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Columna
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Rajoy y la función por hacer

En la sala pequeña del Español se ha estado representando hasta el domingo pasado La función por hacer, adaptación libre de la obra Seis personajes en busca de autor de Pirandello, rescrita por Miguel del Arco y Aitor Tejada. Su interpretación es un derroche de talento teatral, capaz de crear un espectáculo que transmite realidad, que atrapa la vida, que mueve a la reflexión personal, que ni siquiera necesita de escenografía alguna, ni de efectos especiales de iluminación, sonido, vestuario o atrezzo, para conseguir la plena inmersión del público, prendido de la palabra y del gesto de los seis actores, que logran recuperar la verdad de un instante y conmovernos, como reconocía un buen amigo periodista en su telegrama para el informativo Hora 14 de la cadena SER. La función por hacer suscita en nosotros lo contrario de las actuaciones que nos brindan nuestros líderes políticos.

Al escuchar la palinodia de Zapatero, el líder del PP decidió pasarse al bando de los impugnadores radicales

Pongamos esta vez por caso a Mariano Rajoy con sus manifestaciones después del tijeretazo que ha aplicado a los gastos el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Llevábamos casi dos años escuchando a Rajoy pedir al Gobierno la adopción de medidas valientes, que encarrilaran nuestra economía. Y ya se sabe que la valentía es una virtud que se ejerce mejor frente a los débiles, a los más desfavorecidos, de quienes se sospecha que están siempre propensos a la holganza, a reclamar aumentos salariales y a practicar el absentismo. Una hueste a la que por su propio bien hay que domesticar. Por el contrario, la valentía para embridar a los de la otra banda, la de los que más tienen o más ganan, enseguida es tildada no sólo de demagogia inútil, sino de intento contraproducente, al menos en nuestro país.

Por eso explicaba el suplemento de economía del diario Abc del domingo que la crisis golpea las cuentas de resultados de muchas compañías del selectivo Ibex 35, aunque este fenómeno no se traslada a las remuneraciones que reciben sus administradores. De manera que el beneficio de las firmas que componen el Ibex cayó el año pasado más del 20%, mientras los sueldos de los consejeros de éstas aumentaron más del 17%. Otra cosa es el reparto de cargas que se está haciendo en Estados Unidos, donde el Senado quiere meter en vereda a las agencias de calificación y a los dirigentes de las instituciones bancarias que nos llevaron a la crisis. El presidente Barack Obama intenta allí poner coto a los abusos de Wall Street, pretende identificar a los sembradores de pánico y proceder a encausarlos. Pero aquí Esperanza Aguirre encaja los abusos con naturalidad, convencida de que la corrupción es consustancial con las instituciones, que en su erosión nada hay de anómalo, que es tan natural como la oxidación de los metales. De ahí que pueda decirse de tantos aquello de persona non gratis, pero sin culpabilizarlos, porque como escribe Félix de Azúa en su Autobiografía sin vida (Mondadori. Barcelona, 2010) "para el alma simple la riqueza sólo se da entre los elegidos de Dios".

Decíamos que Rajoy reclamaba de modo reiterado medidas valientes, cuyo tenor se transparentaba cada vez más, aunque no acabara de enunciarlas. Así, llegó el momento en que al presidente Zapatero la realidad llegó a rodearle por todas partes, sin que le fuera posible seguir dándole la espalda. Entonces se vio obligado a adoptar el tijeretazo que cortara el déficit porque la disciplina de la Unión Europea y el propio Barack Obama, que actúa como su máximo valedor, se lo exigieron. Al escuchar la palinodia que cantaba Zapatero en la tribuna del Congreso, Rajoy, en lugar de celebrar que los otros se fueran a las posiciones del PP, que los demás nos saliéramos con la suya, decidió pasarse al bando de los impugnadores radicales. Podía haberse limitado a ponderar los daños añadidos de modo innecesario a causa del retraso con el que se actuaba, pero prefirió abrir la trinchera del bloqueo. Es la misma actitud irresponsable de Fraga cuando siendo partidario de permanecer en la OTAN prefirió preconizar la abstención en el referéndum por ver si la victoria del no terminaba con el presidente González. Ahora la temeridad corre por cuenta de Rajoy que nada quiere saber de las exigencias planteadas por la UE a nuestro país.

Otra cosa es que a lo largo de esta y de la anterior legislatura hayamos insistido en el alto precio a pagar si se perdía la credibilidad. Un precio que ahora ha de hacerse efectivo sin aplazamiento alguno. También que hayamos mantenido que los incrementos de pensiones tienen su lugar natural en el Pacto de Toledo, sin que partido alguno deba esgrimirlos como iniciativa separada en su ventaja, según se intentaba a la vuelta de las vacaciones en la campa de Rodiezmo. Atentos.

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