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La región más conflictiva

Karzai gana, Afganistán pierde

La Comisión Electoral le concede el triunfo tras la retirada de su rival, Abdulá Abdulá - La ONU, EE UU y aliados clave de la OTAN felicitan al presidente por su reelección

Ramón Lobo

Hamid Karzai es el vencedor de unas elecciones en las que todos han perdido. Perdió él, que se dejó casi todo su crédito político y la legitimidad en el camino; pierden los afganos, que después de 30 años de guerras y ocho de supuesta democratización y reconstrucción siguen siendo las víctimas principales, y pierde Occidente, que ha invertido más de 65.000 millones de dólares (unos 44.000 millones de euros) y entregado la vida de 1.502 de sus soldados en un conflicto que se ha empantanado en todos los frentes: en el militar ante los talibanes, que en 2007 recuperaron la iniciativa, y en el político. Es el peor escenario para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y para todos los aliados de la OTAN.

Abdulá dice que es un golpe de Estado y niega legitimidad al futuro Ejecutivo
"Ya no hay ilusión, habría sido mejor no celebrar elecciones", afirma un afgano
El presupuesto para los comicios ha alcanzado los 151 millones de euros
Es posible que se forme un Gobierno de coalición o que se vote otra vez en 2010
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Un día después de la retirada de Abdulá Abdulá de las elecciones, aduciendo que la maquinaria que generó el fraude masivo en la primera vuelta seguía intacta para perpetrar un segundo, la Comisión Electoral Independiente (CEI), responsable de organizar el evento, anunció la suspensión definitiva de la segunda vuelta, prevista el 7 de noviembre, y la proclamación de Karzai como presidente para los próximos cinco años.

Horas antes de este anuncio por boca de su presidente, Azizulá Ludin, a quien la oposición acusa de todos los males, fuentes de la CEI apostaban aún por la celebración de la segunda vuelta, como quería Karzai, y aducían para ello poderosas razones legales que no tardaron en guardar en el baúl de las razones de peso olvidadas. Las presiones entre bambalinas, sobre todo de EE UU, han debido de ser enormes. Sólo faltaba añadir al desastre de las últimas nueve semanas una participación irrelevante, después de que en la primera vuelta votara el 38,7% del censo electoral.

Poco antes del anuncio de la CEI, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se presentó de improviso en Kabul. En una multitudinaria rueda de prensa dijo lo que debe decir un diplomático, que la decisión final competía a las autoridades electorales afganas, pero su presencia era una muestra de que Naciones Unidas tampoco estaba dispuesta a jugar con fuego. El día anterior, tras la retirada de Abdulá, el enviado especial de la ONU, Kai Eide, dejó claro que la solución era cancelar la votación y no arriesgar más vidas y dinero. El presupuesto destinado a las elecciones alcanzó los 223 millones de dólares (151 millones de euros).

Ban Ki-moon dijo también que las afganas habían sido las elecciones más difíciles a las que se había enfrentado la ONU. Es injusto, pues olvida las complicadísimas de Camboya, Irak, Timor Este, República Democrática del Congo y Sierra Leona, entre otras, donde hubo éxitos palpables.

Después, el secretario general de Naciones Unidas añadió un borrón de corrección política a su biografía: felicitó a Karzai por su reelección. Lo mismo hicieron EE UU y aliados clave de la OTAN.

Los comicios del 20 de agosto, a diferencia de las presidenciales de 2004 y las legislativas de 2005, fueron organizados por la CEI, cuyo presidente nombró Karzai. Naciones Unidas limitó su papel al de asesor y a la creación de una segunda entidad supervisora, la llamada Comisión de Quejas Electorales (CQE), que a la postre fue la que forzó la segunda vuelta al descontar cerca de un millón de votos fraudulentos. Aunque más que la CQE, fue un éxito de la diplomacia estadounidense, que envió a Kabul al senador demócrata John Kerry para torcer la voluntad de Karzai. Veinte horas de presión constante obraron un milagro que a la postre resultó ser un truco.

Con la proclamación de Karzai no termina el proceso, más bien se abre uno nuevo, con un presidente debilitado y unos patrocinadores internacionales que se están debilitando con él. En Kabul se manejan varias soluciones y ninguna pasa por seguir como antes de la primera vuelta del 20 de agosto. Las opciones favoritas son Gobierno técnico y nuevas elecciones a mediados de 2010 coincidiendo con las legislativas, o Gobierno de coalición con Abdulá, algo que rechazan ambos.

Ahora es tiempo, como dice un diplomático, de ingeniería política, del arte de lo imposible. Otra fuente sostiene que "Occidente tendrá que convivir con Karzai, pero marcándole de forma clara las líneas rojas. (...) EE UU se ha especializado en crear personajes como Manuel Antonio Noriega y Sadam Husein, que después se les van de las manos y se convierten en el problema".

Abdulá, que ha pedido a sus seguidores que no salgan a la calle y se abstengan de realizar manifestaciones, calificó lo ocurrido ayer de golpe de Estado, y dijo que un Gobierno que alcanza el poder sin elecciones es ilegítimo.

En la calle no hay sorpresa ni perplejidad, sino una vida difícil que cuesta mover cada día: desempleo, pobreza, analfabetismo, injusticia y bombas. "Hubiera sido mejor no haber hecho ninguna elección, ahora ya no tenemos ni siquiera ilusión de que las elecciones sirvan para cambiar nada", dice Faqeer, un comerciante que ronda los 40 años. Los afganos parecen vivir desde hace mucho tiempo en un país real que nada tiene que ver con el de sus políticos y el de la comunidad internacional. "Estas elecciones las montaron para ustedes, no para nosotros", dice Mohamed, un periodista local.

Sin un censo y con una Comisión Electoral Independiente desprestigiada, la única función de los comicios, la de dar una pátina de legitimidad al Gobierno, ha fracasado. Ahora todo será mucho más difícil en Afganistán. También para las tropas extranjeras, que empiezan a ser percibidas, como sucediera en Irak en 2004 y 2005, como parte del problema, más que de la solución.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (derecha), acompaña al presidente Karzai a pasar revista a la guardia de honor ayer en Kabul.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (derecha), acompaña al presidente Karzai a pasar revista a la guardia de honor ayer en Kabul.EFE

Cronología de un fraude

- 20 de agosto. Segundas elecciones presidenciales desde la caída del régimen talibán, en 2001. Participación del 38,7% (datos oficiales).

- 23 de agosto. Abdulá Abdulá, principal rival del presidente Hamid Karzai, advierte de un fraude masivo. La Comisión de Quejas Electorales (CQE) recibe 225 denuncias de irregularidades.

- 25 de agosto. Los primeros resultados dan la victoria a Karzai, con el 40,6% de los votos. Abdulá logra el 38,6%.

- 8 de septiembre. La ONU denuncia fraude y la CQE, que ha recibido más de 2.000 reclamaciones, escruta los resultados de 600 colegios.

- 14 de septiembre. Abdulá reclama una segunda vuelta.

- 16 de septiembre. Los observadores de la ONU estiman que cerca del 25% de los votos son fraudulentos.

- 11 de octubre. Kai Eide, jefe de la misión de la ONU en Kabul, reconoce "fraudes considerables".

- 20 de octubre. La Comisión Electoral Independiente hace públicos los resultados: 49,67% de los votos para Karzai; 30,59%, para Abdulá. Al no superar el primero el 50%, se convoca una segunda vuelta para el 7 de noviembre.

- 26 de octubre. Abdulá reclama la sustitución del jefe de la Comisión Electoral, que Karzai rechaza. Mientras, octubre se convierte en el mes más mortífero para las tropas de EE UU (55 muertos hasta el día 27) y 2009, en el año más sangriento para civiles y militares afganos y extranjeros desde el inicio de la intervención aliada en 2001.

- 1 de noviembre. Abdulá Abdulá anuncia su retirada.

- 2 de noviembre. Hamid Karzai es declarado vencedor.

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