La UE absuelve a Francia por las expulsiones de gitanos
La Comisión Europea convirtió ayer definitivamente en historia el acre enfrentamiento con Francia por las repatriaciones de gitanos rumanos y búlgaros del pasado verano, al aceptar como bueno el proyecto de ley de París de adaptar la directiva sobre libre circulación de personas y el calendario para ello. "Francia ha hecho lo que le pidió la Comisión", señaló en un comunicado Viviane Reding, la vicepresidenta del Ejecutivo comunitario que provocó una guerra verbal en la que participaron a fondo el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y Nicolas Sarkozy. "Estoy encantado de que haya triunfado la razón", apuntó el presidente francés.
El pulso entre la Comisión, como guardiana de los derechos de los ciudadanos, y Francia por las expulsiones se convirtió en algarada diplomática cuando Reding, sintiéndose engañada por París, declaró que lo ocurrido le retrotraía a escenas de la II Guerra Mundial que no pensaba volverían a darse en Europa. Un Sarkozy herido por el rejonazo verbal tuvo un intenso intercambio de pareceres con Barroso en el Consejo Europeo de septiembre. Al espectáculo asistieron atónitos los demás jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que puestos en la tesitura se alinearon con su colega en contra de lo que consideraron excesos verbales de Reding.
Colocados cada uno en su sitio, Reding dio a Francia hasta el 15 de octubre para presentar un proyecto de ley para adaptar la controvertida directiva de 2004 a la legislación nacional y un calendario de aplicación. En caso contrario, Francia sería sometida a un procedimiento sancionador.
"Me satisface anunciar que Francia ha respondido positiva y constructivamente, y en los plazos previstos, a la petición de la Comisión", señaló la vicepresidenta del Ejecutivo europeo en el comunicado en que exponía cómo París ha presentado su proyecto de ley y "un calendario creíble, hasta primeros de 2011", para la trasposición de la directiva. París ha ganado en el fondo y el archivo de las diligencias abre la vía a la normalización de las relaciones entre Bruselas y París.
