_
_
_
_
_
El conflicto de Oriente Próximo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Obama el electoralista

Sami Naïr

Lo que ha ocurrido esta semana en la ONU a propósito de la petición de creación de un Estado palestino es muy emblemático: duplicidad de los potentes estadounidenses-israelíes, hipocresía de los europeos, impotencia de los árabes, debilidad de los palestinos, molestia del resto. Ahora los palestinos tienen la prueba de que nadie les va a ayudar a conseguir sus derechos si ellos mismos no son capaces de imponerlos a sus adversarios. Las negociaciones directas están bloqueadas desde el comienzo de los 2000, cuando el general Sharon decidió dinamitar el proyecto elaborado en Oslo. Después, los islamistas palestinos hicieron exactamente lo que esperaban los extremistas israelíes: rechazaron las negociaciones y se negaron a reconocer el Estado israelí. Más tarde, la agresión israelí en contra de Líbano, las respuestas de Hezbolá y su casi victoria frente al Ejercito israelí demostraron que otras vías eran posibles para alcanzar los objetivos palestinos.

Solo la implicación total de EE UU puede impedir lo peor y cambiar el rumbo del conflicto
Más información
Abbas desafía a Netanyahu y a EE UU

En respuesta, Israel desarrolló como nunca las colonizaciones, haciendo del territorio palestino una piel de leopardo. De hecho, hoy en día, ese está totalmente bajo control de Israel: recursos, riquezas, carreteras, todo depende de la voluntad israelí. Gaza se ha transformado en una cárcel a cielo abierto. Así que para los palestinos, el resultado de 20 años de discusiones directas con Israel se paga por la imposibilidad de construir un Estado palestino viable.

Es esta constatación la que hizo moverse a Abbas, también responsable de este fracaso: aceptó pasivamente el juego norteamericano-israelí. Su decisión de pedir a la ONU la creación de un Estado palestino es su último cartucho. En balde: los americanos van a vetar la propuesta y proponer, otra vez, un nuevo ciclo de negociaciones con el mismo resultado...

El problema es que ahora no se sabe ¿sobre qué hay que negociar? Cada uno está en adelante convencido de que Israel no quiere un Estado palestino a su lado. Todos los argumentos israelíes reposan en realidad sobre este rechazo de base. Ahora bien, las repuestas a este rechazo israelí no son numerosas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Hay la opción de un acuerdo impuesto por la comunidad mundial. Voces importantes, incluso en Israel, apoyan esta solución. Pero la derecha y la extrema derecha, con una parte importante de los laboristas israelíes (las dos puntas de lanzas son Simon Peres, exlaborista, y Ehud Barak), se oponen a esta solución. Y, Obama acaba de borrar esta opción de la agenda. Hay la solución de un acuerdo con los palestinos, basado en la transformación del proyecto de Estado palestino en un nuevo bantustán, tipo África del apartheid. Imposible de aceptar por los palestinos. Hay por fin el retorno a la situación de antes de los acuerdos de Oslo, o sea de una guerra larvada, con la posibilidad de una nueva contienda regional. Desgraciadamente, es probablemente la única vía que queda para los palestinos. Es el punto de vista de Irán, de Hezbolá, de Hamás, de la extrema derecha israelí. Un nuevo enfrentamiento para reorganizar el tablero, cada uno pensando poder hacerlo a su provecho.

Es en realidad una catástrofe histórica, porque se sabe que este conflicto no tiene solución militar, sino a través de la autodestrucción de los dos pueblos. En realidad, solo la implicación total de EE UU puede impedir lo peor y cambiar el rumbo del conflicto, imponiendo a Israel una solución justa, basada en la mutua aceptación de dos Estados.

Cada uno sabe porque Obama no puede influir sobre Israel: demasiado debilitado por su incapacidad frente a la crisis mundial, no quiere tener además en contra al potente lobby proisraelí en Washington. Quiere ser reelegido. Dice ahora que la "ONU no puede crear un Estado palestino". Pero la ONU creó Israel y sería más que conveniente, para la propia seguridad de este país, que el Estado palestino fuese creado por la ONU: ¿qué mejor garantía para todos? Dice que los palestinos deben negociar directamente con los israelíes. Pero 20 años de negociaciones directas desembocaron en el actual callejón sin salida. Además, las negociaciones no funcionaron por la asimetría dramática entre los protagonistas: león israelí frente a gato palestino. Y mientras tanto siguen las colonizaciones. En realidad, Barack Obama ha traicionado su compromiso de crear un Estado palestino pues eso implicaba una muy fuerte presión sobre Israel. No lo ha hecho por razones estrictamente electoralistas en los EE UU mismos. Se puede apostar que la opinión publica árabe, que se está creando y formando por doquier, no se lo va a olvidar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_