hechos que las palabras y que esperaba que este paso positivo fuera reconocido por la Administración estadounidense y animara a gestos recíprocos. El embajador Quinn respondió que llevaría su mensaje a Washington", se lee en un informe del agregado político, Ricardo Zúñiga, de 2 de febrero de 2005.

Las tensiones, sin embargo, no se superaron por completo y uno de los mayores roces se produjo el 30 de enero de 2007, cuando Zapatero descartó, de modo tajante, el envío de más militares españoles a Afganistán (entonces había 690). Esta declaración cayó como un jarro de agua fría en Washington, ya que la OTAN contaba con que el cuartel general de Alta Disponibilidad de Bétera (Valencia) aportase el relevo del núcleo del Estado Mayor de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) en Kabul. Es decir, entre 120 y 150 oficiales de alta cualificación.

La declaración de Zapatero disgustó a sus ministros

La declaración de Zapatero no gustó al Gobierno de EE UU, pero tampoco a sus propios ministros. "En varias conversaciones con el embajador Aguirre, el ministro de Defensa Alonso no ocultó que estaba desanimado y abatido por la declaración de Zapatero, que se produjo un día después de que el propio Alonso dijera en Afganistán que el Gobierno español estaba considerando enviar más tropas", afirma Aguirre en una nota enviada el 7 de febrero al secretario de Defensa, Robert Gates.

"Alonso dijo que la declaración de Zapatero, que le pilló completamente por sorpresa, se produjo de tal forma que dejó al Gobierno con muy poco o ningún margen de maniobra en este asunto, sin posibilidad de realizar un cambio, ni siquiera de matiz. Alonso contó que intentó que Zapatero diera marcha atrás en su decisión, pero no sirvió para nada", agrega el documento.

La sinceridad del ministro no pareció conmover al embajador quien, en un tono poco acorde con los usos diplomáticos, le espetó que ya estaba acostumbrado a los cambios de posición del Gobierno español, pero que en esta ocasión era más grave, porque "este asunto es crítico para la OTAN y para los aliados que luchan en Afganistán y pone en cuestión el compromiso de España". El párrafo concluye con una frase en la que Aguirre, en contra de lo habitual, se refiere a sí mismo en primera persona: "Alonso insistió en que España sigue comprometida con la OTAN y yo le dije que fallar en la aportación del componente del cuartel general es muy grave".

Alonso no fue el único responsable español al que riñó el embajador estadounidense. Aguirre llamó al principal asesor de Zapatero en política exterior y de seguridad, Carles Casajuana, quien le explicó que la decisión del presidente del Gobierno respondía a cuestiones de política interna. "Dijo que el Gobierno español había vendido a la opinión pública española la misión militar en Afganistán sobre la base de su carácter humanitario, de reconstrucción y estabilidad y mucho menos como un despliegue militar agresivo. Casajuana agregó que, en la medida en que la situación se estaba volviendo más difícil, ello creaba problemas en términos de percepción pública en un ambiente muy cargado políticamente".

El embajador le contestó que la Administración estadounidense aún no había decidido cuál sería su reacción ante la decisión de Zapatero. Pero le advirtió: "En el caso de que nosotros minimicemos la gravedad de la situación ante la opinión pública, Casajuana debía entender que una reacción razonable no rebaja la profundidad de nuestra preocupación y decepción".

La siguiente bronca se la llevó Moratinos, a quien recriminó que, durante la entrevista que mantuvo el 25 de enero en París con la secretaria de Estado Condoleezza Rice, le hubiera hecho creer que España estaba dispuesta a ser más activa en Afganistán. El jefe de la diplomacia española le replicó que debía haberse producido un malentendido y que él nunca sugirió a Rice que España pensara en aumentar sus tropas. Tras advertir de que se trataba de una especulación personal, Moratinos sugirió que la decisión podría haber sido diferente si Rice hubiera visitado España en el otoño de 2006, como tenía planeado. "Estados Unidos solo trata a España como un aliado de la OTAN cuando le interesa", concluyó el ministro, según un informe confidencial de Aguirre fechado el 7 de febrero de 2007.

El embajador le replicó que el aplazamiento de la visita de Rice había sido inevitable y le advirtió, casi con las mismas palabras que a Casajuana, que "el Gobierno español no debería de ninguna manera interpretar el silencio de la embajada ante los medios de comunicación como un signo de que nuestra decepción ha disminuido".

Al final del documento, Aguirre hace sus propios comentarios sobre la diferente reacción de sus interlocutores: "Moratinos, que esperó varias horas antes de devolverme la llamada, tenía claramente preparada su respuesta. Visiblemente agitado, pasó a la ofensiva, mientras que Alonso dejó claro su descontento con la decisión de Zapatero y Casajuana expresó gran comprensión y simpatía hacia nuestra postura". (ID 95682).

Aguirre, sin embargo, era pragmático y apostó por "no arrinconar a Zapatero en la posición en la que él mismo se había encerrado" con el objetivo de mantener a España enganchada a la misión en Afganistán. Para ello contaba con Alonso, quien buscaba "mejorar las relaciones con EE UU" y sería "receptivo a los argumentos del secretario de Estado de Defensa", por lo que podría resultar un buen aliado, a pesar de que, advertía el embajador, "ha sido públicamente desautorizado por el presidente Zapatero, pese a su larga amistad". España tiene hoy en Afganistán unos 1.500 militares, más del doble que en 2006.

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Soldados de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares saludan en un camino a un grupo de residentes en Afganistán.
Soldados de la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares saludan en un camino a un grupo de residentes en Afganistán.

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