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Una ceremonia hecha espectáculo

La arquitectura de la nave central de la Sagrada Familia realza una liturgia concelebrada por 1.100 sacerdotes

El espectacular interior de la Sagrada Familia fue un escenario inmejorable para la ceremonia de la dedicación. La singularidad de la liturgia ?con 1.100 concelebrantes y un coro rebosante con 800 cantores? difícilmente puede tener un encuadre que supere el juego de luces y espacios que crean las bóvedas del ábside y del crucero central del templo y las columnas que lo atraviesan de arriba abajo y de lado a lado.

Esta espectacularidad quedó perfectamente reflejada en la realización televisiva, que pudo ser vista por 150 millones de telespectadores en todo el mundo. Especialmente con las imágenes que hacían un barrido de punta a punta de la ya basílica y que dejaban ver su increíble altura.

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Si hasta ahora las torres gaudinianas eran un icono mundialmente conocido, la imagen del interior del templo que se vio ayer contribuirá a reafirmar su proyección. Que la Sagrada Familia encare la recta final de las obras, con el horizonte en 2024, podría allanar el proceso de beatificación de su autor, Antoni Gaudí. Eso, al menos, sostienen algunos de sus promotores. Entre ellos el arquitecto jefe del templo, Jordi Bonet.

La ceremonia fue larga: más de tres horas, tiempo más que suficiente para todo. Por eso, muchos de los invitados ?6.500? no se resistieron a hacer fotografías con sus móviles. También las hicieron políticos que copaban las primeras filas, como el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida. En ese lado de la nave central, el más cercano a la fachada de la Pasión, se situaron cargos públicos y políticos.

Entre las filas socialistas, Antoni Castells, Montserrat Tura y Ernest Maragall, además del presidente, José Montilla, y el alcalde, Jordi Hereu. El presidente del Parlament, Ernest Benach, y el vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluís Carod Rovira, fueron los dos únicos republicanos en el templo. Más mayoritaria fue la presencia de los nacionalistas de CiU y, sobre todo, del Partido Popular. Y también fueron los que más comulgaron. Que no se celebrara misa en ninguna de las parroquias de Barcelona y en otras diócesis se notó y gran parte de los asistentes a la ceremonia eran fieles de diferentes iglesias.

Muchas religiosas y familias enteras con niños impecablemente vestidos, pantalones grises y jerséis azules ellos y las chicas con lazada en el pelo formaban parte de un público que aplaudió al final de la ceremonia.

Especialmente cuando el Papa recorrió toda la nave central, desde el altar hasta su salida por la puerta de la Glòria. Hubo intentonas de tocarle y algunos lo consiguieron. Pero la vehemencia de otros en la aproximación al Pontífice acabó con algún que otro manotazo de los agentes de seguridad que rodearon en todo momento a Benedicto XVI. Luego, la rauda carrera hacia el arzobispado.

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