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CAOS EN CHINA

La noche del espanto

Por primera vez en 40 años, el Ejército chino abrió fuego contra sus compatriotas

ENVIADO ESPECIAL Trece cuerpos sin vida cubiertos apenas por sábanas yacen en una pequeña habitación y otros tres en un angosto pasillo del depósito de cadáveres de un céntrico hospital de Pekín. Son sólo una muestra de los cientos, y quién sabe si miles, de víctimas inocentes de una carnicería humana provocada por la ceguera militar y la torpeza política de los gobernantes de la nación más poblada del mundo. Ha sido una madrugada de espanto en la que el Ejército Popular de Liberación ha disparado contra el pueblo por primera vez desde hace 40 años.

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"La historia juzgará", afirman algunos de los supervivientes de la tragedia que ha vivido este país durante el pasado fin de semana "De una constelación de errores se ha desembocado en una gran barbaridad", comenta un sinólogo occidental.Son las seis de la tarde de un domingo casi veraniego. Poco después del mediodía el cielo se ha cubierto y ha comenzado a llover para limpiar así las huellas de horas y horas de infierno. Pero el agua no lo ha conseguido. El paisaje de Pekín es como el de una batalla inacabada. Los helicópteros sobrevuelan el centro y en los alrededores de la famosa plaza Tiananmen todavía se ve a gente que huye cuando la milicia dispara. Los rostros no reflejan por completo el drama. Hay algunos que ríen y se acercan al extranjero simulando que tienen una pistola Un hombre joven pedalea tranquilamente en bicicleta con un niño pequeño agarrado al manillar. A escasos metros se escuchan de nuevo esporádicas ráfagas de fusiles automáticos.

La contienda de la noche de luto no ha sido únicamente en una y otra parte de la larga avenida de la Paz Celestial, la travesía que bordea Tiananmen. En la periferia de la ciudad se observan restos del enfrentamiento. También en diversas universidades, donde anoche había de nuevo movimiento de tropas. Desde los amplios ventanales de un hotel se divisa Tiananmen limpia de ocupantes y de símbolos democráticos, como el de la estatua erigida por los estudiantes. Varios tanques permanecen todavía allí. Los oficiales al mando estimaron que la cuantía de los concentrados -apenas 3.000- era de tal calibre que se requería el empleo de medio centenar de carros de combate. Pelotones de soldados mantienen cerrado el paso. Hay una tierra de nadie de unos 200 metros entre ellos y una multitud que se concentra junto al hotel Pekín.

Lo más paradójico de esta brutalidad sin sentido es que el Gobierno ha recuperado Tiananmen pero ha perdido el resto de la ciudad. Previsiblemente se hará dueño de la situación, pero a costa de más sangre, como la que se ve en el depósito de cadáveres de un hospital próximo al Palacio de las Culturas de las Nacionalidades, en la parte oeste de la avenida de la Paz Celestial.

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Paradero desconocido

En la entrada de la clínica aguardan numerosas personas que quieren saber el paradero de parientes o amigos. El destino de no pocos de ellos quizá no se conozca nunca. Muchos cadáveres han sido retirados por el Ejército e incinerados en el mismo cementerio de las afueras de Pekín donde fue inhumado, el pasado 15 de abril, el antiguo y reformista secretario general del partido comunista Hu Yaobang.El Gobierno afirma que tres soldados han sido quemados vivos por civiles, y uno de ellos colgado cerca del Palacio de las Culturas de las Nacionalidades y en las áreas de Chongwen y Jianguomenwai.

En Chongwen, al sur de la plaza, enfrente del lujoso restaurante francés Maxim's, se siente todavía el olor de la batalla. Tres vehículos militares están carbonizados. Más hacia el sur, las verjas del Templo del Cielo se hallan cerradas y protegidas por tropas. En una calle adyacente dos ambulancias se encuentran volcadas, y junto a un hotel dos vetustos camiones del EPL son pasto de las llamas después que poco antes un grupo les cortara el paso con cócteles molotov.

Es difícil estimar el número de vehículos incendiados. Tal vez más de un centenar. La metralla de los fusiles automáticos kalashnikov está incrustrada en muchas paredes de las casas, porque los soldados no respetaron ni a los simples curiosos. Una joven periodista china recién casada que se asomó a la ventana para ver el paso de las tropas murió de un disparo. Una madre llevaba en brazos a una niña de corta edad con la cabeza destrozada. "Fascistas, fascistas", gritaban ayer jóvenes manifestantes a las tropas estacionadas cerca del hotel Pekín. La respuesta fue una serie de ráfagas de ametralladora que tumbaron a varios de ellos. No cabe duda que el gobierno china enloqueció el pasado fin de semana.

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