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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

JOSÉ GALLARDO OLMO/ Lo suyo era ayudar

Tenía 33 años, era cabo primero y, de vez en cuando, había que darle un toque y "recordarle que hay que tener un poco más de picardía en esta vida", explica Manoli, una de sus dos hermanas mayores. Atleta y culturista, a José, destinado en el Regimiento Inmemorial del Rey, le gustaba mantenerse en forma. Y sacar partido de su fortaleza física para ayudar. En 2001 le concedieron la Cruz al Mérito Militar porque salvó la vida a un niño que se tragó una moneda. "Lo sacudió hasta que la sacó", recuerda Manoli. En ese tren que cogió porque tenía el coche en el taller, su 1,90 y sus 90 kilos hicieron de escudo protector para su compañero de trayecto, Francisco Javier Fernández, que resultó herido.

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Los andaluces José Gallardo, técnico de Enher, y Rafaela Olmo, ama de casa, llegaron en 1969 a Sant Feliu de Llobregat, en el cinturón industrial de Barcelona, con las dos niñas, Dolores y Manoli, de la mano y José en el vientre de la madre. El pequeño se fue convirtiendo en un chico tranquilo, sanote, un buenazo. No le gustaba estudiar y Rafaela lloró cuando supo que se trasladaba a Madrid para ingresar en el Ejército, en 1994.

Él lo tenía muy claro. Era su vocación, una vocación descubierta durante la mili. Se preparaba con ilusión para sacarse el carné de conducir camiones y las oposiciones a sargento. "Era un militar atípico", dice uno de sus tíos, José Luis Olmo. Y le gustaba ir de misión humanitaria, como hace poco a Turquía tras el terremoto. Manoli añade que le habría gustado ir a Irak: "No estaba muy a favor de esa guerra, pero lo suyo era ayudar, llevar alimentos y medicinas allí donde se necesitaran".

A Sant Feliu, donde fue enterrado el sábado, iba en vacaciones. Allí regresó para casarse con María Guadalupe, madrileña de origen ecuatoriano. Con ella montó piso en Azuqueca. Pensaban tener hijos, pero aún estaban pagando deudas.-

José Gallardo
José Gallardo
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