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El debate de la nación más crítico

Rajoy pone el foco en las elecciones anticipadas para satisfacción del PP

Los populares ven al fin ganador a su jefe, pero admiten que faltan propuestas

Carlos E. Cué

En política todo, o casi todo, es cuestión de expectativas. Y de objetivos. Los populares estaban ayer, en general y con los escepticismos que sigue generando un líder que no es precisamente carismático, muy satisfechos por el resultado del debate. La mayoría de los consultados estaba convencido de que, al fin, Mariano Rajoy le había ganado a José Luis Rodríguez Zapatero un debate sobre el estado de la nación, después de años de claras derrotas. Y no tanto por el cruce dialéctico, ya que ninguno de los dos entró al choque de argumentos y se mantuvieron en sus posiciones de ataque al contrario, sino sobre todo porque creen cumplido el objetivo número uno del PP ayer: vender su titular, la petición de elecciones anticipadas.

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Los populares están convencidos de que han logrado que el foco se coloque donde ellos lo quieren: no en el papel de la oposición, como pretendía el PSOE, sino en el deterioro de imagen de Zapatero y la necesidad de convocar elecciones. El año pasado, Rajoy reclamó al PSOE que cambiara a Zapatero. Este año decidió ir más allá, arriesgar un poco y pedir elecciones anticipadas, dando así satisfacción al ala más dura de partido y a los medios conservadores que se lo reclamaban desde hace meses.

Los socialistas insistían en los pasillos en que con esa estrategia Rajoy ha dejado un campo abierto: se le puede reprochar que piensa solo en llegar al poder y no en los problemas de los ciudadanos. Pero la petición de elecciones era algo que muchos en el PP aconsejaban e incluso pedían abiertamente en público varios miembros de la cúpula de Rajoy. El líder lo evitó hasta ayer, pero al final se tiró a la piscina y logró poner a todos sus diputados en pie. "Si logramos colocar el mensaje de las elecciones anticipadas, hemos triunfado. El debate no da para más", resumía un diputado.

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La estrategia del debate, elaborada con el principal asesor del líder, Pedro Arriola, busca el objetivo fundamental, según explican varios dirigentes, de seguir deteriorando la imagen de Zapatero, de instalar en la sociedad la idea de que nada cambiará hasta que él no se vaya. Todo parte de una tesis fundamental, muy arriolista pero compartida por Rajoy: las elecciones no las gana la oposición, las pierde el Gobierno. Por eso el líder del PP insistió en su estrategia, tan criticada por el PSOE, de no lanzar ni una sola propuesta. Se concentró en su objetivo: machacar dialécticamente a Zapatero, insistir, con todo tipo de ejemplos del diario de sesiones, en que nadie puede confiar en él porque cambia de opinión y de discurso constantemente, y sobre todo rematar una idea: "Usted no cuenta con la autoridad moral para evitar sacrificios. Su tiempo se ha acabado, y lo sabe".

Muchos diputados admitían que Rajoy sigue dejando un flanco débil al evitar plantear, siquiera por encima, sus propuestas. Como le reprochó Zapatero, no dijo nada sobre el aumento de la edad de jubilación o la reforma laboral. El líder del PP incluso desmintió a su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, que el martes había anunciado a la prensa que Rajoy iba a plantear hoy un plan "global" con reformas en todos los ámbitos "bien encajadas y ahormadas". No hubo nada de todo eso.

Los más escépticos critican esa insistencia de Rajoy en evitar incluso un planteamiento genérico, similar al que presentó hace tres semanas en un hotel de Madrid. Los marianistas insisten en que no tiene sentido entrar en eso, que ya habrá tiempo de propuestas cuando lleguen las enmiendas de la reforma laboral o las reuniones del Pacto de Toledo, que un debate como el de ayer es para otra cosa. Además, el entorno de Rajoy insiste en que tiene poco tiempo y es mejor aprovecharlo para criticar a Zapatero y no para plantear propuestas.

Algunos también estaban preocupados por el tono repetitivo de Rajoy. "El debate ha empezado con Duran, lo de antes ya lo habíamos oído todo, por los dos lados", resumía un diputado. Sin embargo, otros destacaban que se había hecho un trabajo muy intenso para suavizar el tono del líder del PP, para evitar que tenga siempre cara de mal humor, y sobre todo para que no entre a los ataques de Zapatero. Y se logró.

El líder del PP evitó todos los envites de Zapatero. No cayó en el debate de la moción de censura, como otras veces, tampoco en el de su mala valoración en las encuestas -peor que la del presidente- o el de que nunca asume ninguna responsabilidad. Ni siquiera le entró a las pullas sobre la recogida de firmas contra el Estatuto.

Rajoy evitó el debate en todo momento, fue a su libro, y su libro es uno solo: Zapatero está acabado, hay que ir a las elecciones para cambiarlo. Rajoy no quiere hablar de sí mismo o de su proyecto, quiere que se hable de Zapatero y de su posible fin de etapa, y cree que lo está logrando. De forma novedosa, Rajoy incluso aceptó todas las críticas de Zapatero sobre él, pero fue para volver a su libro: "Le acepto las críticas, no se las discuto pero, ¿de qué sirve? ¿Recupera usted un gramo de confianza? No. Por eso le pido que convoque elecciones, pregúntele a los españoles".

Los populares también estaban contentos porque, por primera vez en seis años, no había habido conejo en la chistera de Zapatero. Rajoy perdió muchos debates, dicen los suyos, porque el presidente llevó la iniciativa con sus anuncios. Los estrategas del PP temían que, pese a las dificultades económicas, esta vez Zapatero se sacaría otro conejo. Pero no lo hubo, y el PP respiró tranquilo, Rajoy siguió a su libro y los suyos, o al menos la mayoría de ellos, se fueron a casa contentos con la idea de que es cuestión de tiempo, tarde o temprano Zapatero caerá.

El líder del PP, Mariano Rajoy, frente a sus notas para el debate, que él mismo rompió.
El líder del PP, Mariano Rajoy, frente a sus notas para el debate, que él mismo rompió.ULY MARTÍN

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