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El último escalón de Francisco Camps

Francisco Camps profetizó hace diez meses que su inocencia quedaría demostrada tras superar dos escalones en el proceso judicial abierto en Valencia por el caso Gürtel. Pero en el último escalón del Tribunal Supremo, Camps se ha estrellado. Los trajes a medida que el presidente aceptó con gusto de su "amiguito del alma" al que quería "un huevo", Álvaro Pérez, empresario que era favorecido cada día con contratos a dedo por la administración valenciana, han devuelto a Camps a la antesala del banquillo de los acusados por corrupción, una de las mayores humillaciones que puede sufrir un político.

El Tribunal Supremo enmendó ayer la plana a la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Valencia y al presidente de este organismo, Juan Luis de la Rúa (*), que junto a otro magistrado conservador defendió una extraña teoría para absolver a Camps. La teoría decía más o menos así: El regalo de varias decenas de trajes durante tres años consecutivos a cuatro altos cargos del PP y del Gobierno valenciano por parte de un empresario, Álvaro Pérez, el Bigotes, cuya empresa había sido beneficiada por decenas de contratos a dedo de las distintas consejerías de la Comunidad Valenciana y que llevaba en exclusiva la organización de actos del PP valenciano no podía enmarcarse dentro del tipo penal del cohecho impropio porque no había relación casual ni constaba que El Bigotes hubiera regalado decenas de trajes en prueba de agradecimiento por los contratos recibidos.

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De esta manera justificó De la Rúa la inocencia de Camps y esa opinión de todo un presidente de un Tribunal Superior de Justicia de Valencia permitió archivar el caso. La Fiscalía recurrió ante el Supremo y el PP la acusó de obedecer órdenes del Gobierno para perjudicar a Camps.

La argumentación jurídica de Juan Luis de la Rúa, que vaciaba de contenido el artículo del Código Penal que regula el cohecho impropio, encantó a los estrategas del PP y permitió a Camps cubrir con éxito los dos escalones que, según él mismo vaticinó, faltaban para que se archivara su caso. El Supremo, atendiendo al recurso del fiscal, ha corregido ese veredicto y ordena que se reabra la causa contra Camps. Era el último escalón y Camps ha tropezado en él con graves daños para su imagen pública, ya muy deteriorada.

El tropiezo del presidente valenciano también hace tambalearse a Mariano Rajoy, el líder de un partido cuyo tesorero nacional ha tenido que dejar todas sus responsabilidades salpicado por la trama corrupta. Rajoy se anticipó a los acontecimientos hace días cuando respondió que Camps sería el candidato del PP en Valencia... dijera lo que dijera la Justicia. Rajoy utiliza una curiosa vara de medir en su política de personal. A unos, la imputación les acarrea la suspensión de militancia y la destitución automática de sus puestos. A otros, como Camps, les garantiza continuidad en el cargo y en la candidatura. O no, que con Rajoy nunca se sabe.

(*) Juan Luis de la Rúa aspiraba a revalidar el cargo de presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia. Francisco Camps declaró que la palabra amistad no era suficiente para definir su relación con De la Rúa.

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