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OPERACIÓN ANTIDROGA

Miedo en las rías gallegas

La declaración de Portabales ha desencadenado una oleada de confesiones de 'arrepentidos'

Xosé Hermida

Con los arrepentidos ha llegado el miedo a las rías. En la comisaría de Vilagarcía de Arousa continúan recibiéndose confesiones voluntarias tras la gran redada del juez Baltasar Garzón, mientras las vecinas de Estribela, un humilde barrio de Marín (Pontevedra), no consiguen conciliar el sueño y lloran por la suerte de la familia de Ricardo Portabales, el narcotraficante que con su testimonio desencadenó la Operación Mago. Hace un año, cuando el nombre de Portabales empezó a aparecer en la prensa, a alguna de ellas le incendiaron el gallinero de madrugada, y en los meses siguientes varios animales propiedad de la esposa del arrepentido aparecieron misteriosamerte envenenados.

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"Esta noche no hemos pegado ojo. A la 1.30 horas llegó un coche con cuatro personas y no se han ido hasta la mañana. Supongo que serían periodistas, pero yo ya no me fío, porque esa pobre familia tiene precio puesto a su cabeza". Las vecinas de Estribela se deshacen en elogios hacia Ana María, la esposa de Portabales, y temen que también a ellos les afecten las consecuencias de una posible vendetta.El miércoles de la semana pasada, un día después de la gran redada, vieron cómo a última hora de la tarde un coche se llevaba a la mujer del arrepentido y a los cuatro hijos del matrimonio. Desde entonces cualquier extraño que se acerca por el lugar es un sospechoso.

Ricardo Portabales, de 34 años, vivía en un modesto barrio de Marín, donde nadie le relacionaba con actividades ilegales. Había trabajado como submarinista y soldador, y los vecinos aseguran que hasta que fue detenido en 1989 en Pontevedra y condenado a cinco años de prisión por tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas nunca les había dado motivo de queja. Por eso, ahora que su nombre ha saltado a todos los medios de comunicación, muchos fingen no conocerle, increpan a los periodistas y se niegan a indicar cuál es su vivienda.

Desde que Portabales decidiese hace más de un año colaborar con el juez para desentrañar las conexiones internacionales del narcotráfico gallego, los vecinos de Estribela han vivido en estado de permanente tensión. La esposa del arrepentido sigue llevando una vida normal y no dejó de acudir a su trabajo en una tienda de bolsos de Pontevedra, donde la pasada semana se tomó un mes de vacaciones. Pero a partir de entonces comenzaron a suceder cosas extrañas. Los periódicos informaban de que Ricardo Portabales había recibido una paliza en la cárcel de Pontevedra. y un perro y un gato propiedad de su mujer aparecieron envenenados.

Extraños incendios

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Una madrugada la vecina de la vivienda de al lado oyó ruidos extraños en el gallinero y cuando se asomó a la ventana lo vio envuelto en, llamas. Al vecino de la casa de enfrente también intentaron quemarle el automóvil después de revisar todos los documentos que tenía.

A un kilómetro de Estribela, en el barrio de pescadores de Marín, pudieron ver a Portabales el pasado día 10, cuando acudió a casa de su madre para acompañarla a la primera comunión de una de sus hijas. Los vecinos han oído de boca de la mujer que el arrepentido huyó con su familia a Brasil tras la gran redada del juez Garzón. En los últimos días es muy dificil comunicarse con ella porque se ha encerrado entre las ennegrecidas paredes de su pequeña casa en el bajo de un bloque de viviendas sociales con dos perros que custodian la entrada.

Unos metros más arriba, la esposa de otro de sus hijos asoma a la puerta un rostro desencajado y ojeroso, y contesta al borde del llanto: "Por favor, déjennos en paz. ¿No ven que ya tenemos bastante?".

En Vilanova de Arousa, la madre de Manuel Fernández Padín, otro de los narcotraficantes que en las últimas semanas ha decidido colaborar con la justicia, explota de ira al ser consultada por la situación de su hijo: "Fuera de aquí inmediatamente, ustedes no tienen nada que pintar aquí. Mi hijo no es ningún asesino ni ningún ladrón".

Métodos del narcotráfico

Todos saben en Vilanova que Fernández Padín, que cuando fue detenido presidía una asociación cultural en la localidad, tendrá que cuidar mucho de su integridad física. Este arrepentido ha implicado en operaciones de tráfico de cocaína y heroína al clan de los Charlines, uno de cuyos miembros estuvo ya en la cárcel hace varios años acusado de encerrar a un camionero en una cámara frigorífica. Pocos días antes de la redada -en la que fue detenido Manuel Charlín y se dictó orden de búsqueda y captura para su hermano Melchor- dos integrantes de la familia embistieron con su furgoneta contra un automóvil en pleno centro de¡ pueblo. Armados con un bate de béisbol, se abalanzaron sobre el conductor del coche, pero la presencia de numerosos testigos que salieron a la calle alarmados les disuadió de sus propósitos.

Vecinos de la ría de Arousa destacados por su denuncia de la actividad de los clanes se muestran muy satisfechos del grado de colaboración ciudadana que ha puesto de relieve la redada del juez Garzón, tras la que ha surgido el insólito fenómeno de las confesiones voluntarias. Pero esta satisfacción se mezcla también con el temor a que la proliferación de arrepentidos desencadene una oleada de venganza.

Carta al juez

Ricardo Portabales escribió el 16 de octubre de 1989 una carta desde la cárcel, donde se encontraba desde el 3 de febrero de ese mismo año, dirigida al "juez de la Audiencia de Pontevedra", en la que el narcotraficante arrepentido se lamentaba de que trascendiesen a los medios de comunicación sus declaraciones, "hechas voluntariamente en ese departamento de justicia", después de estar juzgado. En la carta, que se reproduce arriba, Portabales escribe: "Me doy cuenta de que ya tengo precio a mi cabeza", y relata que su familia está aterrorizada "a causa de las amenazas" que le están llegando. El arrepentido solicita en su escrito ayuda para resolver esa doble amenaza.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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