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El conflicto de Oriente Próximo

Arabia Saudí rechaza la presión de Bush para abaratar el crudo

Riad no producirá más petróleo pero acepta hacer causa común contra Irán

Ángeles Espinosa

Alfombra roja, abrazo y sonrisas. La recepción del rey Abdalá de Arabia Saudí al presidente George W. Bush ayer cumplió todos los ritos de la hospitalidad árabe. Sin embargo, a pesar de nuevos acuerdos para proteger los recursos petrolíferos y desarrollar un programa nuclear civil, las buenas maneras no pudieron ocultar las tensiones en una alianza estratégica que acaba de cumplir 75 años. Ni el monarca saudí parece en disposición de rescatar a Estados Unidos de los altos precios del petróleo como necesita Bush, ni la política de Washington en la región ayuda a que sea de otra forma. A ambos les preocupa Irán, pero discrepan en la forma de desactivar ese peligro.

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Por segunda vez en lo que va de año, Bush pidió a Abdalá que aumente la producción de petróleo para rebajar los precios, que están creando una enorme presión sobre la economía estadounidense. Tal como se esperaba, el mensaje de los responsables saudíes fue que no ven razón para hacerlo, aunque están dispuestos a ello si lo requiere el mercado. "Lo haríamos para compensar descensos de otros productores, pero de momento oferta y demanda están equilibradas", declaró el ministro saudí de Petróleo, Ali al Niami, citado por las agencias.

En EE UU, el temor a una recesión es tal que los demócratas han presentado una resolución en el Senado para bloquear una venta de armas a Arabia Saudí por valor de 1.400 millones de dólares si Riad no incrementa su producción en un millón de barriles diarios. El reino, que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo, ha reconocido en el pasado que podría llegar a producir hasta 11 millones de barriles diarios frente a los cerca de nueve que produce ahora. Los saudíes sí acordaron aumentar un poco la producción para junio, pero sólo 300.000 barriles, muy por debajo de lo que pide Bush.

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No obstante, los observadores recuerdan que ya el pasado enero el monarca saudí rechazó la petición de Bush con el mismo argumento. Desde entonces, el precio del barril brent ha subido 30 dólares y ayer llegó a cotizarse muy por encima de los 126 dólares, aunque descendió cerca del cierre. Es cierto que una parte corresponde al descenso de cotización del dólar, pero por otra, el alza resulta de la creciente demanda de India y China más que de una baja producción. De ahí que algunos analistas duden de que un aumento en la oferta vaya a reducir los precios.

Además, desde el punto de vista político, tampoco Bush tiene mucho que ofrecer a cambio. Su política en la región es un completo desastre y los saudíes, como el resto de los árabes, cada día se muestran más críticos con la relación que sus gobernantes mantienen con Estados Unidos. Para ellos, la situación en Irak o el enquistamiento de la cuestión palestina son consecuencia directa de la actitud de Washington.

Incluso respecto a Irán, cuyas ambiciones regionales preocupan sobremanera a ambos gobernantes, la coincidencia en el diagnóstico no se traduce en un acuerdo sobre la cura. Para Abdalá, frenar la influencia iraní exige resolver el conflicto israelo-palestino que alimenta la cólera y las frustraciones del mundo árabe. Y Bush llegó a Riad desde Israel, donde celebró el 60º aniversario de ese país sin lograr ningún avance en el llamado proceso de paz.

Consciente de esas nubes en la relación, la Casa Blanca anunció la firma, durante la visita, de cuatro importantes acuerdos. Por un lado, Arabia Saudí ha aceptado unirse a dos iniciativas globales, una para combatir el terrorismo nuclear y otra para luchar contra la proliferación de armas de destrucción masiva. Por su parte Estados Unidos, que es el mayor consumidor de energía del mundo, se compromete a proteger las infraestructuras energéticas del reino, y ayudarle a desarrollar un programa nuclear civil.

Este compromiso, que sigue a los alcanzados con Bahrein y Emiratos Árabes Unidos en los meses pasados, contrasta con la actitud el rechazo estadounidense a las ambición nuclear iraní, que Bush recordó durante su estancia en Israel. Sin embargo, ninguno de los países árabes ha expresado interés en enriquecer uranio, como insiste Teherán. Además, los expertos estiman que pasarán entre 10 y 15 años antes de que dispongan de la capacidad para gestionar un reactor nuclear.

La visita de Bush a Arabia Saudí, la segunda que realiza este año, buscaba también celebrar los 75 años de relación estratégica entre ambos países. A diferencia de la entrevista que el 14 de febrero de 1945 mantuvieron el entonces rey Abdelaziz y el presidente Franklin D. Roosevelt a bordo del acorazado Quincy, la cita de ayer tuvo lugar en la finca de Yanadriyah, a unos 50 kilómetros de Riad, donde Abdalá tiene sus establos. Allí, lejos de las cámaras y los focos, ambos compartieron un par de comidas y repasaron el pacto que ha garantizado la protección de la familia real saudí a cambio de petróleo.

George Bush y el rey Abdalá, durante la recepción del presidente norteamericano en el aeropuerto de Riad.
George Bush y el rey Abdalá, durante la recepción del presidente norteamericano en el aeropuerto de Riad.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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