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Reportaje:

Presevo, un nuevo Kosovo

Los serbios acosan a los albaneses de Presevo espoleados por los ataques de la guerrilla atrincherada en la zona

Jorge Marirrodriga

'En Presevo está ocurriendo lo mismo que en Kosovo. A nadie en Occidente le importa lo que pasa, pero los serbios nos están matando'. Merita (no es su verdadero nombre) es una estudiante de filología albanesa natural de un pueblo en el valle de Presevo (Serbia). Su familia la envió a estudiar a Pristina, pero cada vez que quiere volver a casa, algún familiar de edad avanzada tiene que venir a recogerla a Checkpoint Terminator, el último control de las fuerzas de la OTAN antes de entrar en territorio serbio. 'Los soldados no dejan entrar en Presevo a jóvenes en edad militar solos. Únicamente podemos pasar acompañados como si fuéramos niños', se queja la joven.

Y es que en los cinco kilómetros de zona desmilitarizada que hay entre el alto donde se encuentran apostados los soldados estadounidenses y el primer control de carretera de las fuerzas especiales serbias existe un bosque que se ha convertido en vivero, y hervidero, de una nueva fuerza guerrillera, el Ejército de Liberación de Presevo, Bujanovci y Medvegja (ELPBM), cuyo objetivo es arrebatar al Gobierno de Belgrado el control del valle, habitado en un 96% por albaneses. 'Por eso mismo no permitimos el paso de jóvenes en edad militar', explica a este periódico el portavoz de la fuerza internacional para Kosovo (Kfor), el capitán francés Richard Kusak.

Tras el último cartel colocado por la OTAN se abre una serpenteante carretera que lleva directamente al valle de Presevo. 'Parece el 'valle de los controles', es imposible recorrer un par de kilómetros sin encontrarse uno', bromea un padre de familia. 'Te paran, te preguntan, te registran y te incordian. Que si no es mejor que te vuelvas a Kosovo, que por qué tus hijos estudian albanés si esa lengua no sirve para nada. Eso sí, a todos hay que pagarles algo para poder pasar'.

Pero el principal problema de Presevo está lejos de ser sólo el de los controles de carretera. Desde hace unos meses ha comenzado a repetirse la peligrosa dinámica que desembocó en la crisis de Kosovo. Fuerzas organizadas de albaneses, sospechosamente idénticas a las del teóricamente extinto Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), han atacado a las unidades de policía serbia probablemente con las armas que el ELK no entregó a las fuerzas de la OTAN hace dos años. El Gobierno de Vojislav Kostunica ha respondido enviando a la zona fuerzas especiales de policía (algunas de cuyas unidades ya participaron en la represión en Kosovo) y los incidentes se han multiplicado. Se han producido muertos y personas de ambas etnias han sido secuestradas por sus rivales. 'Han cerrado las escuelas y los medios de comunicación en albanés. Nuestros hijos tienen que hablar serbio. De noche entran en nuestras casas y las registran diciendo que buscan armas y terroristas. ¡Pero si sólo hay niños!', exclama una mujer. Los albaneses que viven en el valle aseguran que unidades militares serbias se esconden en las escuelas albanesas clausuradas.

Los militares de la OTAN en la frontera se encuentran en permanente estado de alerta. Algunas patrullas han sido tiroteadas desde la zona desmilitarizada. Sus agresores pueden ser tanto serbios como albaneses, ya que se ha intensificado el control para evitar el acarreo de armas desde Kosovo a la guerrilla de Presevo. 'La Kfor no penetra en la zona desmilitarizada, pero la controla desde el aire mediante vuelos de reconocimiento', señaló el portavoz de la fuerza internacional. Claro que eso no impide equivocaciones como la del pasado domingo, cuando un helicóptero aterrizó en plena zona desmilitarizada y numerosos soldados bajaron de él y en pocos minutos se desplegaron en la zona circundante. 'Fue un error de navegación', aseguró el mayor Kusak. Intencionado o no, el incidente demostró a serbios y albaneses la rapidez con que la OTAN puede ocupar la zona desmilitarizada.

Aunque los militares en el puesto se niegan a confirmar la información, los albaneses aseguran que ha comenzado a producirse un nuevo éxodo de refugiados procedentes de Presevo hacia Kosovo. 'Claro que ahora no ves a la gente cargada en remolques, pero te aseguro que es mucha más la gente que pasa hacia Kosovo que la que vuelve', asegura un joven taxista. 'Yo sólo paso viejos para no tener problemas', añade. Hacer una estadística es casi imposible, sobre todo porque ir y volver en el día es imposible. Son demasiadas horas y demasiado frío. 'Lo de las horas es importante', insiste el conductor, 'porque en cuanto anochece lo mejor es no estar en la calle'.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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