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Tragedia en Italia

"Papá, todo el mundo tiene que morir alguna vez"

Francisco Peregil

Giustino Parisse se fundió en un largo abrazo con su colega y amigo Lorenzo Colantonio; se secó las lágrimas y le dijo: "Ahora yo estoy del otro lado. Tú haz tu trabajo". Giustino, de 50 años, iba a ser por primera vez en su vida parte de la crónica. Y estaba dispuesto a contestar a todas las preguntas. Habían trabajado juntos durante más de 20 años hasta que los nombraron a ambos vicedirectores del periódico regional Il Centro, el segundo de mayor difusión en la zona afectada por el terremoto.

Giustino tiene fama de hombre exigente consigo mismo y con los demás. Hace unas semanas sufrió un amago de infarto y al día siguiente ya estaba trabajando en la redacción. Los recortes de personal a causa de la crisis que sufre la prensa aún le habían llevado a volcarse más en su trabajo, a estar más horas en su oficina de L'Aquila. Se había convertido en un especialista en seísmos. Llevaba dos meses consultando la página de Internet del Instituto Geofísico Militar, dirigiendo las informaciones sobre si los temblores de tierra que sufría la comarca serían o no precursores de mayores seísmos. Y de pronto, a las 3.32 del lunes, en su casa del pueblo de Onna, se abrió la tierra y murieron su hijo, Domenico, y su hija, Maria Paola, de 18 y 16 años. Su padre, de nombre también Domenico, de 75 años, falleció en otra casa; y su madre se debate aún entre la vida y la muerte.

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Giustino repite entre lágrimas a su compañero que vio cómo morían sus dos hijos y que no pudo hacer nada por ellos. La casa se los tragó y quedaron indemnes él y su esposa, Dina Sette. La joven Maria Paola consiguió reunir en un segundo la lucidez, los reflejos y la madurez suficientes para despedirse de esta vida consolando a su padre. "Sólo tuvo tiempo de decirme: 'Papá, todo el mundo tiene que morir alguna vez', y el techo se le cayó encima".

Eso sucedió nada más comenzar el terremoto. Pero una hora después, Giustino escuchó a su hijo Domenico pedir ayuda. Estaba enterrado bajo 10 metros de escombros. Sólo piedra y madera entre el padre y el hijo. "Giustino luchó como un león contra una enorme pieza de cemento", relató su amigo Lorenzo Colantonio en la crónica que publicaba ayer en el diario. Un vecino de Giustino lo tuvo que convencer de que era imposible sacar a Domenico, que no había más remedio que esperar a los servicios de socorro. Trece horas después del primer temblor, Domenico fue rescatado, pero ya estaba muerto. Y su padre prefirió quedarse con la imagen del chaval en vida. "No he podido salvar a mis hijos. Treinta años de sacrificio se han ido en un segundo. Ya no le encuentro sentido a la vida", repetía a su compañero.

La sede del diario Il Centro en L'Aquila, de la que Giustino es el máximo responsable, ha quedado destruida. Unos empleados se han quedado sin parte de sus familias y otros han tratado de seguir informando. Cuarenta periodistas de plantilla y 100 colaboradores no saben si habrán perdido también sus puestos de trabajo.

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A los compañeros que le llamaban por teléfono, Giustino les decía que para él ni la vida ni el trabajo tienen ya sentido. Un vecino que también perdió a su hija en un accidente el año pasado, trataba de confortar a Giustino: "Fuerza, Giustino. Yo he podido superarlo y tú también podrás".

Lo contaba ayer su amigo Lorenzo Colantonio desde este lado de la crónica.

Afectados por el terremoto en L'Aquila.
Afectados por el terremoto en L'Aquila.ULY MARTÍN

Cifras del siniestro

- Muertos: 228 y 15 desaparecidos con pocas esperanzas de ser encontrados con vida.

- Heridos: 1.500, de ellos 500 hospitalizados

y 100 en condici0nes especialmente graves.

- Personas sin hogar: La estimación ha sido revisada de los 70.000 iniciales a 17.000, para los que se han instalado más de 2.400 tiendas de campaña.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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