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Reportaje:

Vientos de cambio en Myanmar

La antigua Birmania aborda reformas democráticas para abrirse al mundo

Casi 50 años después del golpe de 1962, en el que los militares se hicieron con el poder en Myanmar (antes conocido como Birmania) y pusieron en marcha un gobierno regido con puño de hierro, soplan vientos de cambio en la nación asiática. Desde que en marzo Myanmar inauguró su primer Gobierno civil en medio siglo, tras unas elecciones celebradas en noviembre del año pasado, que fueron ganadas con amplio margen por el Partido de la Unión Solidaria y el Desarrollo (agrupación política respaldada por los militares), se ha producido una cascada de acontecimientos que han llevado la esperanza a los habitantes de uno de los países más pobres, corruptos y aislados del mundo.

El pasado 12 de octubre, las autoridades liberaron a alrededor de 200 prisioneros políticos en una amnistía general, que ha afectado a 6.359 presos. La oposición, la comunidad internacional y los movimientos de exiliados que luchan por la democracia en Myanmar han mostrado su descontento porque dicen que no es suficiente, ya que se estima que había unas 2.100 personas encarceladas por razones políticas. La líder opositora y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, liberada en noviembre pasado tras haber pasado 15 de los 21 años anteriores privada de libertad, ha dicho que continuará batallando para que todos los disidentes sean puestos en libertad.

La oposición y Occidente observan con escepticismo las nuevas medidas

El 17 de agosto, el presidente, Thein Sein, que anteriormente era primer ministro, realizó un trascendente discurso, en el que habló de la importancia de relanzar la economía e invitó a los exiliados a regresar. Cinco días después, en el Parlamento, insistió en los cambios económicos y abordó la necesidad de afrontar reformas, impulsar el gobierno de la ley, los derechos de los ciudadanos y el cuidado del medio ambiente, y reducir la brecha entre ricos y pobres.

El nuevo Parlamento ha creado comités para tratar temas delicados, como los derechos humanos, la sanidad y las reformas sociales. Además, el Gobierno ha legalizado los sindicatos y las huelgas, ha recortado los aranceles a la exportación, ha anunciado planes para proporcionar microcréditos a los campesinos pobres e incrementar los intereses en las cuentas de ahorro, ha relajado la censura en la prensa, y ha invitado al Fondo Monetario Internacional a que le aconseje sobre cómo reformar el régimen de divisas.

¿Por qué están dando estos pasos las autoridades? Según analistas y críticos, quieren sacar el país del aislamiento económico y del grupo de naciones parias y obtener alguna legitimidad internacional, especialmente ante la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático), cuya presidencia rotatoria Myanmar aspira a lograr en 2014.

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El enviado especial estadounidense para Myanmar, Derek Mitchell, aseguró la semana pasada que hay "signos esperanzadores" de cambio en el país, pero que el Gobierno debe comprometerse de forma clara con las reformas y poner fin a la violencia contra las minorías si quiere que sean levantadas las sanciones. Burma Campaign, una organización no gubernamental, con sede en Londres, que lucha por la democracia en Myanmar, se ha mostrado decepcionada por "el escaso número de presos liberados" y ha asegurado que Thein Sein es tan solo "un pragmático", cuyo "objetivo es lograr el levantamientos de las sanciones, no transformar Myanmar en una democracia".

La desconfianza y el escepticismo permanecen frente las razones que han llevado a realizar los gestos de apertura a un Gobierno controlado por miembros del antiguo régimen, tras unas elecciones que fueron tachadas de fraudulentas por la oposición y la comunidad internacional. El levantamiento de las sanciones, la inversión extranjera y el acceso a las instituciones financieras internacionales traerían grandes beneficios a los empresarios y familias cercanos al poder, que controlan la economía del país. Las reformas sanitarias, en agricultura y educación, sumadas a los préstamos, podrían promover el apoyo al Gobierno y evitar levantamientos populares, como los registrados en 1988 y 2007, que fueron aplastados de forma brutal.

A corto plazo, no es probable que sean levantadas las sanciones internacionales, que, según quienes se oponen a ellas, no han servido para dar empuje a la democracia y han acercado Myanmar a China. Por su parte, EE UU y Europa han mostrado un moderado optimismo ante los cambios ocurridos, pero esperan a ver cómo evoluciona la situación. Entre las demandas que mantienen está el que sean liberados todos los presos políticos y que permitan participar en las elecciones de 2015 al partido de Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia.

Aung San Suu Kyi, ayer en su casa de Yangon con el ministro indonesio de Exteriores.
Aung San Suu Kyi, ayer en su casa de Yangon con el ministro indonesio de Exteriores.KHIN MAUNG WIN (AP)

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