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Tailandia entra en un callejón sin salida

Los 'camisas rojas' se hacen fuertes tras las barricadas en el centro de Bangkok - La oposición ignora las amenazas del Gobierno y exige la regeneración del país

La tensión en las calles de Bangkok, que desde mediados de marzo han sido tomadas por los camisas rojas para pedir la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones, sube de grado cada día. Y no parece haber salida en el horizonte a una crisis política que ha provocado 26 muertos y casi un millar de heridos, y está afectando gravemente a la economía nacional. Los manifestantes exigen la dimisión del primer ministro, Abhisit Vejjajiva, y este se niega a ceder a las presiones. El Gobierno amenazó ayer con endurecer su posición.

El resultado es una ciudad dividida, con los rojos -muchos de ellos, partidarios del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, que se encuentra exiliado en el extranjero- por un lado, y, por otro, los amarillos -incondicionales del rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, y protagonistas de las manifestaciones callejeras que condujeron al golpe militar que expulsó a Thaksin del Gobierno en 2006-. Entre ambos, existe un grupo "multicolor", que se ha echado a la calle para denunciar lo que consideran el secuestro de la ciudad por las protestas.

"Queremos al rey. Amo a mi país", dice una 'camisa amarilla' de 60 años
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La barrera divisoria entre rojos y amarillos alcanza su cénit en el cruce de Ratchaprasong, junto al altar hindú de Erawan, en el corazón del barrio comercial de la capital, donde los miles de manifestantes han levantado un gran escenario desde el que les arengan sus líderes.

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Los accesos al campamento, que se extiende sobre una superficie de tres kilómetros cuadrados, están guardados por barricadas de unos tres metros de altura y, en algunos lugares, como en la confluencia con la calle Silom (el barrio financiero), de un centenar de metros de largo. Están construidas con neumáticos de camión y enrejados de palos de bambú, coronados por banderas rojas. Junto a ellas, jóvenes -algunos de ellos con matracas, otros con palos- vigilan los movimientos de los soldados desplegados.

En la barricada de Silom, varias pancartas dicen: "No somos terroristas", "No somos violentos", "Sólo paz y democracia". La música se escapa del interior del campamento, donde los concentrados descansan bajo toldos y grandes tiendas de campaña. "Estamos aquí porque la gente de las zonas rurales en Tailandia vive ahora muy mal. Antes, cuando gobernaba Thaksin, teníamos trabajo y más medidas sociales. Pero el Ejército le expulsó en un golpe militar. Quiero que vuelva", dice Chachikul, de 27 años, original de la provincia de Nong Khai, unos 700 kilómetros al noreste de Bangkok. Chachikul, que desde hace seis años vive en la capital, donde tiene una moto-taxi, participa en la protesta desde hace 45 días. Comercios y hoteles de lujo en la zona ocupada por los manifestantes han echado el cierre.

En los alrededores del campamento están apostados miles de policías, antidisturbios y soldados, con escudos y fusiles de asalto. Llevan chalecos antibalas, casco, y pañuelos de colores alrededor del cuello. Sudan bajo el tremendo calor y la humedad. En muchos cruces hay camiones y autobuses policiales.

En Silom, soldados con uniforme de camuflaje vigilan las entradas a bancos, edificios de oficinas, cajeros automáticos e instituciones financieras. El edificio ITF Tower está rodeado de rollos de alambre de espino. Camiones militares circulan por la zona arengando con altavoces a la población.

Al otro lado de las barricadas se oyen voces bien distintas a las de los camisas rojas. "La gente quiere democracia. Thaksin es un mal hombre. Queremos al rey. Amo a mi país", afirma Somsri, una mujer de 60 años que sostiene en la mano una bandera nacional y otra amarilla -el color de la monarquía-, junto al acceso a la estación Sala Deung del metro elevado que cruza Bangkok. A su lado, un hombre, tocado con un sombrero con los colores de la enseña del país, lanza eslóganes con un micrófono subido encima de un camión: "Si amas Tailandia, acude aquí a expresar tus sentimientos". Cientos de personas agitan banderas y lanzan vítores cuando pasa un camión militar con soldados. "El Ejército protege al pueblo. Los rojos dañan el país", añade Somsri.

La actividad sigue siendo intensa en esta ciudad habituada al bullicio y el comercio callejero. Vendedores ambulantes ofrecen sus mercancías junto a restaurantes al aire libre, en los que comen oficinistas y paseantes. La gente sortea los alambres de espino, bajo la mirada de los soldados, como si se hubiera acostumbrado a la situación en esta ciudad en la que está vigente el estado de excepción.

Suthep Thuangsuban, viceprimer ministro, advirtió ayer: "Las autoridades incrementarán las operaciones", porque, según dijo, "está claro que los manifestantes no se están concentrando de forma pacífica". "Dejaremos de ser indulgentes", dijo, después de que los camisas rojas acumularan neumáticos en los andenes de la estación Chit Lom y amenazaran con arrojarlos sobre las vías, lo que obligó a suspender el servicio durante casi cuatro horas. Los manifestantes temen que el tren, que pasa por encima de su zona de protesta, sea utilizado para transportar tropas y atacarles desde arriba.

La dirección de algunos hoteles de Bangkok ha colocado en sus ascensores un cartel que recomienda a sus clientes que se mantengan alejados a toda costa del campamento de los camisas rojas. El denominado Centro para la Resolución de Situaciones de Emergencia asegura en la nota que, "dado que la causa política implica a una multitud muy numerosa, los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad podrían producirse en cualquier momento, y convertirse en violentos sin previo aviso".

Un <i>camisa roja</i> duerme sobre uno de los muros de neumáticos que  la oposición ha utilizado para levantar barricadas en Bangkok.
Un camisa roja duerme sobre uno de los muros de neumáticos que la oposición ha utilizado para levantar barricadas en Bangkok.REUTERS

Un país dividido

- Los 'camisas rojas', en su mayor parte, apoyan al antiguo primer ministro Thaksin Shinawatra, quien fue destituido mediante golpe de Estado en 2006 y vive en el exilio. Reclaman la destitución del actual Gobierno y una mayor democratización del país.

- Los 'camisas amarillas' portan el mismo color de la monarquía. Reclaman la intervención del Ejército contra los rojos.

- La crisis política que se desató en Bangkok a mediados de marzo ha provocado la muerte de 26 personas durante los choques entre policías y manifestantes. Ayer, los camisas rojas bloquearon el servicio del metro elevado.

- El monarca Bhumibol Adulyadej tiene 82 años y lleva 64 en el poder. Ha presenciado numerosos golpes de Estado y la redacción de 17 constituciones.

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