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Obama renuncia al escudo antimisiles

El presidente justifica su decisión por el retraso iraní en la fabricación de misiles de largo alcance - Washington asegura que la medida fortalece la seguridad europea

Antonio Caño

En el giro más brusco de la política exterior norteamericana durante su presidencia, Barack Obama anunció ayer el abandono del proyecto de escudo antimisiles en Europa del Este y su sustitución por una alternativa más modesta que pretende ser más eficaz en la prevención de las verdaderas amenazas de Irán y que, sobre todo, intenta calmar la irritación que el original despliegue defensivo había provocado en Rusia.

El presidente estadounidense justificó esta polémica decisión por la necesidad de acomodar los medios militares al desarrollo que el programa nuclear iraní ha tenido en los últimos años. Mientras el escudo anunciado por George Bush en 2007 estaba diseñado para hacer frente a un eventual ataque con misiles de largo alcance, los servicios de espionaje han detectado un retraso en la creación de ese armamento en Irán y un aceleramiento, en cambio, en la construcción de misiles de corto y medio alcance.

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Eso ha obligado, según la Casa Blanca, a la sustitución del programa defensivo inicial, mucho más costoso, más evolucionado tecnológicamente y más explosivo políticamente, por el sencillo despliegue de interceptores SM-3. Estos sistemas serán primero instalados en barcos. Después, no antes de 2015, comenzará su despliegue sobre el terreno, principalmente en países del sur de Europa y Turquía.

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"Esta nueva arquitectura de misiles en Europa proveerá una defensa más fuerte, más inteligente y más ágil a las fuerzas norteamericanas y a los aliados de Estados Unidos. Es más amplia que el programa anterior y utiliza recursos que ya han sido probados", dijo Obama al anunciar su decisión.

Los portavoces del presidente insistieron durante todo el día de ayer en que esta medida, al igual que el escudo ahora descartado, no está vinculada a Rusia. En su alocución, Obama invitó, sin embargo, a Rusia a "cooperar en la defensa de los intereses estratégicos comunes" y en los esfuerzos por "poner fin al ilegal programa nuclear de Irán".

Ése es el objetivo central del significativo paso dado ayer. Obama dejó clara desde un principio su voluntad de reprogramar las relaciones con Rusia y ha entendido que eso era inviable sin la renuncia al escudo antimisiles, que, por múltiples motivos, Moscú consideraba un ataque frontal a su seguridad y a su dignidad nacional. A cambio, Washington espera obtener una actitud más colaboradora de parte de Rusia en las dos preocupaciones principales de su política exterior: Irán y Afganistán.

En cuanto a Afganistán, las autoridades rusas ya permiten el tránsito por su territorio de los convoyes norteamericanos para la guerra y aún se puede dar más cooperación política y estratégica. Por lo que respecta a Irán, Rusia, que participó en el origen del desarrollo nuclear en ese país y mantiene influencia y buenas relaciones con el régimen islámico, posee, probablemente, la llave para que la presión occidental tenga consecuencias eficaces. Esto empezará a comprobarse la próxima semana en la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. "Es hora de que Rusia se sume a nuestros esfuerzos por imponer estrictas sanciones sobre Irán", declaró ayer el senador demócrata Charles Schumer.

Se trata, en todo caso, de un cálculo arriesgado por parte de la Administración norteamericana, que corre el peligro de parecer débil por haberse rendido a los deseos de Rusia sin contrapartidas evidentes. Eso es lo que denunció ayer el senador republicano John McCain. "Se trata de una mala decisión sin paliativos. Rusia e Irán son los grandes ganadores. Creo que es un mal día para la seguridad nacional de Estados Unidos", dijo el ex candidato presidencial.

Al mismo tiempo, con esta apuesta, Obama se expone a la crítica de haber abandonado a su suerte a los antiguos países del bloque soviético ante el riesgo de agresión por parte de Rusia, que se hizo más real el año pasado con motivo de la invasión de la pequeña república de Georgia.

El presidente norteamericano quiso ayer anticiparse a esas críticas e informó de que había hablado por teléfono con los primeros ministros de Polonia y la República Checa (los países en los que estaba previsto desplegar el sistema de defensa original) para garantizarles que Estados Unidos respetaría siempre el compromiso de la OTAN de que un ataque contra uno de sus miembros constituye un ataque contra todos.

El Pentágono ha asegurado que, con esta medida, no se reduce la seguridad europea sino que se refuerza y se actualiza. "Los que dicen que estamos desguazando nuestros misiles defensivos en Europa están desinformados o distorsionando la realidad", afirmó ayer Robert Gates, el secretario de Defensa. Gates, que ha conducido durante meses una investigación hecha por expertos sobre las mejores opciones para la protección frente al armamentismo de Irán, ha aparecido como responsable de esta decisión, como garantía, en parte, de que Obama no va a encontrar oposición dentro de las filas militares.

Este paso representa, por último, la primera actuación de gran repercusión internacional destinada a corregir la política de Bush. Ninguna anterior, como la retirada de Irak -que se daba ya por descontada- o el cierre de Guantánamo -que tiene más efectos domésticos- puede comparársele. Sólo la profundización de la guerra en Afganistán, que todavía no es plena ni definitiva, puede tener una trascendencia semejante.

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