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Hablando con el enemigo

Lluís Bassets

Obama resbaló ante Hillary en el debate entre los candidatos demócratas que patrocinaba YouTube, ante una pregunta con mucha intención: "En 1982 Anwar el Sadat viajó a Israel, un viaje que produjo un acuerdo de paz todavía vigente. En el espíritu de un liderazgo fuerte, ¿estaría usted preparado para entrevistarse, en Washington o en cualquier otro sitio y sin condiciones previas, con los líderes de Irán, Siria, Venezuela, Cuba y Corea del Norte, dentro del primer año de su presidencia?" La respuesta fue afirmativa, y la explicación interesante: "La idea de que no se hable con otros países como medida de castigo -que ha sido el principio diplomático seguido por la actual Administración- me parece ridícula". Hillary señaló que no iba a reunirse con estos líderes en el primer año de mandato para que la utilizaran en su propaganda, pero admitió la necesidad de "regresar a la diplomacia, que ha sido una palabra malsonante para esta Administración".

Lo cierto es que ni siquiera los pocos neocons que quedan políticamente vivos, todavía escocidos por sus fracasos, se atreven a proclamar a estas alturas que con la guerra preventiva y unilateral se llegue a parte alguna. El diálogo, el multilateralismo, la diplomacia están de vuelta. El martes en Bagdad los embajadores de Washington y Teherán -el Gran Satán y el Estado terrorista del Eje del Mal- se reunieron por segunda vez y acordaron crear un subcomité sobre la seguridad en Irak. El embajador norteamericano en Naciones Unidas, Zalmay Khalilzad, ha propuesto a la organización internacional que adopte un nuevo mandato sobre Irak y nombre a un nuevo enviado especial con poderes reforzados, de forma que se haga cargo prácticamente de todo cuanto afecta al país árabe, a excepción de las cuestiones de seguridad y de defensa, que seguirán en manos norteamericanas. Propone también la creación de una conferencia regional de ministros y un grupo de contacto permanente de nivel inferior, incluyendo en ambas formaciones a Siria e Irán.

En Jerusalén también se juega con la baraja diplomática. La baza más vistosa es la instalación de Tony Blair esta semana como enviado especial del Cuarteto (Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y Naciones Unidas). Pero la más novedosa es el original plan de paz que Olmert quiere negociar directamente con el presidente palestino Abbas: se trata de evitar todos los temas conflictivos -fronteras, Jerusalén, regreso de los refugiados- para discutir sobre una especie de Estado palestino virtual. En una primera fase, sobre sus características, instituciones, economía y acuerdos aduaneros con Israel. En una segunda, sobre las fronteras definitivas e incluso la eventualidad de un túnel que una Gaza y Cisjordania. Olmert propone que los palestinos se queden con el 90% del territorio reconocido internacionalmente, aunque se trata de unas cuentas muy discutibles mapas en mano, sobre todo para la parte palestina. El plan puede tener interés para Abbas y para Olmert: les permite mantenerse a flote, en un momento en que todos compiten en debilidad. Y al primer ministro israelí le sirve como barricada frente a otras iniciativas, como la de Arabia Saudí (reconocimiento de Israel por la Liga Árabe a cambio de un Estado con las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días, incluyendo Jerusalén y el regreso de los refugiados). También le ayuda a acotar el mandato de Blair, pues el Gobierno israelí no quiere que éste se convierta en un mediador en el proceso de paz. Abbas, buen conocedor de la deuda moral de Bush con Blair por su apoyo en la guerra de Irak, sí quiere la ampliación de los poderes del enviado especial. La UE y Rusia, por razones distintas, están más interesadas en que sea el Cuarteto el protagonista. Por si acaso, la primera fase del plan de Olmert llena la cartera de Blair con las tareas estrictas que le ha encargado el Cuarteto y evita así que empiece a entretenerse y entrometerse en otras que no le corresponden.

Obama hablaría también con Hamás, pero Blair no podrá hacerlo mientras el partido islamista no reconozca a Israel, renuncie al terrorismo y se adhiera a los acuerdos previos entre israelíes y palestinos. Con Siria e Irán sí, y sin condiciones previas. También con Arabia Saudí, Jordania y Egipto. Pero no con el partido que venció en las elecciones parlamentarias palestinas. Con todas estas condiciones, Olmert y Abbas parecerán dos banqueros jugando al Monopoly.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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