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China e India se disputan el Índico

Pekín organiza su protección en torno a la estrategia del "hilo de perlas", formado con el establecimiento de bases, instalaciones comerciales y puertosEE UU es el país que más invierte en la seguridad de la zona

Andrea Rizzi

En los mapas eurocéntricos el océano Índico suele llamar la atención bastante menos que el Atlántico. El Pacífico, aunque aparezca entrecortado, siempre impresiona por su inmensa extensión. Y, sin embargo, es el Índico la masa de agua sobre la que las potencias mundiales están tratando más de proyectar su influencia. La toma de posiciones en la región provoca fricciones entre los principales actores y un incidente naval protagonizado por un barco militar estadounidense y cinco navíos chinos ha evidenciado la semana pasada que Pekín no está dispuesto a aceptar el statu quo en las aguas del sur asiático.

Por el Índico transita el 70% del tráfico mundial de petróleo. Todos los recursos de Oriente Próximo y África que alimentan el crecimiento de India y China pasan por ahí, al igual que gran parte de las exportaciones de los dos gigantes asiáticos. Conscientes de la relevancia estratégica del área y de sus rutas comerciales, Pekín y Nueva Delhi están impulsando una significativa potenciación de sus fuerzas navales.

Por el océano Índico transita el 70% del tráfico de petróleo
Las exportaciones de los dos gigantes asiáticos utilizan las mismas aguas
Ambos países van a reforzar sus flotas con portaaviones en los próximos años

China, además, lleva años desarrollando sin clamores una política que parece inspirada en el histórico ejemplo de la República de Venecia y bautizada como el "hilo de perlas": una serie de bases, instalaciones comerciales y puertos ubicados en el arco superior del Índico y concebidos para mejorar el control de las aguas de la zona y la protección del comercio. India observa con recelo lo que algunos interpretan como un acorralamiento.

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A las inevitables fricciones con el vecino indio, Pekín añadió la inusual diatriba con Washington. El incidente en las aguas del mar de China del Sur fue calificado por el director de Inteligencia Nacional de EE UU, Dennis Blair, como el encontronazo bilateral "más grave en los últimos ocho años". "China parece estar adoptando una actitud más agresiva, más militar", dijo Blair, al comentar el episodio en el Senado.

El asunto ha causado cierto revuelo. Washington elevó una protesta oficial frente a la "agresión" sufrida por su navío, un buque de prospección de submarinos, que navegaba a unas 75 millas de la importante base naval china de Yulin, en la isla de Hainan. Pekín, que tiene en esa base submarinos nucleares, rechazó las acusaciones, alegando que negó paso al buque de EE UU porque había violado su espacio marítimo; oficiales chinos tildaron de "villanos" a los estadounidenses.

Un par de días después, según publicó el periódico en inglés China Daily, el presidente Hu Jintao llamó a sus militares a "defender firmemente" los intereses nacionales. El diario también se hizo eco poco después de la intención de la cúpula militar china de dotar de portaaviones a su flota, de los que actualmente carece. Y, el fin de semana pasado, EE UU envió un destructor a la zona para proteger el barco acosado.

"La proyección de China en el Índico está motivada por la imperiosa exigencia de proteger y facilitar la importación de recursos energéticos necesarios para respaldar su crecimiento", afirma Robert Kaplan, investigador del Center for a New American Security, en una conversación telefónica desde EE UU. "Éste es un objetivo que China perseguirá con todas sus fuerzas", añade Kaplan, que está escribiendo un libro sobre el océano Índico y que acaba de publicar un amplio análisis sobre su relevancia en la revista Foreign Affairs.

De ahí que Pekín, por un lado, ya no tolera ciertas maniobras estadounidenses en aguas del sur de Asia y, por el otro, centra su creciente esfuerzo militar en la Armada. "En la próxima década, la flota militar china tendrá más buques de guerra que la estadounidense. El Pentágono conservará la superioridad tecnológica, pero los números, en mar, son importantes", dice Kaplan. En los últimos años, Pekín ha adquirido, entre otros, ocho submarinos de fabricación rusa.

"Es cierto que China, como India, ha estado invirtiendo de manera bastante masiva en fuerzas navales", opina Jason Alderwick, experto del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres. "Pero habrá que ver cómo la crisis afectará esas ambiciones. En todo caso, incluso si China lograra tener un portaaviones en los próximos 10 o 15 años y aumentara el número de navíos militares, no creo que pueda anular la distancia con EE UU. Están a generaciones de distancia".

Si el presupuesto militar chino crece últimamente a tasas de entre el 15% y el 18%, más ambicioso todavía es el plan del "hilo de perlas". "China avanza en esa estrategia de manera inexorable, metódica", dice Kaplan. Ello naturalmente implica un profundo trabajo diplomático de estrechamiento de relaciones con países de la zona, y un importante desembolso económico para la construcción de infraestructuras como el puerto de Guadar, en Pakistán. Ubicado a escasa distancia del estratégico estrecho de Ormuz, el gigantesco proyecto se funda en financiación e ingeniería chinas. Para contemplar la importancia de esa perla, el primer ministro chino, Wen Jiabao, fue a visitarla cuando se completó la primera parte del proyecto. Los trabajos siguen. Otras perlas están en fase de planificación, construcción o acabadas en varios países de la región, como Sri Lanka, Bangladesh y Myanmar (la antigua Birmania), cuyas costas China plantea interconectar con su provincia de Yunnan.

El esfuerzo y la inversión indios también son importantes. Nueva Delhi cuenta con añadir a su flota tres portaaviones y tres submarinos nucleares para 2015. Pero Estados Unidos, con sus muchos aliados, sigue siendo el principal actor de seguridad en la zona, aunque Pekín no parece dispuesto a permanecer en un papel subalterno.

Más allá de quién tuviera la razón jurídica, el incidente de la semana pasada es un mensaje novedoso y claro. "Los estadounidenses ven su conducta como legítima, pero China parece haberla vivido como un desafío a su autoridad", dice Alderwick. Más allá de los hechos, "hay una lógica eminente detrás de la política china. Pekín necesita proteger líneas de abastecimiento vitales. Creo que, fundamentalmente, lo que están haciendo es legítimo. No es nada que EE UU no haya venido haciendo desde 1946 en adelante", concluye Alderwick.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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