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Reportaje:

El mensaje que Obama dio a Zapatero

La Casa Blanca encargó al jefe del Gobierno español que le pidiera a Israel que aflojara la presión sobre el presidente palestino, Mahmud Abbas

Miguel González

Zapatero se bajó del avión, tomó un coche y recorrió los 130 kilómetros que separan Jerusalén de Ammán. Atravesó el desierto de Judea, cruzó el paso de Allenby, dejó atrás el Mar Muerto y los asentamientos donde se encastillan y reproducen (a gran escala, a juzgar por las construcciones que planea el Gobierno israelí sólo para satisfacer su crecimiento vegetativo) 300.000 colonos. "El conflicto no es irresoluble, pero sí absurdo", se lamentaba Zapatero.

Para presidir la Unión Europea hay que haber pisado la tierra santa de las tres religiones monoteístas, el lugar del mundo donde se concentra mayor cantidad de odio por metro cuadrado. No basta que te lo cuenten. Hace falta conocer personalmente a los actores principales del drama, y visitarlos en su casa, para que sea posible sortear cualquier obstáculo con una llamada telefónica si llega el momento.

"El conflicto no es irresoluble pero sí es absurdo", según Rodríguez Zapatero

Hasta ahora, el conflicto árabe-israelí era un asunto, casi una obsesión personal, del ministro de Asuntos Exteriores, que el presidente contemplaba con simpatía y distancia. Pero ahora, José Luis Rodríguez Zapatero necesita un curso acelerado y Miguel Ángel Moratinos ha puesto a su servicio la experiencia y la agenda acumulada durante siete años como enviado especial de la UE en la región.

Zapatero llegó a Damasco tras haber pasado por la Casa Blanca y Moratinos dejó entender que llevaba un mensaje de Obama. ¿Lo llevaba? Sí, según ha confirmado EL PAÍS, a través de varias fuentes. Pero su destinatario no era quién podía pensarse: ni el Gobierno sirio, cuya relación cultivó España en los años de ostracismo internacional, ni la ANP, a la que aporta 80 millones de euros anuales.

El mensaje de Obama, del que era portador Zapatero, iba dirigido a las autoridades israelíes y su contenido era, más o menos, el siguiente: dadle oxígeno al presidente palestino, Mahmud Abbas; no sigáis apretándole, pues si se ahoga los únicos beneficiados serán los radicales de Hamás. En el rompecabezas de Oriente Próximo ninguna pieza encaja, e Israel juega a debilitar a Abu Mazen, no hasta hacerle caer, pero sí lo suficiente como para impedir que se afiance como líder del pueblo palestino.

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La acogida que encontró Zapatero en Jerusalén no fue alentadora. El presidente Simón Peres, excorreligionario en la internacional socialista y premio Nobel de la Paz, criticó tan duramente la gestión del presidente palestino que casi parecía justificar la anulación de la autonomía y el retorno a la ocupación pura y dura. ¿Cómo plantear entonces el reconocimiento de la independencia palestina? La delegación española salió más satisfecha de la reunión con el primer ministro, quizá porque, con Peres ejerciendo de halcón, Benjamín Netanyahu podía incluso presentarse como paloma.

Zapatero regresó a Madrid convencido de que la decisión de Obama de implicarse en la resolución del conflicto de Oriente Próximo al inicio de su mandato supone una oportunidad única para desbloquear el proceso de paz, pero sabedor de que los obstáculos son muchos y el infierno está empedrado de buenas intenciones. "No se trata de negociar. Se trata de negociar para acordar la paz y no para ganar tiempo", en palabras de un diplomático español.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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