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Fini liquida el posfascismo italiano y se une a Berlusconi

El líder de Alianza Nacional esgrime un discurso mesurado

Gianfranco Fini liquidó ayer en Roma seis décadas de posfascismo italiano con un templado discurso de centro, acorde con su nuevo talante moderado y su papel institucional de presidente de la Cámara de Diputados. Entre ovaciones, alguna lágrima y varias salidas de tono de otros dirigentes más nostálgicos y menos hábiles, el líder de Alianza Nacional (Bolonia, 1952) cerró el último congreso del partido que heredó los ideales mussolinianos del Movimiento Social Italiano (MSI) surgido en 1946.

Fini, de 57 años, proclamó que la "histórica" desaparición de AN para fundirse en un solo partido con el Pueblo de la Libertad de Silvio Berlusconi, acto que se producirá el próximo fin semana, debe conducir "a un partido unitario, pero jamás al pensamiento único". El último congreso de AN aprobó por unanimidad que el partido se congele y se convierta en fundación. "Se cierra una fase de la derecha", resumió Fini, "no se trata de un regalo ni de una legitimación. Las ideas no se legitiman. Las ideas se afirman". "El nuevo partido no será de derechas, sino que la derecha será un valor de ese partido", añadió, prometiendo que no disputará el liderazgo de la nueva formación del Pueblo de la Libertad. Fini dejó claro que Berlusconi querrá seguir siendo lo que Mario Vargas Llosa ha definido como "caudillo democrático". En el partido y en el Gobierno. "No habrá culto a la personalidad", afirmó Fini. "El presidencialismo no puede consistir en un Parlamento arrinconado al cual se pide que no moleste al que maniobra".

El político ha dicho que no disputará el liderazgo de la nueva formación

Fini ha despojado a la derecha italiana de sus fobias y añoranzas menos presentables, aunque hace sólo un año en los mítines de AN se lanzaban consignas xenófobas. De bendecir las ideas antisemitas de Giorgio Almirante, su padrino político, Fini ha pasado a convertirse en el mejor amigo de la comunidad judía italiana y en el más firme defensor del Estado de Israel. A base de pragmatismo y tacto, aprovechando 15 años de alianzas con Berlusconi, y, como él mismo dijo en una entrevista a este diario, con el apoyo de la derecha española liderada en su día por José María Aznar, Fini ha acabado desactivando a la derecha más intolerante.

La gran paradoja es que su sentido laico, su adhesión a los principios liberales de la Constitución, e incluso su principesca toma de distancia respecto a lo peor del berlusconismo -el politiqueo chistoso y gritón, el populismo demagógico, la ausencia de matices y, últimamente, incluso, el servilismo con la Iglesia-, han transformado a Fini en un líder excéntrico, que empieza a ser más respetado por la izquierda que por la propia derecha.

Emocionado pero convencido del paso que supone la renuncia a los viejos símbolos y prejuicios de AN, Fini explicó con tono mesurado su estrategia política. El político prevé "una sociedad italiana multiétnica y multirreligiosa". Exige que no se discrimine a nadie por ser inmigrante, recuerda que "con la inmigración no sirve enseñar los músculos", y pide un nuevo sistema político que acabe con el ineficaz "bicameralismo perfecto". A su juicio, hay sitio para esta nueva aventura, concluyó, porque "ha desaparecido la hegemonía cultural de la izquierda".

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