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Hacia un nuevo orden mundial | Los acuerdos comerciales

China y EE UU consolidan los lazos económicos como pilar de su relación

Pekín comprará 45.000 millones de dólares en productos norteamericanos

Antonio Caño

El anuncio de un acuerdo por el que China se compromete a la compra de 45.000 millones de dólares (33.665 millones de euros) en productos norteamericanos, incluidos 200 aviones Boeing, confirmó la trascendencia económica de esta cumbre, en la que las dos superpotencias parecen entender que el progreso de ambos tiene que ser paralelo y que ese esfuerzo puede resultar también fundamental para el progreso del resto del mundo.

Las compras chinas afectan a múltiples sectores de la industria estadounidense, desde las telecomunicaciones a las computadoras, la energía o los tractores —también hay un acuerdo en materia agrícola—, lo suficiente como para contribuir a la creación de 235.000 puestos de trabajo en Estados Unidos, según el cálculo hecho por funcionarios norteamericanos.

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La adquisición de los aviones, que representa un desembolso de 19.000 millones de dólares, es particularmente valiosa porque ayuda a Boeing a mantener su posición en un mercado internacional crecientemente competitivo y garantiza la estabilidad laboral en las factorías de esa compañía, de gran impacto en el mercado de trabajo de Estados Unidos.

Con este anuncio, China intenta de alguna manera compensar los desequilibrios que las autoridades norteamericanas denuncian frecuentemente en sus relaciones económicas. El valor de la moneda china —que todavía tiene que perder un 15% de su cotización actual para adecuarse a la realidad, según Washington— es el más debatido de todos, pero no el único.

En uno de los actos más importantes de la jornada de ayer, el presidente chino, Hu Jintao, se reunió en el Old Executive Building, contiguo a la Casa Blanca, con 18 empresarios norteamericanos y chinos implicados en inversiones estadounidenses en China. Su queja no es la del valor de la moneda —que afecta más a los exportadores que producen aquí— sino la de las enormes dificultades que el mercado chino, básicamente controlado por el Gobierno, presenta para la expansión de sus productos. Exceso de burocracia, regulaciones innecesarias, subvenciones desproporcionadas y dumping es la realidad que describieron algunos de los hombres de negocios que participaron en la reunión.

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Formalmente, China se comprometió a abrir sus mercados. Se anunciaron nuevas medidas para eliminar barreras y favoritismos y el Gobierno chino aceptó, entre otras cosas, el desarrollo en su territorio de la nueva generación de tecnología norteamericana de comunicaciones 3G y otras que puedan surgir en el futuro. Pero al mismo tiempo China pretende hacer esa apertura paulatinamente, de forma que no ponga en peligro a su industria doméstica.

Otro de los problemas de las relaciones económicas entre China y Estados Unidos tratado en esta cumbre es el de los derechos de autor. La piratería ha sido, dicho crudamente, una de las bases del desarrollo del país asiático, y las empresas afectadas, entre ellas las del mundo del espectáculo de Hollywood, quieren compensaciones. En los últimos años, el volumen de copias ilegales se ha reducido casi a la mitad y las ventas de software legítimos ha crecido en 4.000 millones de dólares, pero eso es solo una parte mínima de lo que ese negocio puede llegar a representar.

Pese a todo esto, ha quedado claro que la economía es, junto a la seguridad, uno de los pilares en los que debe asentarse la relación entre los dos colosos en las próximas décadas. El interés norteamericano por la apertura y la transparencia de un mercado chino en pleno crecimiento es paralelo al interés chino por la estabilidad de la economía estadounidense, donde tiene invertido su dinero y sus proyectos de desarrollo futuro. "La comunidad empresarial ha sido históricamente uno de los bastiones de las relaciones bilaterales", reconoce Michael Froman, responsable económico en el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca.

China es ya un gran cliente de EE UU, que le vende anualmente cerca de 100.000 millones de dólares en bienes y servicios, lo que le convierte en el segundo después de los vecinos Canadá y México. Pero esa cifra, aún siendo importante, no representa aún las verdaderas posibilidades de importación de una economía que el año pasado creció un 10%.

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