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El desafío ruso

Rusia lanza un órdago a Occidente

Putin suspende el pacto que limita las armas convencionales en Europa en respuesta al escudo antimisiles

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, firmó ayer un decreto por el que suspende la aplicación del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales (FACE) en Europa y alega "circunstancias excepcionales" para eximir a su país de las obligaciones impuestas por aquel documento, que ha sido parte de la arquitectura de seguridad surgida tras la Guerra Fría. El FACE, firmado por 22 Estados del desaparecido Pacto de Varsovia y de la OTAN en 1990 y adaptado para 30 países en 1999, impone restricciones armamentistas desde el Océano Atlántico hasta los Urales y ha sido ratificado por Rusia, pero no por los Estados de la Alianza Atlántica.

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La suspensión del FACE, de la que Putin advirtió ya en abril, entrará en vigor en el plazo de 150 días después de ser notificada a los Estados miembros. Moscú se liberará así de los compromisos contraídos sobre la concentración de tanques, blindados, aviones militares y piezas de artillería entre su región más occidental (el enclave de Kaliningrado) y los Urales.

Al margen de las suspicacias sobre la concentración de efectivos en las fronteras con Rusia, la decisión de Putin es sobre todo un síntoma del deterioro de las relaciones del Kremlin con EE UU y con algunos de los aliados europeos de Washington. Para Moscú, la causa principal de este deterioro son los planes estadounidenses para instalar un escudo antimisiles en la República Checa y Polonia.

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El momento elegido por Putin para suspender el FACE indica la falta de progreso de los últimos intentos de aproximación, tales como las propuestas de utilizar conjuntamente con EE UU el radar que Rusia mantiene en Gabalá (Azerbaiyán), y la cumbre informal con Bush en su domicilio familiar de Kennenbunkport, en Maine. Con la seguridad que le da la bonanza económica basada en los hidrocarburos, Putin envía un mensaje de firmeza a Washington, pero se ha dejado un margen de maniobra, según indicó el viceministro de Exteriores, Serguéi Kislyak, que fue ayer el encargado de presentar el comunicado justificante de la decisión del Kremlin.

"Queremos subrayar que no estamos cerrando la puerta al diálogo. Hemos presentado a nuestros socios propuestas sobre las salidas de la situación y continuamos esperando una reacción constructiva", manifestó el funcionario.

En la práctica, la suspensión del tratado supone el cese temporal del suministro de información, así como de las inspecciones militares, según el comunicado del Ministerio de Exteriores. "Durante el periodo de suspensión, Rusia no estará obligada por ninguna limitación sobre las fuerzas convencionales. Sin embargo, las cantidades reales de equipo militar dependerá de la evolución de la situación militar y política, incluida la disposición de los otros Estados miembros del FACE de mostrar la adecuada contención", señalaba el documento. Según éste, la decisión sin precedentes en la historia rusa moderna de suspender un tratado ha sido "difícil" y el resultado de un "análisis profundo y amplio". Las circunstancias "excepcionales" que la han provocado afectan la seguridad de Rusia y exigen "medidas inmediatas".

En abril, Putin calificó de "excusa inventada" las razones occidentales para no ratificar el FACE (la presencia de contingentes militares rusos en Georgia y Moldavia) y acusó a los Estados de la OTAN de incrementar el sistema de bases militares junto a las fronteras rusas. Según Putin, los nuevos miembros de la Alianza, como Eslovaquia y los Estados del Báltico, que no se han unido al FACE, crean un "peligro real con sorpresas imprevisibles" para Rusia. En febrero, en Múnich, Putin ya habló del "estado de crisis" del FACE y entonces mencionó a Bulgaria y Rumania, que han negociado acuerdos para instalar bases militares norteamericanas "con 5.000 hombres cada una" en su territorio.

En la explicación de motivos divulgada ayer, Rusia culpaba a Bulgaria, Hungría, Polonia, Rumania, Eslovaquia y la República Checa de no indicar cambios en la estructura de sus fuerzas tras su ingreso en la OTAN. También denunciaba la no aplicación del FACE a Estonia, Letonia y Lituania, lo que crea un entorno "libre" de restricciones en armamentos en las fronteras con Rusia. Entre las medidas para regresar al FACE, Moscú exige que los Bálticos sean incluidos en el régimen de este documento y que se reduzca el armamento permitido a la OTAN.

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante un acto oficial el pasado viernes en Novo-Ogaryovo, a las afueras de Moscú.
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante un acto oficial el pasado viernes en Novo-Ogaryovo, a las afueras de Moscú.AP

Las claves del acuerdo de 1990

El Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) se firmó en París en noviembre de 1990 por los países miembros de la OTAN y del Pacto de Varsovia y entró en vigor dos años más tarde.

El objetivo era establecer un nuevo patrón en las relaciones de seguridad para superar el clima de confrontación militar de la Guerra Fría, y reducir los arsenales militares de las fuerzas armadas convencionales desde el Atlántico a los montes Urales, en Rusia. Desde la entrada en vigor del acuerdo, más de 60.000 tanques, vehículos blindados, artillería pesada, aviones de combate y helicópteros de ataque han sido retirados de uso.

El FACE se complementó en 1992 con un acuerdo sobre personal militar que supuso una reducción sustancial de las fuerzas armadas: desde 2001, los ejércitos europeos han retirado 700.000 efectivos. Actualmente hay menos de tres millones de tropas en el área de aplicación, con un techo autorizado máximo de más de 5,7 millones.

Convertido en el pilar de la seguridad y la estabilidad en Europa, el FACE se actualizó en noviembre de 1999 en Estambul (Turquía), donde dirigentes de 30 países fijaron límites al armamento convencional sobre bases nacionales, y no entre bloques, como ocurría en el texto de 1990. El tratado revisado, que dejaba en manos de los Estados la decisión soberana de aceptar la presencia de fuerzas extranjeras en su territorio, facilitó la ampliación de la OTAN a Europa del Este.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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