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El conflicto libio

Los Gadafi enfrentan a Libia y Argelia

Los rebeldes tachan de agresión la acogida de cuatro familiares del dictador en el país vecino - Argel promete entregar al coronel a La Haya si entra en su territorio

El nuevo Gobierno libio comienza a gestionar la tarea descomunal de construir un país asolado por la negligencia, la arbitrariedad y cuatro décadas de saqueo oficial de los ingentes recursos petrolíferos. Pero con el fugitivo Muamar el Gadafi todavía al frente de sus fuerzas armadas, según aseguró ayer la OTAN, el camino está sembrado de minas económicas, políticas y también diplomáticas. Si el déspota no sigue los pasos de sus colegas tunecino y egipcio -la huida al extranjero o el procesamiento judicial-, muy pocos respirarán tranquilos. De ahí la indignación que el Consejo Nacional de Transición (CNT), el Ejecutivo de los rebeldes, transmitió al Gobierno argelino después de que este acogiera el lunes en su territorio a la esposa de Gadafi y a tres de sus hijos. Argel trató de rebajar la tensión. Medios de este país aseguraban que el Gobierno entregará al Tribunal Penal Internacional al sátrapa si pisa suelo argelino.

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La acogida a los parientes de Gadafi es una "agresión" a Libia, según el CNT. Y una cuestión de la "sagrada hospitalidad" que impera en el desierto, a juicio del embajador argelino en Naciones Unidas, mencionado por la BBC. El diario argelino Echorouk, citando fuentes oficiales, informaba ayer de que el presidente Abdelaziz Buteflika ha asegurado a su Gabinete: "Si Gadafi intenta entrar en Argelia... será detenido y lo entregaremos al Tribunal Penal Internacional de acuerdo con los convenios internacionales". En cuanto a los familiares -"todos unos criminales financieros", los definió el vicepresidente del CNT, Abdelhafiz Ghoga-, el periódico apuntaba que no podrán abandonar la zona desértica en la que se encuentran. El Ejecutivo insurgente reclamará su extradición. "Pedimos al Gobierno argelino que se asegure de que la presencia de esta gente no supone una amenaza para Libia. Esperamos que sean entregados...", declaró en Bengasi Mustafá Abdel Yalil, presidente del Consejo.

Las relaciones diplomáticas entre Trípoli y Argel, la única capital del norte de África que no ha reconocido la legitimidad del CNT, eran muy aceptables en los años setenta, cuando Libia respaldaba al Frente Polisario saharaui. Se torcieron en la década siguiente tras la firma de un tratado entre el régimen de Gadafi y el rey de Marruecos -rival acérrimo de Argel y enfrentado al Polisario por el dominio del Sáhara Occidental-, para que las aguas volvieran a su cauce hace dos décadas.

Sin embargo, desde que se desató la revuelta en Bengasi, las autoridades rebeldes han denunciado repetidamente el respaldo de Argelia al aparato militar de Gadafi, mientras el Gobierno de Buteflika insistía en que el alzamiento libio está conducido por extremistas islámicos y que Al Qaeda no era ajena a la revuelta. Ahora, los vínculos entre ambos Estados atraviesan horas muy bajas. Las especulaciones sobre el cierre de la frontera entre ambos países se suceden. Como son continuos los ultimátums que los dirigentes insurrectos envían a los mandos militares de Gadafi. Esta vez con fecha fija.

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Si no hay indicios de que los leales al dictador se rinden antes del sábado en Sirte, ciudad natal del tirano, y en otros lugares, especialmente la región de Sabha, 600 kilómetros al sur de Trípoli, "decidiremos este asunto militarmente", advirtió Abdel Yalil.

Con las instalaciones petroleras, que aportan el 90% de los ingresos públicos, dañadas -será necesario más de un año para que funcionen adecuadamente-, con buena parte de la población armada y sin instituciones todavía en marcha, el potencial conflictivo en Libia es inmenso. Y todo se agrava porque el autócrata y sus hijos Mutasim y Jamis, jefes de las fuerzas armadas gadafistas, andan en paradero desconocido. Varias veces se ha anunciado la muerte de Jamis, pero la OTAN no lo confirma. Y las declaraciones de los jefes rebeldes a este respecto carecen de credibilidad, incluso para los ciudadanos que apoyan la revolución.

Y mientras la mayoría de los seis millones de libios se preparaban para pasar el tórrido Ramadán y compraban haciendo colas considerables para el Eid el Fitr -los tres días de fiesta que siguen al mes sagrado, que concluyó anoche- más feliz de su vida, la policía comenzaba a patrullar calles, las autoridades rebeldes anunciaban que pronto se abrirá el aeropuerto de la capital para la ayuda humanitaria y el puerto funcionará muy pronto con normalidad. Para algunos millares, que buscan a parientes desaparecidos, serán jornadas tristes. Los hallazgos macabros florecen. Las autoridades rebeldes aseguran que se han descubierto cuatro fosas comunes en el sur de Trípoli, y el coronel Hisham Buhagiar aseguraba que 50.000 personas han muerto desde que el 17 de febrero estallara el alzamiento.

Combatientes rebeldes celebran su llegada a una fragata de la Armada libia, ayer en Trípoli.
Combatientes rebeldes celebran su llegada a una fragata de la Armada libia, ayer en Trípoli.DANIEL BEREHULAK (EFE)

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