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MIGUEL FRANCISCO MONTES NEIRO

Una vida entre rejas, fugas e intentos de suicidio

Miguel Francisco Montes Neiro tiene 60 años y ha pasado la mayor parte de su vida en prisión: Málaga, Granada, Córdoba, Sevilla, Guadalajara, Huelva, Cádiz, Ceuta, Las Palmas... "Se ha recorrido media España", cuenta su hermana Encarnación, que lo defiende con pasión. Lo detuvieron por primera vez con 16 años, cuando una noche en su barrio de Granada hubo un robo en un quiosco y lo acusaron. "Mi padre era policía y nos obligaba a estar muy pronto en casa". Lo llevaron a la cárcel, aunque "con su edad era ilegal", y estuvo en ella hasta los 25 porque "le acusaron de otros delitos". En 1975 quedó libre, con todas sus penas cumplidas y se alistó voluntario en el Ejército para hacer el servicio militar. Lo mandaron a El Aaiún, en la época de la Marcha Verde marroquí. Un conflicto por la pérdida de un arma lo llevó de nuevo a la cárcel.

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Lo acusaron de haber robado un fusil, él desertó del Ejército y lo llevaron preso. Ahí comenzó un nuevo periodo de encadenar condenas por delitos menores de robos y falsificación de documentos que hoy tampoco ha acabado, pues el Tribunal Supremo no ha ordenado su excarcelación. Un delito, una fuga, otro delito, otra condena... Y, en medio, huelgas de hambre e intentos de suicidio.

Sólo rozó la libertad entre los años 1995 y 1997, cuando le concedieron la condicional. Hasta que le acusaron de un robo a unos joyeros en Córdoba. Se presentó en la policía pensando que sería un error pero sólo fue el comienzo de un nuevo periplo por las cárceles de España. Los antecedentes que tenía fueron la clave, según su hermana, de esta nueva condena. "Él era inocente pero yo misma escuché en la comisaría cómo uno de los policías le decía que tenían huellas suyas en todas las prisiones y que por ello podían ponerlas donde les diera la gana. Los joyeros ni siquiera pudieron reconocerlo porque quien robó iba tapado", apunta.

Encarnación defiende con una fe ciega a su hermano. Todos los delitos "están relacionados con sus fugas y tendría coartadas pero no las dice para no comprometer a quienes le ayudan". Cuenta, por ejemplo, que una de sus penas fue por un robo en Granada y que se produjo cuando él estaba preso en Málaga. "El día del juicio, él creía firmemente que lo iban a declarar inocente. No podía ser de otro modo pues el delito se había cometido cuando él estaba en la cárcel, pero lo hubo, lo condenaron a cuatro años más de prisión. Es por los antecedentes".

Cuando se enteró de una nueva condena, intentó suicidarse, se ahorcó. Los funcionarios de prisiones le rompieron dos costillas al querer reanimarlo. Lo llevaron al hospital y cuando despertó se encontró en una habitación llena de cadáveres. Huyó por la ventana y acudió a casa de su hermana.

Preguntada por el por qué de tantas condenas sobre su hermano, Encarnación se queda pensando y responde: "En Granada había un jefe de policía que desde niño quería que fuera un chivato suyo. Él no quería, quería ser fontanero, y le amenazó con que le iba a hundir la vida, y así ha sido", asegura.

Su última fuga duró un mes. Le dieron permiso para acudir al funeral de su madre y no regresó a la prisión. "La mañana después del funeral se despertó y, cuando vio a sus hijas -que hoy tienen 13 y 15 años y nunca han conocido a su padre en libertad-, fue a comprarles churros para desayunar. Es lo que ansía, hacer cosas cotidianas. Por eso cuando se fuga no se va a sitios raros, se viene a casa y hace cosas normales".

Miguel Francisco Montes (izquierda) cuando hacía el servicio militar.
Miguel Francisco Montes (izquierda) cuando hacía el servicio militar.

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