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Reportaje:El desafío nuclear iraní

Irán se queda sin gasolina

El país depende del exterior para refinar crudo por la falta de equipamiento

Ángeles Espinosa

Las tardes de los viernes una hilera interminable de coches bloquea la avenida Jordan de Teherán, pero en las proximidades no hay ningún estadio, ni sala de conciertos. A falta de mejor forma de pasar el festivo semanal, los jóvenes se suben a su coche, o al de un amigo, y dan vueltas a esa calle buscando ligue en alguno de los vehículos que, con ocupantes del otro sexo, han acudido a la cita. Tan curiosa forma de socializar (sin violar las normas de separación de sexos) es sólo un pequeño ejemplo del enorme despilfarro que supone para Irán la subvención de la gasolina y otros combustibles. El Gobierno, preocupado por una partida que alcanza el 15% de su producto interior bruto (PIB) y por su dependencia exterior, ha anunciado el racionamiento a partir del 21 de marzo.

El Gobierno ha anunciado que racionará el combustible desde el 21 de marzo

La medida, tan potencialmente impopular como explosiva, sorprende tratándose de un país que posee las segundas reservas conocidas de petróleo y es el cuarto exportador mundial. Pero una cosa es tener enormes bolsas de crudo debajo del suelo nacional y otra muy diferente disponer de la tecnología para refinarlo. Las sanciones que Washington impuso a Irán tras la Revolución Islámica han limitado el desarrollo de su industria energética, donde la mayoría de las patentes son de EE UU.

De acuerdo con datos oficiales citados por la prensa local, los iraníes consumen diariamente 73 millones de litros de gasolina, de los cuales sólo 40 se producen en el país. No está claro si esa cifra incluye también el consumo de las Fuerzas Armadas y del amplio parque móvil estatal, o se limita a los vehículos privados. En cualquier caso, la importación de ese 45% supone un enorme coste para las arcas públicas, ya que el Gobierno importa cada litro a 5.000 riales (0,41 euros) y las gasolineras lo venden a 800. Esa dependencia de las importaciones de gasolina hace a Irán muy vulnerable en un momento en que se baraja una ampliación de las sanciones. "No hemos llegado a ese punto", precisa una fuente diplomática europea que califica de "muy grave" tal decisión.

Al poco de llegar al Gobierno en agosto de 2005, el equipo de Mahmud Ahmadineyad ya habló del asunto. Se filtró entonces que se preparaba un sistema de bonos para limitar el consumo subvencionado por vehículo, a partir del cual habría que pagar el coste real. Consideraciones sociales y políticas frenaron su puesta en práctica. En un país con grandes desigualdades, tocar los subsidios es siempre un asunto muy delicado. Pero además, durante su campaña electoral, Ahmadineyad prometió "llevar los beneficios del petróleo a la mesa de los iraníes", lo que casaba mal con un aumento de precios.

Sin embargo, la producción tiene un límite y lo que se consume dentro del país no puede exportarse. El petróleo proporciona el 60% de los ingresos del Estado. El año pasado fueron 47.000 millones de dólares [35.768 millones de euros], pero 20.000 de ellos se los comieron las subvenciones para mantener bajos los precios de los productos energéticos. Y es que la gasolina es sólo el ejemplo más llamativo. Calefacciones a tope en casas sin ningún aislamiento y en las que con frecuencia se dejan las ventanas abiertas, dan una idea de lo poco que los iraníes pagan por el gas natural, el gasóleo o la electricidad. Impulsada por los bajos precios, la demanda interna de combustible crece a un ritmo desenfrenado. Si no logran aumentar la producción de crudo, el consumo local podría dejarles sin petróleo para exportar en 10 años.

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De momento, nadie termina de creerse que tras las fiestas de Noruz, el año nuevo iraní que se celebra el 21 de marzo, vaya a ponerse fin a uno de los gastos más altos en gasolina por vehículo (11,5 litros diarios de media, frente a los siete de EE UU o los dos de Alemania).

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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