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El Asad afirma que "no habrá reformas en medio del sabotaje y del caos"

El presidente sirio vuelve a denunciar una conspiración internacional contra su país y asegura que convocará reuniones de "diálogo nacional" para discutir reformas.- La oposición al régimen se muestra decepcionada ante el discurso y se manifiesta en todo el país

El presidente sirio, Bashar al Asad, durante su discurso en Damasco en una fotografía proporcionada por la agencia oficial siria SANA.
El presidente sirio, Bashar al Asad, durante su discurso en Damasco en una fotografía proporcionada por la agencia oficial siria SANA.REUTERS

Bachar el Asad promete reformas desde que heredó de su padre la presidencia de Siria, hace 11 años. Hoy, con el país en plena revuelta, con los tanques de su hermano Maher disparando contra los manifestantes y con miles de refugiados en Turquía, ha anunciado la creación de varios comités con la misión de estudiar posibles reformas. Y ha asegurado que seguiría siendo implacable con las protestas "vandálicas" organizadas "desde el extranjero". Lo mismo de siempre. El Asad se ha mostrado completamente alejado de la realidad, salvo cuando ha admitido que la economía nacional estaba próxima al colapso. Su discurso aspiraba a calmar los ánimos, pero consiguió lo contrario: sus palabras provocaron decenas de manifestaciones espontáneas.

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En un pasaje de su discurso, con la risita que suele escapársele en los momentos menos oportunos, Bachar el Asad ha pedido que no se hiciera caso a los "rumores" que circulaban sobre su familia. Eso ha sido significativo. Los "rumores" dicen que Bachar no es más que un títere en manos de su hermano Maher, su cuñado y sus primos. Los dictadores no suelen mencionar los rumores que les desacreditan, ni siquiera para desmentirlos. Por alguna razón, Bachar se ha sentido obligado a hacerlo.

Quizá para subrayar que sí era un dictador tan peligroso como el que más, ha llamado "gérmenes" a quienes reclamaban su dimisión y enjuiciamiento. La televisión estatal siria usa con profusión el calificativo "cucarachas", popularizado por Muamar Gadafi, pero llegado el momento Bachar el Asad ha optado por el más original "gérmenes", que le ha permitido además insistir en la necesidad de "exterminarlos" dada su "velocidad de reproducción".

El presidente de Siria llevaba un mes sin hablar en público. El de hoy era su tercer discurso desde el inicio de la crisis, a mediados de marzo. Uno de sus principales aliados, el primer ministro turco Tayyib Recep Erdogan, le había instado a que anunciara de una vez una auténtica apertura del régimen y ordenara el retorno de los militares a los cuarteles. Muchos analistas daban por hecho que como mínimo El Asad pondría fin de forma inmediata al monopolio político del partido Baaz.

Pero no ha habido nada salvo vagas promesas, las ya formuladas muchas otras veces. En resumen, ha anunciado un "diálogo nacional" en el que participarían "cien personas" para valorar posibles cambios que condujeran, tal vez, a unas elecciones pluralistas o a una prensa menos censurada. Palabras vanas, porque los regímenes totalitarios como el sirio (sus fieles corean el grito "Dios, Bachar, Siria, nada más") no pueden reformarse, aguantan hasta que se derrumban.

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Al menos ha admitido que algunas reivindicaciones populares eran legítimas, aunque solo para destacar que "una minoría de saboteadores" utilizaba esas manifestaciones para "desarrollar sus propios planes". No ha explicado por qué, si algunas protestas eran legítimas, su hermano Maher las acallaba a cañonazos. En su momento más vil, Bachar el Asad ha proclamado que lucharía contra la corrupción, endémica en Siria. Acto seguido ha añadido, con una risita: "Eso es más fácil decirlo que hacerlo". La risita ha sonado macabra, viniendo del primo y amigo del alma de Rami Makhlouf, el magnate sirio que personifica la corrupción en estado puro.

El Asad ha advertido de que la economía siria corre peligro de sufrir un "colapso" y en lugar de citar los motivos de sobra conocidos (huelgas y protestas, desaparición del turismo, sequía, corrupción, incompetencia burocrática, agotamiento del petróleo, falta de inversión extranjera), ha dicho que gran parte del problema es "psicológico".

Igualmente psicológico debe parecerle a El Asad el problema de los refugiados en Turquía, ya más de 10.000, con al menos otros 10.000, según el Gobierno de Ankara, esperando cruzar la frontera en los próximos días. "Que vuelvan a sus casas", ha exhortado, "hay quien dice que el Estado se cobrará venganza pero yo afirmo que eso no es cierto, el Ejército está [en sus ciudades] para garantizar la seguridad". En realidad, los refugiados coinciden en relatar que las tropas bombardearon con helicópteros ciudades como Jisr al-Shughur, que dispararon indiscriminadamente a quien saliera a la calle, que persiguieron a quienes huían hacia la frontera y que incendiaron sus cosechas y granjas.

En cuanto ha concluido el discurso en la Universidad de Damasco, varias manifestaciones se formaron en la propia capital y en Latakia para expresar indignación y corear a gritos la palabra "mentiroso". Durante la noche previa ya se habían registrado manifestaciones no demasiado numerosas en Hama, Homs, Latakia y algunos suburbios de Damasco, así como en poblaciones cercanas a las fronteras con Líbano e Irak. La ONU estima que más de 1.300 personas han muerto en Siria desde mediados de marzo por disparos del Ejército, la policía o los shabiha, matones armados por el régimen.

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